La Neus de Granada (1987)

El 28 de junio de 1981 Neus Soldevilla hizo el amor con su abusivo marido, que era también su patrón, y luego orquestó su asesinato a manos de una de sus hijas, mientras que sus otros hijos miraban. Un tiro en la nuca acabó con la vida de Juan Vila Carbonell. Su hija Marisol de 14 años empuñaba el arma. Neus y sus hijos tras años de maltratos habían planificado cuidadosamente el crimen y lo ejecutaron con precisión, tanto que casi consiguen el propósito de impunidad que pretendieron de no ser por Inés Carazo Hervás, la antigua criada que había regresado al servicio de la familia un año atrás, que acabó descubriendo la trama de mentiras que encubría el parricidio. Sin embargo, la calculadora Neus tenía mucho que ocultar. ¿Había sido la hija la parricida? ¿Era lícito ajusticiar al tirano?

Dos casos similares

Estas mismas preguntas planearon desde el primer momento en la instrucción del caso que rodeo la muerte y emparedamiento de Rafael Rodríguez Fajardo, de 36 años de edad, natural de Granada, fallecido a causa de un disparo la tarde del martes 15 de septiembre de 1987, en su domicilio de la barriada de La Paz en el Polígono de Cartuja.

Las acusaciones de malos tratos y las conflictivas relaciones intrafamiliares hicieron planear sobre este asunto ocurrido en Granada, la sospecha de que se trataba de un supuesto muy parecido al sucedido en Montmeló, Barcelona, en 1981. Como en el caso de la “dulce Neus”, otra mujer movilizada criminalmente por razones diversas que había que esclarecer, habría podido matar a su marido y para evitar que la acción de la justicia se dirigiera contra ella habría convenido al menos a una de sus hijas para que se inculpara de la muerte de su progenitor.

La historia de Dolores Herrera presentó demasiadas similitudes con la de “la dulce Neus”. Sin embargo, su historia no fue tan merecedora de un guion cinematográfico y de varios libros como la fue la de la barcelonesa.

Fuerte discusión

“Aproximadamente a las ocho de la tarde del martes 15 de septiembre, un día caluroso propio de pleno verano, cuando el matrimonio formado por Rafael y Dolores mantenía una de sus habituales discusiones, el marido acometió a la mujer amenazándola con una navaja que le colocó en el cuello con intención de rajárselo. Ella trató de defenderse con una porra que había tomado en el curso del enfrentamiento. Fue en ese preciso momento cuando la hija mayor Dolores cogió una escopeta de caza que había en la casa con ánimo de intimidarlos y poder separar a ambos contendientes. La niña no sabía que el arma estaba cargada. Fortuitamente apretó el gatillo y el padre cayó fulminado en el acto por el disparo. Después todos los miembros de la familia, excepto el hijo mayor que estaba ausente, habrían abandonado el domicilio y habrían deambulado hasta la mañana siguiente por las calles del barrio, hasta que decidieron regresar al hogar, en el que hallaron el cadáver del padre porque nadie había advertido aún su muerte”.

Esta fue la versión que ofrecieron Dolores Herrera, la madre, y su hija mayor, Dolores Rodríguez Herrera, de 13 años, ante el juzgado de guardia la tarde del miércoles 15 cuando comparecieron acompañadas de otra hija menor, Vanesa, y un redactor del diario Ideal, que las acompañó ante el mismo para comunicar lo sucedido.

El hijo díscolo

La noche del mismo martes, poco después de producirse el homicidio, el hijo mayor, Rafael, de quince años de edad, que según parece regresaba de una cacería preguntó por su padre. La madre le contestó que estaba dormido en la habitación contigua. Se asomó y allí estaba. Pudo verlo dormido con un cojín sobre el estómago, lo que le extrañó dada la quietud de su progenitor.

Fueron sus hermanos pequeños los que le dirían que el padre había muerto de un disparo en el curso de una discusión ocurrida aquella misma tarde. Alarmado interpeló a la madre que le confirmaría el hecho seguidamente, diciéndole que lo había matado con la escopeta de caza y conminó a Rafael a que no contase lo sucedido hasta el día siguiente en que ella misma acudiría a la policía para comunicarlo. Con ese compromiso de su madre Rafael se marchó y pasó la noche en casa de su tía Julia junto a sus hermanos más pequeños.

