Iguales en mérito, capacidad y también en salario

¿Cuántos días más tiene que trabajar una mujer para cobrar lo mismo que un hombre? La respuesta, en todos los casos, debería ser ninguno y sin embargo, la brecha salarial, la diferencia entre el salario de hombres y mujeres, por el hecho de serlo se sigue manteniendo en términos inaceptables.

Ayer miércoles conmemorábamos el Día de la Igualdad Salarial que desgrana una situación absolutamente insostenible para una sociedad moderna, en la que, a pesar de que las mujeres son más del cincuenta por ciento de la población, del alumnado universitario y de los titulados superiores, siguen cobrando menos que sus compañeros varones.

Aunque estamos «mejorando», en este 2023 las cifras vuelven a ser tozudas y ponen de manifiesto las desigualdades salariales de género. Según un informe de la UGT, la brecha salarial entre hombres y mujeres en España es de un 9,4%. Eso significa que las mujeres en nuestro trabajan gratis 34 días en 2022, en comparación con los hombres. En 2010, esta brecha era un 16,2%, aumentó hasta un 18,7% en 2012 y luego disminuyó hasta el 9,4% en 2019.

Según los datos de EUROSTAT 2022, la brecha salarial en España ha conseguido ser menor que en la Unión Europea, donde se sitúa en el 13%, por lo que hemos conseguido reducirla en nada menos que en cuatro puntos… Algo se está haciendo bien, aunque no sea todavía suficiente y como muestra baste el botón, de que hace ya más de 45 años que se aprobó una legislación para defender la igualdad retributiva entre hombres y mujeres a nivel europeo y sin embargo, las diferencias siguen siendo muy elevadas.

En 2020 La retribución media (bruta) por hora trabajada de los hombres superaba en un 8,5% a la de las mujeres, la mitad de lo que ocurría en 2011. Esa diferencia a favor de los hombres situaba a España en una posición mejor que la de Alemania (17,3%), Francia (15,3%) y Países Bajos (13,1%), incluso por encima de otros países considerados muy igualitarios en cuestión de género, como Dinamarca (13,4%) o Suecia (10,5%). Solo en países como Luxemburgo e Italia, y en otros con economías menos desarrolladas como Polonia y Rumanía, son más reducidas que en España.

Los datos de la OCDE, que utiliza una medida de la brecha salarial de género algo distinta, también colocan a España en 2021 en una posición favorable respecto a la media de la UE y a otros países europeos. No obstante, ponen de manifiesto una diferencia muy significativa, de 20 puntos porcentuales, entre los trabajadores a tiempo completo y por cuenta ajena, por un lado, y los trabajadores autónomos, por otro. En el ámbito del trabajo por cuenta propia la brecha salarial de género se triplica ampliamente.

Al analizar este escenario por grupos de edad, en el caso español se advierte una particularidad interesante. En la mayoría de países, la brecha se estrecha a medida que disminuye la edad de los trabajadores, algo que en España es más ostensible. De hecho, entre los menores de 25 años es negativa y entre los que tienen entre 25 y 34 años apenas llega al 1%. Si bien, de acuerdo con los datos disponibles, la brecha salarial de género en España se ha reducido de manera sustancial, llegando prácticamente a desaparecer entre los segmentos más jóvenes, hay que tener en cuenta dos cuestiones; en primer lugar, los datos de Eurostat la miden en empresas de 10 o más empleados, con lo que dejan fuera a cerca de un 40% de la población empleada en España. Es probable que en esas empresas de menor tamaño se registren brechas salariales de género mayores que en las empresas más grandes; en segundo lugar, aunque las estadísticas muestran la contracción de las diferencias retributivas entre los jóvenes, no se puede obviar que sus salarios medios son inferiores a la media de los salarios en España. En esas circunstancias, la consecución de una mayor igualdad salarial no puede concebirse ni celebrarse como un éxito social.

Esta desigualdad se dispara hasta el 39% si hablamos de las pensiones porque el impacto de las diferencias salariales sobre las mujeres, además de suponer menos ingresos a lo largo de sus vidas, tiene consecuencia directa en pensiones más bajas y en un mayor riesgo de pobreza para las mujeres mayores.

Hoy en pleno siglo XXI el paro, el empleo a tiempo parcial y los contratos precarios tienen rostro y nombre de mujeres. Cuando son asalariadas por cuenta ajena, sus curriculums y experiencia suelen verse marginados, ya que el salario que perciben por el mismo puesto de trabajo y con la misma cualificación personal, es inferior al de los hombres.

La brecha salarial sigue siendo una realidad que no se puede soslayar. Las mujeres siguen cobrando menos que sus compañeros, sea cual sea su ocupación, su formación, o su jornada laboral. En los niveles de ingresos más bajos, las diferencias salariales son aun mayores.

Lo que importa es analizar el porqué de estas diferencias salariales. La respuesta es que la igualdad de oportunidades está aún lejos de lograrse, ya que la falta de corresponsabilidad en las tareas domesticas y en el cuidado de la familia sigue siendo un factor que condiciona la carrera profesional de las mujeres.

Porque las mujeres también “regalan” trabajo no retribuido. Por cada 100 horas de empleo se necesitan 127 horas de trabajos domésticos y de cuidados para mantener nuestro estado de bienestar que no son pagadas, horas gratuitas que en su inmensa mayoría (80%) son realizadas por mujeres.

Mientras ellas sigan realizando la mayor parte del trabajo doméstico, mientras sean quienes se acojan a la jornada laboral reducida al tener hijos, o sea suya la responsabilidad del cuidado de las personas mayores de la familia, el poder adquisitivo de las mujeres seguirá siendo inferior al de los hombres.

Esta situación, junto los estereotipos culturales que se siguen manteniendo en nuestra sociedad, influyen en que las mujeres sufran más la precariedad laboral, teniendo que reducir sus jornadas de trabajo para poder conciliar la vida familiar con la laboral, con contratos a tiempo parcial, o simplemente, abandonando sus puestos de trabajo.

Por todo lo anterior es prioritario acabar con este estado de cosas y para ello es imprescindible el concurso de todos, de mujeres y hombres, de empresarios y trabajadores. En definitiva del conjunto de una sociedad que no será justa, mientras la mitad de sus integrantes, no sean tratadas igual que la otra mitad, en mérito, capacidad … y también en salario.

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