Héroes sin capa

Con el inicio de la pandemia, junto con la famosa palabra “desescalada”, apareció un juego de palabras metafórico para todos aquellos que estaban haciendo su trabajo: los héroes sin capa.

Desde que empezó el confinamiento hasta que, por fin regresamos a la escuela, el apelativo de “héroes sin capa” se le atribuyó, además de al personal sanitario, a los más pequeños de la casa, nuestro alumnado. Sinceramente, me chirría un poco esa expresión. Buscando la definición de héroe en la RAE, su primera acepción reza así: Persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble.

Si los niños fuesen héroes sin capa y si nos sumergimos en el universo Marvel, los docentes seríamos como Charles Xavier, el Doctor X. Un telépata que lee, controla e influye en la mente humana. Aunque bien pensado, no estaría mal tener unos superpoderes para controlarlos física y mentalmente, para que mantengan todo el rato la distancia social, los brazos que se estiran y estiran como Mr. Fantástico para desinfectar mesas y sillas, así como un mecanismo como el de la telaraña de Spiderman para dispensar hidrogel a diestro y siniestro.

El Doctor X y sus aliados mutantes, luchan contra otros mutantes maléficos que tratan de alterar el orden y la ley. Tiene su propio enemigo, Magneto. Entonces, ¿quién sería Magneto? ¿El COVID-19? ¿Los políticos que nos han dejado vendidos en las escuelas ante la pandemia? Se nos acumula el trabajo, y tenemos unas programaciones que cumplir. Mejor dejemos esas luchas y fantasías para otro momento…

Me van a permitir que despoje a nuestro alumnado de su capa y de su título de héroes. No es que no estén haciendo una acción abnegada en beneficio de una causa noble, como nos dice la definición de la RAE. Es que, sencillamente, están siendo responsables. Vuelvo a recurrir a nuestro diccionario de cabecera. Ser responsable es aquello dicho de una persona que pone cuidado y atención en lo que hace o dice. Ahí sí que encaja perfectamente la definición con la situación que estamos viviendo día a día en los centros educativos.

Nuestro alumnado está siendo tremendamente responsable con su uso de la mascarilla. No es fácil llevarla puesta toda la jornada escolar y, además, estar sentados estoicamente en sus pupitres que, tras el transcurso de la mañana, se asemeja por momentos a una silla torturadora de la Inquisición. Tratan de mantener la distancia social, pero reconozcámoslo. En los recreos es prácticamente imposible que eso pase: son niños y necesitan jugar.

Una de las misiones de la escuela es formar a nuestros menores para que sean buenos ciudadanos para el siglo XXI, donde la honestidad, el esfuerzo, la responsabilidad, la empatía y la solidaridad sean sus valores más sólidos. Nuestros niños y niñas se están comportando como auténticas personas de Estado, preparados para afrontar, de la mejor manera posible, las dificultades que se nos presentan. Sí, son ese tipo de personas que arriman el hombro y ponen todo su esfuerzo para superar dificultades, y así lo están haciendo.

Como les comenté en un artículo anterior, nuestros pequeños tienen una capacidad de adaptación realmente impresionante, dejándonos a los adultos a la altura de sus pequeñas zapatillas. Ellos no ponen pegas. Asumen y cumplen. Tampoco son negacionistas, porque no entienden de miedos, salvo los monstruos que se esconden bajo la cama y dentro de los armarios.Y no les quepa la menor duda. Cuando están fuera del alcance de sus familias negacionistas y alarmistas, se comportan con total libertad, pero con su respectiva precaución. Lo vuelvo a repetir: son niños. Y aunque solo sean niños, son todo un ejemplo.

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