Emparedamiento

Aquel miércoles 16 de septiembre madre e hija madrugaron. Hacia las siete de la mañana fueron vistas tomando café en un conocido bar del barrio. Después se fueron de compras e hicieron acopio de ladrillos y yeso que trasladaron a su domicilio en una carretilla de mano. Un conocido, que viajaba en una furgoneta, las vio transportando la pesada carga en una carretilla y se ofreció a ayudarlas invitándoles a subir, a lo cual accedieron. En el vehículo viajó con ellas Miguel Barroso, novio de la hija, pero sobre el que se decía en el barrio que también mantenía relaciones con la madre. Al llegar a la casa el conocido que las había trasladado se ofreció a ayudarlas a subir los materiales, pero Dolores declinó el ofrecimiento con distintos argumentos. Poco después, cuando realizaban la labor de emparedamiento, apareció el hijo mayor sorprendiéndolas.

Cuando Rafa, el hijo mayor, regresó al domicilio familiar, descubrió que su hermana y su madre junto a Miguel Barroso, de 16 años, que era el novio de su hermana Dolores, se afanaban en la construcción de un muro de ladrillos para emparedar en una habitación el cadáver de su padre. Ante las protestas de Rafael la madre lo acometió y logró reducirlo, encerrándolo en una habitación contigua atado con una cuerda. Allí permaneció el joven hasta que logró zafarse. Después se deslizó desde la terraza a la calle y corrió a casa de su tía Josefa, la hermana de su padre, dando la noticia de lo que ocurría.

Al instante apareció Dolores Herrera en el domicilio de su cuñada Josefa. Fue interpelada por ésta sobre si había matado a su hermano. Al principio lo negó, pero después, no pudiendo aguantar más, como si se tratase de un thriller americano confesó diciendo: “Sí, lo maté anoche» y se marchó sin más. A continuación, la familia del fallecido daba cuenta de los hechos a la Policía, que montó inmediatamente un dispositivo para localizar a Dolores que para ese momento ya había desaparecido de su domicilio.

A las cuatro de la tarde fue localizado el cadáver de Rafael Rodríguez Fajardo envuelto en unas mantas, debajo de una cama ubicada en una habitación que acababa de ser cerrada tras un muro de ladrillos y yeso. El cadáver presentaba un disparo en el abdomen y dos golpes contundentes en el cráneo.

Fueron a IDEAL

Al mismo tiempo que trataban de ser localizadas, las dos Dolores, madre e hija, acompañadas de Vanesa, la hija y hermana menor, se trasladaron al centro de la ciudad por donde vagaron hasta que decidieron ir a la redacción del periódico IDEAL en donde un redactor escuchó atónito el frío y desapasionado relato. El periodista y el propio director del diario, Melchor Saiz-Pardo fueron invitados a ir a la casa a comprobar la veracidad del suceso. No fue necesario. A continuación, las dos niñas y la madre, acompañadas por el periodista marcharon al juzgado de guardia, donde repitieron su historia. Un relato cargado de reproches hacia el comportamiento del marido y padre, “por los continuos malos tratos que les dispensaba”, dijeron.

Dolores Herrera fue detenida y puesta a disposición policial. La hija, Dolores Rodríguez Herrera, fue conducida a un centro de acogida de menores de una congregación religiosa en la zona Sur de la ciudad. La Policía tardó dos días en aclarar lo realmente sucedido.

Qué pasó

Se pudo esclarecer que la tarde del 15 de septiembre de 1987  fue Dolores Herrera quién disparó contra su marido cuando éste estaba recostado en un sofá descansando, utilizando para ello una escopeta que la madre había obligado a cargar a su hijo menor, Javier, a la sazón de once años de edad, para a continuación rematarle con dos golpes de picola en la cabeza.

Dolores Herrera se cercioró de que el disparo no pudiera ser oído por los vecinos, para lo cual encargó a su hija mayor y a sus dos hijos menores, de doce y once años de edad, que comprasen petardos y los lanzasen por la calle cuando ella dijera. Asimismo, suministró a su marido, con quien mantenía unas tensas relaciones, un somnífero para ayudarle adormecerlo. En esta situación disparó a bocajarro un disparo en el estómago a su esposo y dos golpes con una picola de mano para asegurarse de la muerte.

