Inconsciente y sexualidad: sobre la cuestion trans

Hay algo que no va en las relaciones entre los sexos. No es una novedad, lo sabemos desde siempre y sin duda lo sufrimos también desde siempre. ¿Pero desde cuando nos quejamos? Es difícil saberlo. Esa queja que, más allá de lo que los sujetos puedan expresar conscientemente , se dice fundamentalmente a través de sus síntomas. Como es sabido, lo que Freud descubre en el corazón del síntoma es la sexualidad. Pero cual es la causa de este malestar? Porqué la sexualidad hace síntoma? ¿Está afuera la causa cuando la sentimos adentro? Esta pregunta atraviesa de un extremo a otro la obra de Freud , al principio , en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna atribuía este malestar a la represión de las pulsiones sexuales propia de su época hasta que al final en El malestar en la cultura llega a la conclusión de que la perturbación en la sexualidad es inevitable, que hay algo inherente a la pulsión sexual que hace que esta nunca encuentre el objeto que sería el adecuado para proporcionar una satisfacción lograda y que las relaciones entre los sexos están condenadas irremediablemente a fallar , a hacer síntoma.

Hoy ya no vivimos , como en la época de Freud, en una cultura que prohíbe el sexo, al contrario el discurso del hiper-capitalismo promociona el sexo hasta la saciedad , lo impone casi como un mandato. Y Sin embargo el malestar entre los sexos no cesa en su insistencia. Es por eso que Lacan formuló el axioma “no hay relación sexual”. Es la forma en que él tradujo que el trastorno entre los sexos es esencial, , que no es el destino de ciertos sujetos que serian los enfermos, los nerviosos, sino que es inherente al ser humano en tanto que ser de lenguaje. El lenguaje desnaturaliza el cuerpo, y lo afecta de una pérdida irremediable : la del instinto ,la del goce natural de la vida. De ahí que pueda formular el axioma “no hay relación sexual”. Esto no quiere decir que no haya relaciones sexuales, al contrario de estas hay cuantas se quiera, pero lo que falta es una relación fija e invariable, como esa correspondencia entre un sexo y otro sobre los rieles del instinto que observamos en el animal. Que no hay relación sexual significa que, perdido el instinto, no hay en el inconsciente una cláusula que le diga al hombre qué es ser hombre para una mujer y a la mujer qué es ser mujer para un hombre.

Por eso hay , como afirma Foucault ,una historia de la sexualidad, justamente porque, como no hay relación sexual, hay lugar para las invenciones sociales de la relación sexual en el interior de las cuales el sujeto debe situarse, hay lugar también para que el sujeto haga su invención propia, un poco desplazada respecto de la invención social. Frente al agujero de la no relación sexual las invenciones ,aunque siempre singulares en cada sujeto, no dejan de estar conectadas a la subjetividad de la época. Admitido ya el matrimonio homosexual, hoy lo que está levantando un auténtico huracán es la cuestión trans. De un lado, asistimos a las reivindicaciones de los colectivos LGTB que una parte de la izquierda se propone recoger en una nueva ley , la denominada “ley trans”. Del otro, los líderes de la ultraderecha erigidos en Padres higienistas se han propuesto, en nombre de la ley natural y de la ley de Dios limpiar el mundo de estos goces sucios y degenerados.

Qué podría decirse desde el psicoanálisis? El psicoanálisis sabe que no hay ley natural ni tampoco ley del Padre-Dios que pueda remediar el carácter inevitablemente traumático de la sexualidad humana. .En el agujero traumático de la no relación sexual pueden colocarse las más diversas formas de sexualidad, desde la heterosexualidad a la homosexualidad por lo que hace a la elección de objeto sexual y desde la transexualidad al sexo fluido de los Queer en lo que se refiere preferentemente a la cuestión de la identidad

Lo que hoy se engloba bajo el término bastante vago de Trans comprende un abanico de posiciones muy diferentes en cuanto a la identidad sexual : desde lo que a partir de los años 50 con Benjamin y Stoller se entendía por transexualismo en el sentido estricto de la palabra, es decir aquellos sujetos que tienen la convicción de pertenecer al sexo contrario de aquel con el que han nacido, pasando por los que no se sienten ni mujeres ni hombres y aspiran a un tercer sexo neutro , hasta los que apuestan por romper el binarismo y creen que siempre sería posible transitar de un género a otro. Lo que tienen en común estas posiciones diferentes es que evidencian de forma muy clara que la sexualidad del ser hablante nada tiene que ver con la sexualidad animal, natural o instintiva. Como ya Freud supo advertir hay una escisión entre lo anatómico y lo psíquico . En algunos casos esta escisión llega al extremo de que el sujeto tiene la certeza de pertenecer al sexo opuesto de aquel con que nació biológicamente. Es evidente que desde el psicoanálisis no se puede considerar la transexualidad como una aberración degenerada, sino que es una de las posibilidades de situarse ante la escisión introducida en el cuerpo por el lenguaje. Tampoco se puede negar la necesidad de una legislación que permita a los colectivos LGTB ponerse a resguardo del odio y la presión que se ejerce contra ellos .

