Miércoles de río y colapso

El pasado 6 de noviembre, en plena efervescencia electoral (nunca mejor dicho pues el domingo 10 hubo partidos que subieron como la espuma y otros que se disolvieron como un azucarillo), se organizaron dos actos en los que la sociedad civil organizada dejó constancia de su vitalidad y de su capacidad para proponer respuestas alternativas.

La mañana de ese miércoles Ecologistas en acción presentó, de la mano de Santiago M. Barajas, el proyecto de renaturalización del tramo urbano del río Genil.

La tarde de ese miércoles la Red de redes de economía alternativa y solidaria (REAS) organizó una Feria de consumo responsable y economías transformadoras en el Campus de Cartuja que se cerró con una conferencia de Carlos Taibo.

Santiago M. Barajas fue una de las personas “causantes” (y actualmente un activo divulgador de sus positivas consecuencias para la vida vegetal, animal y social) de la renaturalización de un tramo del río Manzanares a su paso por Madrid.

Carlos Taibo fue profesor universitario (aunque creo que esa faceta nunca se pierde y lo continuará siendo) y actualmente es escritor, ensayista y conferenciante por toda la geografía peninsular. Su conferencia en un aula magna de la facultad de Económicas y empresariales casi al completo se titulaba como una de sus obras, “Colapso: capitalismo terminal, transformación ecosocial y ecofascismo”,que ya va por la tercera edición. Una exposición directa y demoledora, sin pausas y sin evasivas. Una manifestación de racional convencimiento compartida sin afán de proselitismo.

Salvo para algunas mentes estrechas, parece que va asentándose la constatación científica de que la crisis climática de origen antrópico va a transformar nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con nosotros mismos. A partir de ahí, existen divergencias acerca de cómo habrá de producirse ese cambio. Hay quien sostiene que, apoyada en la tecnología, la transición será progresiva y controlada. Y, por el contrario, también existe una corriente de pensamiento en la que confluyen especialistas de distintas áreas de conocimiento que defiende que la mutación civilizatoria será disruptiva. En su ensayo, Taibo, después de tratar acerca del concepto y naturaleza del colapso, recopila varias experiencias históricas anteriores y, a partir de la Historia plantea diversas salidas –algunas de las cuales son a evitar a toda costa- para ese colapso aún sin fecha fija, pero cada día más próximo, del capitalismo tal y como lo entendemos hoy. No voy a entrar en profundidad pues lo que hay que hacer es leer su libro, pero sí que me quiero quedar con una constatación antropológica que señala: las comunidades rurales más apegadas a la naturaleza tienen más posibilidades de sobrevivir que las urbanícolas en situaciones de crisis. No es necesario pensar en los bosquimanos del Kalahari sino simplemente recordar que hace setenta años, en los tiempos del hambre y de las cartillas de racionamiento, la gente de los pueblos sufrió mejor las carencias que las de las ciudades. La llamada España vaciada, los territorios de la periferia, rodeados de campo, estamos destinados a soportar en mejores condiciones el colapso siempre y cuando no pretendamos renunciar a todo lo que nos dan la vega y la sierra.

Tampoco es necesario recordar que, desde el Puente Verde hasta su salida de la zona urbana, el río Genil ha sido convertido en un hilo de agua que corre por un profundo canal de hormigón. Aguas arriba y aguas abajo tiene riberas, tiene árboles, tiene suelo, tiene vida. Y nadie dice que el río está sucio. Es más, ya disfrutamos del Darro a los pies de la Alhambra y los ríos Monachil y Dílar también ofrecen espacios para la vida natural.¿Por qué no recuperar esa vida, ese suelo, esos árboles, esas riberas en pleno centro urbano? Y que todas las personas, vecinas y foráneas, podamos decir que tenemos un río limpio. Si se ha podido hacer con el Manzanares en Madrid, ¿en Granada no podríamos recuperar el Genil?

Ecologistas en acción han presentado y ofrecido un proyecto para devolver la vida al Genil con un coste económico reducido y con cuantiosos beneficios naturales, sociales, culturales y, por qué no decirlo, también económicos al ofrecer una estampa urbana distintiva. Recuperar la naturaleza en el corazón de Granada puede ser una muestra, aunque sea testimonial, de que volvemos a mirar al campo que nos rodea y que le abrimos la puerta, de que nos preocupamos y ocupamos de restaurar el medioambiente urbano. Las declaraciones institucionales de emergencia climática no sirven de nada si no se acompañan de acciones decididas para atacar los problemas de base. Ahora que aún es posible, es tiempo para la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir y el Ayuntamiento de Granada de asumir y hacer real la iniciativa.

Sin embargo, es la sociedad civil quien debe liderarlos cambios, comenzando por el mental –un esfuerzo personalísimo que no puede delegarse-, pues se juega mucho en el envite. Por eso siempre son de agradecer el trabajo, las ideas, las propuestas de Ecologistas en acción, Santiago M. Barajas, REAS Andalucía y Carlos Taibo que ponen en primer plano, sin caer en el simplismo ni en el voluntarismo, modelos alternativos de pensamiento y de actuación.

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