Limbos y negociaciones poco patrióticas

Escribo el 21 de Julio y parece que ha habido acuerdo en la Cumbre Europea sobre los fondos extraordinarios para la reconstrucción, tras la pandemia del coronavirus. Cinco o seis días no son nada, en comparación con lo que había en juego, que, en mi opinión, iba mucho más allá de unas cantidades y unos números, siendo éstos importantes. Lógicamente, en un acuerdo a 27 bandas, todas y todos habrán cedido, apretado, renunciado, conseguido, transaccionado, replanteado y finalmente aceptado. Incluso puede que alguien se haya subido o se haya bajado de algún limbo, más allá de espúreos y ridículos titulares de urgencia de opinadores aburridos, que han «opinado» de la cumbre europea y sus contenidos con similar ligereza a cómo lo hacen de cualquier otro asunto que se les cruce. El caso era llenar renglones.

Y a ser posible, renglones escasamente patrióticos, pues bastantes no han disimulado que, en esta cumbre, como en cualquier otra circunstancia, se trataba de repartir estopa al gobierno de España y a su presidente. Que si no llevaba los deberes hechos, que si ha viajado antes de la cumbre, que si ha escuchado mucho y hablado poco, o hablado mucho y escuchado poco, que si ha tomado pocos apuntes, que si no llevaba notas. Argumentos la mayoría, de similar enjundia y calado político. Sin olvidarnos de los recurrentes «se ha arrodillado ante Bruselas», «no ha defendido los intereses de España», siempre tan a mano cuando no se sabe por donde sopla el viento.

No se trata de hacer seguidismo del gobierno, de éste o de cualquier otro. No es eso. Se trata de comprender, medianamente, en qué estamos y cómo lo abordamos. Y nos encontramos en una complejísima situación política, social y sanitaria, que demandaba de la (muy mejorable) estructura administrativa y política de la Unión Europea, una respuesta lo más contundente, enérgica y cuantiosa posible. Primero, demandaba una respuesta, lo que no estaba tan claro. Y después, que ésta fuera contundente, cuantiosa y útil a los objetivos de recuperación. Por tanto, había que procurar, en primer lugar, esa respuesta. Y creo que el papel de España, sin alharacas, en la búsqueda (incluso persecución) de una respuesta, no ha estado mal. Con eso basta, incluso sería un lugar de «encuentro», no ha estado mal, pero ni eso han concedido bastantes sectores de la sociedad española, que seguramente hubieran preferido no buscar la respuesta. Que por tanto, han de aceptar (aunque les pese) que nuestro papel ha estado más que bien. Y qué decir, de la respuesta en sí. No era la que quería España, seguramente. Tampoco la que quería Holanda, seguramente. Es la que quieren los 27 países, con total seguridad.

La respuesta a la gran pregunta eterna «¿ésto quién lo paga?», entendiendo por «ésto» todas las medidas que habrán de adoptarse para recuperar y reconstruir lo que la pandemia ha desecho. Se trata de actuar con rigor, tratando de recuperar la actividad económica lo antes posible, y asegurando, a la par, la salud de la ciudadanía. Y hacerlo, partiendo del anterior Consejo Europeo, que ya asumió que no era posible una negativa frontal a la demanda de los países del sur de Europa de establecer una especie de Plan Marshall, o dicho en palabras del presidente del Consejo, el belga Michels, «un fondo de recuperación necesario y urgente, de suficiente magnitud, dirigido a los sectores y áreas geográficas más afectadas por esta crisis sin precedentes». Y esta Cumbre europea, recientísima, debía desarrollar y así lo ha hecho, las magnitudes concretas de los fondos y el carácter de los mismos, asuntos en los que existían (y pese al acuerdo alcanzado, siguen existiendo)discrepancias, resueltas de forma negociada en los últimos días.

Las posiciones de partida de cada Estado miembro eran unas, y la posición de llegada de todos los Estados miembros ha sido otra. Entre tanto, debate, reuniones preparatorias, tiras y aflojas, amenazas de desacuerdo, largas noches, etc, lo que es natural. Pero creo que España sale razonablemente bien de esta cumbre para afrontar los retos nacionales de mejor manera. Retos que habrán de plasmarse en los futuros Presupuestos Generales del Estado, una ardua tarea a la vista de la variabilidad de apoyos y alianzas políticas y parlamentarias existente, la nula cooperación de la oposición conservadora y la necesidad de ordenar y racionalizar todos los compromisos derivados de la situación vivida.

Los próximos PGE, a la vista de las cuantías y modalidades de los fondos extraordinarios aprobados en la Cumbre europea, habrán de contemplar los compromisos de gasto y seguramente una reconsideración completa del sistema fiscal que haya de sostener la nueva situación. Igual a ésto se refería el primer ministro holandés Rutte cuando le hablaba a Pedro Sánchez de «buscar soluciones dentro de España». O puede que en esto estuviera pensando el patriota señor Casado cuando pedía «reformas, reformas». El caso es que habrá que transitar por una senda que permita aplicar y evaluar los planes de desescalada, garantizando la salud de la población y recuperando la actividad económica de todos los sectores productivos, si bien la pura racionalidad nos muestra las dificultades del desconfinamiento sin disponer aún de un remedio para el covid 19. Como han señalado varios expertos y la experiencia está demostrando, la «nueva normalidad» es mucho más endeble y delgada que la «vieja normalidad», puesto que existe una contradicción, posiblemente irresoluble entre el retorno a la actividad y la prevención sanitaria.

No parece que la situación permita excesivas bromas, más bien exige seriedad y responsabilidad. Legítimas todas las posiciones, por supuesto, empezando por ésta: la complejidad de la situación y de las posibles soluciones convierte en patéticas y ridículas las opiniones chabacanas, sobre detalles sin importancia, y de mera coyuntura, que sobre la Cumbre se han producido y se siguen produciendo, entre otras cosas, porque casan muy mal con el pretendido patriotismo de las mismas.

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