Aunque no se me pasa por la cabeza internarme aquí en la enorme complejidad que entraña la cuestión del transexualismo y la de lo trans en sentido amplio , sin embargo se pueden cuestionar desde el psicoanálisis varios supuestos de la llamada “ley trans”. Me referiré solo aquí a un punto: el de la llamada autodeterminación de género. Esta ley se basa en un principio según el cual se “transita” voluntariamente de un género a otro como consecuencia del acto performativo de un yo que dice” yo soy mujer, no hombre” o viceversa. Pero plantear así las cosas, aparte de que- ¡oh paradojas de la izquierda¡- eso despide un cierto tufillo próximo a la ideología neo liberal que concibe al sujeto como un empresario de sí mismo, supone regresar a tiempos pre freudianos. Supone ignorar la dimensión de desconocimiento y de engaño narcisista que Freud descubrió como siendo inherente a la instancia del yo . El yo, decía Freud, no es amo en su propia casa , se cree el dueño de sus dichos y de sus deseos pero ignora que, en tanto que sujeto, esta sujetado al Otro inconsciente. En cuanto a la identidad lo que el psicoanálisis plantea es que el sujeto no tiene identidad sino identificaciones. Y estas identificaciones son fundamentalmente inconscientes. Olvidar la dimensión del inconsciente conlleva confundir la demanda con el deseo. Una cosa es lo que el yo pide y otra lo que se desea y desde dónde se desea . Y es siempre en tanto Otro y desde el Otro que el sujeto desea. Así por ejemplo, la demanda de un niño de transformarse en una niña puede venir de una identificación inconsciente al deseo de Otro . A este respecto es muy ilustrativo el documental Petite fille recientemente realizado por Sébastien Lifshitz. Este documental pone en escena a una familia confrontada a la cuestión de lo que hasta hace poco se ha estado llamando “disforia de género” que define el sentimiento de no estar de acuerdo con el sexo biológico atribuido al nacer. La madre cuenta que es a partir de los tres años cuando Sasha le empezó a decir que cuando creciera se convertiría en una niña. Si en los primeros tiempos de la vida de Saha su madre, le contradecía un día sucedió algo que cambió las cosas. Saha dice una vez más que cuando sea grande será una niña y la madre le contesta: “ No Sasha, tú nunca serás una niña”. Fue tal el desasosiego y la tristeza que esta sentencia produjo en el niño que hizo que la madre acudiera con Sasha a una psiquiatra especialista en “disforia de género” .Cuando la psiquiatra le pregunta a la madre si tiene algo que decir esta le responde que se siente un poco culpable y añade : “ Cuando estaba embarazada de Saha , yo realmente quería tener una hija , me he preguntado siempre si eso no habrá tenido algo que …”.Antes de que termine la frase la psiquiatra con voz dulce le interrumpe: diciéndole ”no , eso no tiene nada que ver. No se sabe a qué es debida la disforia de género pero sí se sabe a lo que no es debida”.

Intuitivamente la madre se siente responsable Se interroga en cierto modo sobre el deseo inconsciente entre ella y su hijo. Pero la psiquiatra anula toda hipótesis sobre el deseo inconsciente en juego . Tras la buena intención de desculpabilizar a la madre, hay manifiestamente un rechazo del inconsciente. La psiquiatra responde inmediatamente a la demanda del niño y de su madre de cambiar de sexo – una demanda inducida a la vez por la propia oferta de la ciencia y de la medicina- sin dejar el más mínimo resquicio abierto para que el sujeto pueda interrogarse acerca de qué deseo estaba en juego en su pedido de ser una niña. No se tiene otro objetivo que poner en conformidad el sexo biológico con el supuesto sexo psíquico o mejor dicho, cerebral, pues es de eso de lo que en el fondo se trata en la oferta médica. El tratamiento con bloqueadores de pubertad y hormonación , como paso previo al bisturí , es la buena respuesta para que Saha acabe con su sufrimiento..

¿Pero se puede estar tan seguro de que esa es la buena respuesta? No sabemos que hubiera respondido Saha si se le hubiera dado la ocasión de interrogarse acerca de su pedido de ser una niña. No sabemos si detrás de su demanda de ser una niña había una identificación al deseo del Otro materno , si se trataba de una creencia pasajera de ser el objeto que colmaría el deseo de su madre, o si se trataba de una certeza inamovible. Es fundamental tener en cuenta que hay una diferencia entre demanda y deseo, así como entre certeza y creencia . Hay tantas niñas que gustan de vestirse de hombre y jugar a juegos de niños y tantos niños que rechazan los juego masculinos y prefieren jugar con muñecas y vestirse de niñas… sin que eso necesariamente devenga de mayores en la certeza de querer transitar hacia el sexo opuesto de aquel con el que se ha nacido. El tiempo de crecer, el tiempo de comprender y el de elegir es tan esencial… Este es el tiempo del que se le privó a Saha respondiendo rápidamente a su pedido con bloqueadores de pubertad y hormonación . Pero el tiempo de comprender necesita de un Otro que pueda escuchar como conviene a un sujeto , posibilidad que la ley trans elimina so pretexto de la despatologización. Es fundamental mantener la diferencia entre la demanda y el deseo y entre la certeza y la creencia , que no es equiparable a la primera, pero ambas permiten abrir un tiempo precioso para que el sujeto pueda desplegar su malestar en palabras y encontrar su solución singular que no siempre coincide con la solución universal propuesta por la medicina.

