La enésima de ¿independencia? judicial

Es de sobra conocida mi opinión sobre la «independencia» judicial, que es exactamente la misma que sobre la «independencia» de cualquier otro sector de la sociedad. Los jueces y las juezas, los médicos y las médicas, los y las periodistas, empresarios, arquitectas, funcionarios, taxistas, deportistas, periodistas y cualquier otro sector está compuesto de personas dignísimas o no, más preparadas o menos, más capaces o menos, pero que todas y cada una de ellas tienen su ideología, su manera de pensar y de actuar, sus filias y sus fobias y sus preferencias políticas. Así es y así debe ser, y nadie se despoja de su ideología durante su jornada laboral.

Valga la reflexión (convicción) anterior para contextualizar el comunicado que, al parecer, ha emitido el juez encargado del llamado «caso Juana Rivas», y en el cual, a tenor de lo leído en varios medios de comunicación, su señoría se despacha (por supuesto, en ejercicio de su libertad de expresión) contra quienes han criticado algunas de sus actuaciones judiciales (por supuesto, también en el ejercicio de su libertad de expresión). En dicho comunicado, su señoría manifiesta su estado de ánimo (que califica de tranquilo, lo cual siempre es de agradecer) y afirma estar confiado en la corrección jurídica de su proceder (solo faltaría¡). Además, avisa a quienes le critican de que dichas críticas ni van a quebrar su ánimo ni lo apabullan. Deja su señoría a la libre opinión de quienes lean su comunicado, el discernir qué cosas son las que si quebrarían su ánimo o lograrían apabullarlo, que tampoco hay que contarlo todo.

Continúa el señor juez en su comunicado, (desoyendo las prudentes palabras del ex-presidente del Tribunal Constitucional, Sr. González Rivas, quien sostiene que «los jueces hablan a través de sus resoluciones judiciales»), transitando los tortuosos caminos de los juicios de valor, al señalar que los reproches hacia él han sido un fracaso absoluto. Cómo si correspondiera a él esa valoración, o como si esperara o deseara que su réplica, a través del comunicado, suponga un clamoroso éxito. Conviene no olvidar que el libre ejercicio de la crítica y la libre manifestación de ésta es, de por sí, un éxito democrático de toda la sociedad, también de quien es criticado. Por tanto, considerar que ser criticado equivale a un «escarnio público», como parece que se afirma en el comunicado, denota una determinada concepción del carácter democrático de la sociedad. Y afirmar que recibe la crítica (los ataques parece llamarla) con agrado y a modo de halago, por provenir ésta de quienes provienen, y que por ello, se preocuparía si recibiera, en su lugar, alabanzas, y por tanto, rechazaría las mismas, no deja de ser otra manifestación de esa concepción maniquea del concepto de democracia.

Su señoría, sin duda, habrá valorado a la hora de emitir sus sentencias todos los informes, declaraciones, pruebas, dictámenes, peritajes, sobreseimientos, archivos, reaperturas, indicios, etc, que hayan obrado en su poder. Y en base a todo lo anterior, considerando la relevancia o irrelevancia de todos y cada uno de ellos, habrá emitido su sentencia, que, insisto, es lo que debe hablar por boca del juez. Y que siguiendo la lógica judicial, podrá ser admitida o recurrida, y siempre , en un Estado de derecho, valorable, opinable y criticable o lo contrario.

Pero en este caso, no sólo ha hablado la resolución judicial por boca del juez. También ha hablado, vía comunicado, el señor juez, para participar en el debate público que ha generado, entre otras, su sentencia. Y lo ha hecho en los términos expuestos, que también son y han de ser objeto de valoración pública. El propio hecho de salir a la palestra, en primer lugar. El hecho de plantear aspectos irrelevantes desde el punto de vista jurídico, pero que forman parte de la manera de pensar de su señoría. El dejar constancia de su concepción del debate democrático, del sentido de la crítica y del significado de las opiniones contrarias a la suya.

Y, como remate, y por si quedaran dudas, calificando de sandez el uso del lenguaje inclusivo, de nuevo un aspecto irrelevante jurídicamente en el asunto, pero que, al parecer, le ha resultado irresistible manifestar a su señoría. Para despejar dudas, desde luego no jurídicas. Pues eso, que seguimos dando vueltas a la inexistente, por imposible, independencia judicial. Otro año más.

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