La reforma del Mirador de San Nicolás

Iba hoy a tratar sobre la reforma fiscal en ciernes, pero la realidad se sobrepone, y sin perjuicio de que de que haga una leve anotación al respecto, trataré de algo que me preocupa tanto o más que la anunciada “revolución financiera” de la nueva normalidad, y me ocuparé de la recién anunciada reforma del mirador del San Nicolás.

Vamos a ello con el primer asunto. En los últimos días se escucha y se lee que el problema de nuestro país son los políticos. Y en gran medida es cierto, no ya por su incapacidad para reconducir nuestra situación económica sino por su número e idiosincrasia. En España tenemos una administración excesiva repleta de cargos públicos que conforman un aparato del estado enorme y poco operativo. Nuestros políticos escenifican diferencias e identidades variopintas que pocas veces se acercan a los sentimientos reales de los ciudadanos pero que les permiten seguir manteniendo su estatus mientras la gente pierde calidad de vida y sufre miedo e incertidumbre.

¿En que situación se encuentra nuestro país? La respuesta es bien fácil. Quién más y quién menos tiene su particular diagnóstico, no anda bien. Y no sólo a resultas de la crisis pandémica, sino por la incapacidad de que nuestra clase política deje de frivolizar con la situación y comiencen a tomarse en serio la gravedad de la situación aparcando las disputas políticas. Se vislumbra en el horizonte de esta situación de colapso social, político y económico, eufemísticamente llamada Nueva Normalidad, un nuevo error que añadir y que hará que todo precipite hacia el fracaso de las finanzas. Se habla ahora de una “nueva fiscalidad”, de una “nueva justicia fiscal”, por el presidente Sánchez más proclive a las campañas de marketing que al de la gestión eficaz. España parece que pronto pasará a ser una nación sometida por el Sheriff de Nottingham, que exprimirá a los españoles, a las clases medias por supuesto, hasta dejarlos exhaustos. Esta política errónea ya la puso en marcha Zapatero y la después la continuó Rajoy. En el escenario económico actual elevar los impuestos es equivalente a cometer una atrocidad. Subir los impuestos indirectos, no es tratar con más justicia al que menos tiene, sino tratar a todos por igual, independientemente de cuál sea su nivel de renta. Igual pagará por los bienes de consumo un rico que un pobre, con la obviedad de que el rico soportará mejor un esfuerzo añadido, un mayor costo final, que un pobre, que habrá de dedicar un mayor porcentaje de su disponibilidad de renta, para acceder al mismo bien que el mas pudiente. Y, ya, lo que queda para conducirnos al abismo es bajar los salarios, que muy posiblemente lo veremos muy pronto.

Pero como tiempo habrá para tratar y hablar de ello y espacios se abrirán para abordar con detalle la deriva económica y fiscal a la que parece que estamos ya abocados, vayamos con el segundo asunto que propuse al comienzo de este artículo. Se trata claramente de otra cuestión netamente distinta, más local, por supuesto, y más sentimental sin ninguna duda. Desde que escuché exponer tras la celebración del último Pleno municipal al edil Francisco Fuentes -que vaya por delante es, sin ningún género de duda, el concejal más solvente que tiene la corporación, por muchas razones-, el anuncio de la remodelación del “mirador de San Nicolás” con fondos procedentes de Europa, ando indagando sobre el asunto. Seré breve, muy corto en la exposición de mi parecer, sin perjuicio, que deba ser más laxo en un futuro.

Expuso el señor Fuentes que con entre los proyectos que el consistorio granadino ha enviado al Ministerio de Hacienda para solicitar participación en los fondos EDUSI de la Unión -también conocidos como fondos DUSI-, se ha elevado el de la remodelación del citado emplazamiento albaicinero, que fuera calificado por el expresidente Clinton, que lo conociera cuando en su juventud allá por final de los años sesenta lo visitara como un viajero del flower power, y lo visitara con ocasión de su visita a nuestro país siendo ya el titular de la Casa Blanca, que “este era lugar desde donde se observaba la más bella puesta de sol del mundo”. No sé si recuerdan, pero yo sí, la que se lió con aquello. Kiki Díaz Berbel se dispuso a sacar partido de tan elevada verdad convertida en máxima irrefutable y tuvo que llegar hasta poner escolta policial día y noche al monolito que erigió en el lugar para conmemorar la cita y al alto visitante. A la postre le costó las elecciones, más que nada, porque esta ciudad es lo que es y sus habitantes, tan particulares como singulares, somos lo que somos. Parece que no aprendemos, o mejor, no aprenden algunos, y la historia, o por lo menos la polémica innecesaria, se atisba en el horizonte granatensis. Porque tocar en un lugar así, en principio, solo porque se quiera acceder a unos euros europeos, parece poco reflexivo.

Pido al consistorio que medite la situación y la intervención. Que hable con los agentes sociales. El mirador de San Nicolás está bien cómo está. Nunca estuvo mejor que ahora, ni antes estuvo de modo diferente a como lo es en este momento. El transcurso de los años ha hecho que haya pasado de ser un lugar de terrizo a un lugar de típico empedrado granadino; de un lugar -desde luego hace muchas décadas-, sin bancos para sentarse, a un lugar ordenado con poyos de gruesa piedra de mármol de Sierra Elvira, como siempre fueron las buenas cosas típicas en nuestra ciudad, y un lugar siempre ocupado por interesados en dar a sus pupilas la sin igual contemplación de la fortaleza Alhambreña erguida sobre Valparaíso, cabalgando sobre la Sabika, con el telón de fondo del, ora níveo, ora pardo, macizo nevadense.

San Nicolás, y es mi opinión, no necesita nada más que un mejor trato por los visitantes y su mantenimiento tal y como es. No necesita, como suele ser habitual en este tipo de improvisaciones que en la mayoría de las veces son conducidas por el arquitecto de turno hacia la más sublime de las horteradas, ni bancos de diseño, ni luminarias distintas que simulen un encanto que no necesita, ni balizas, ni barandas -nunca se ha descalabrado seriamente nadie por precipitarse desde el pretil del observatorio-, ni ninguna otra zarandaja con la que el Fidias del XXI trate de consagrarse a costa de un lugar que debe permanecer tan invariable como prístino.

Con esta mi primera aproximación al tema y del debate que se avecina, pido al consistorio cordura, mesura y más que nada sosiego, para no intervenir en un lugar que solo se mantiene con el suspiro del tiempo y la especialidad de su panorámica. No se trate de poner en valor lo que ya lo está, haciéndole perder, como ha sido norma en Granada, el encanto a uno de los lugares más paradigmáticos, si acaso el más para ejemplar, dentro de los que atesora el Albaicín y Granada, para justificar que se hacealgo. Sinceramente, no creo que sea necesaria una intervención como la que según parece, espero equivocarme, se pretende hacer en uno de los miradores mas emblemáticos, no de Granada, sino del mundo.

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    Es una verguenza, como nos están quitando la esencia de una de las ciudades mas bonita del mundo. Con la connivencia de cultura de la Junta de Andalucía por supuesto. Ya que no se pueden llevar nuestro patrimonio al menos nos pueden arrebatar nuestra belleza y nuestro potencial. Como se a permitido cultura dar el visto bueno en plaza Nueva al edificio junto a la real chancilleria? Entiendo que en los años 60 o 70 se cometieran barbaridades, pero hoy no tiene sentido ni lógica. VERGUENZA Y TRISTEZA.

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