Abrir este espacio de tiempo es esencial en los niños , pero también en los adultos . Hay algunos sujetos que están poseídos por una extraña, absoluta y no menos enigmática certeza de pertenecer al sexo contrario de aquel con el que han nacido, pero aparte de que no siempre es fácil distinguir esta certeza de una creencia firme , esto no implica que aunque hay casos en que la cirugía puede proporcionar un alivio importante , hay también aquellos que hicieron la transición por la vía del bisturí, pero que lamentan hoy no haber tenido la oportunidad de haber elegido otras vías.

Como ejemplo tomemos el revelador testimonio que en su libro A la conquista del cuerpo equivocado nos deja Miquel Misé un transexual que hizo la transición de mujer a hombre : “Siento la extraña sensación de que me han robado el cuerpo. (…) para explicar nuestro malestar se nos ha dicho que no deberíamos haber nacido en este cuerpo pero que podemos lograr el adecuado con tratamientos hormonales y algunas intervenciones quirúrgicas. He sentido muchas veces que me estaban desvalijando el cuerpo y desde hace un tiempo, he sentido también que quería recuperar lo que pudiera de él si es que aún estaba a tiempo. Ese cuerpo que tanto había odiado , quería conquistarlo de nuevo, abrazarlo muy fuerte y decirle que sentía haberlo abandonado”.

Hay una certeza que es importante discutir, decía C. Millot en su ensayo sobre el transexualismo: la de que el remedio al malestar de los transexuales no pueda consistir más que en el cambio de sexo. Este testimonio de Miquel Misé y otros varios vienen a confirmar la necesidad de discutir esta certeza. No hay duda del avance que supone el derecho adquirido de las personas trans a la modificación corporal, pero como dice Miquel Mise con la lucidez que le caracteriza “centrar toda la reivindicación política trans en ese derecho nos aleja de la pregunta que bajo mi punto de vista es más relevante : ¿Cuál es el origen del malestar que sentimos las personas trans y como se puede combatir?” . Hay que retener la palabra “malestar”. En contraste con el espectáculo festivo ,multicolor y carnavalesco con que los colectivos LGTB guiados por sus líderes , presentan sus reivindicaciones , en una suerte de utopía sexual , escuchamos aquí, en singular, a un sujeto que testimonia de su sufrimiento y que no considera en modo alguno que la reivindicación política pueda zanjar la cuestión del malestar que le afecta.

En el nuevo proyecto de ley, se reconoce a las personas trans el derecho al cambio de nombre en el registro civil , y para ello no es requerido ni la transición quirúrgica ni ningún informe psicológico. Ahora bien, pretender en nombre de una des-patologización malamente entendida, que a las personas trans no les pasa nada, y que basta con que la sociedad reconozca en el registro civil el nuevo cambio de género para solucionar su malestar , es cerrar en falso la pregunta por el origen de ese malestar que, no todos pero sí algunos sujetos trans, pueden hacerse. Reconocer que más allá de las presiones de origen social , de la transfobia y de la exclusión , que sin duda aumentan enormemente el sufrimiento de las personas trans, hay además un fuerte malestar subjetivo que debería ser escuchado como conviene por otro no es patologizar a los transexuales. Se puede suponer eso sí , dado, por ejemplo. el mayor riesgo de suicidio entre los transexuales , que simplemente son personas más frágiles , más amenazadas y que sufren más que otras.

Pero en todo caso, el malestar con el sexo biológico con el que uno ha nacido no es una experiencia minoritaria reservada a las personas trans, sino más bien lo contrario. Ningún ser hablante, puede saber qué es ser hombre o mujer. Ni siquiera los transexuales, que tal vez son los únicos que se jactan de tener una identidad sexual monolítica, exenta de dudas y preguntas, tienen una certeza absolutamente inquebrantable en todos los casos. Pero sobre todo, hay que tener en cuenta que si la respuesta del Otro de la Ciencia no les indujese a ello, no siempre las personas trans extraerían la consecuencia de que el único remedio sea la intervención quirúrgica para cambiarse al sexo supuestamente verdadero. Retrasar decisiones que pueden ser irreversibles no es solo una regla de máxima prudencia, es algo imprescindible en tanto es verdad que aquello que huye de las palabras se experimenta dolorosamente. Frente al agujero traumático de la falta de referentes para situarse como hombre o mujer en el inconsciente la escucha psicoanalítica, puede permitir que cada sujeto componga con este imposible su invención singular que le haga la vida más llevadera y -pese a lo que de incurable hay en la sexualidad del ser hablante- más deseable de ser vivida.

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