Tras el parricidio se personó la hija mayor y ayudó a la madre a trasladar a otra habitación el cadáver de su padre, momento en el que hicieron aparición los dos hermanos pequeños, quienes vieron el cuerpo de su padre y rastros de sangre en el suelo. Después apareció el mayor, Rafa, que fue convencido por la madre de que no denunciara los hechos porque lo haría ella al día siguiente.

Todos los menores salvo Dolores, por indicación de la madre pernoctarían aquella noche en casa de la abuela, en tanto que Dolores Herrera y su hija mayor pasaban la noche vagando por el barrio. Al día siguiente fueron a buscar a un albañil con el propósito de que les ayudase a tapiar el cadáver, pero al no encontrarlo fueron a por Miguel Ángel Barroso, novio de la hija y con conocimientos de albañilería para realizar el emparedamiento. Después sería descubierto por Rafa, el hijo mayor, y tras pasar por el diario Ideal, madre e hija, narraron la versión de los hechos que habían preparado, ante el titular del juzgado de guardia.

La víctima

Rafael Rodríguez, cuyo cadáver fue inhumado al día siguiente de su muerte en el cementerio de Granada, poseía un taller de forjado de hierro, donde construía rejas para ventanas, con la ayuda de su hijo Rafael, de 15 años. Poco antes de ser asesinado por su mujer le habían tocado dos millones de pesetas en el sorteo de la ONCE. Los vecinos que declararon en el proceso calificaron la vida del fallecido como «irreprochable», y dijeron de él que era «una persona amable, dispuesta a hacer favores». Estos vecinos añadieron que Rafael Rodríguez, al que conocían por “el Flecos”, era amigo de la caza y que nunca comentó entre sus conocidos los problemas domésticos que su mujer dijo mantener con él. Nunca supieron, si es que eran ciertas, de las discusiones entre ellos. Su mejor amigo manifestó que “Rafael era muy reservado y muy bueno, tanto que no hablaba por no pecar”.

Frente a estas opiniones la madre y la hija mayor mantuvieron que la casa era un infierno y que los hijos no lo querían. Dolores Herrera declaró que “no lo había denunciado porque él, la habría matado”.

Rafael Rodríguez Fajardo y Dolores Herrera Hernández se habían casado hacía 17 años y siempre habían vivido en la casa del barrio de la Paz del Polígono de Cartuja donde fue asesinado. La desgracia se había cebado con él en aquellos días, porque poco antes un joven familiar suyo había perecido ahogado en una playa de Granada.

La sentencia

El acto de juicio oral de la causa tuvo lugar en los primeros días del mes de julio de 1989. El 11 de julio de 1989, casi dos años después de la comisión del crimen, fue pronunciada la sentencia. Como en el caso de la “dulce Neus”, la Sala de lo Penal de la Audiencia de Granada impuso a la esposa parricida, Dolores Herrera Hernández, la pena de veintiocho años de reclusión mayor como autora de la muerte de su esposo, Rafael Rodríguez Fajardo, y por su posterior emparedamiento para ocultar el cadáver. El Tribunal consideró en su sentencia la agravante de premeditación. En cambio, no apreció la agravante de alevosía al no poderse probar si hubo o no discusión previa al crimen. Sí que quedó probado que fue Dolores Herrera quién disparó y que cuando fue sorprendida tras la comisión del parricidio por su hijo Rafael, le dijo: “ya me he desecho del fresco antes de que él me mate a mí”, lo cual fue revelador para la Sala de la premeditación empleada.

El Tribunal condenó también al “amante” —así lo dice la información del momento extrayéndolo de la sentencia— de Dolores Herrera Hernández y novio de su hija María Dolores, Miguel Ángel Barroso, a la pena de un año de prisión en calidad de encubridor de los hechos con la atenuante de menor edad. Ambos procesados fueron condenados al pago de las costas y a indemnizar a los hijos de la víctima con diez millones de pesetas.

El caso de la “Neus de Granada” había quedado definitivamente cerrado.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS

Wordpress (0)
Disqus ( )