NIMBY, las frases hechas y la huelga mundial por el clima

NIMBY no es un personaje ni real ni imaginario; es el acrónimo de la expresión inglesa “not in my back yard” que podría ser libremente traducido como “no quiero eso en mi patio”. Queremos disfrutar de electricidad, telefonía, recogida selectiva de residuos, autobuses, coches… pero queremos que las torres, las antenas, los contenedores, las marquesinas, los gases… estén lo más lejos posible, allí donde se pierde la vista.

Ha llegado el momento en que se acabaron los lugares allí donde se pierde la vista pues las externalidades nos han alcanzado y esos efectos no deseados de la vida moderna ya los estamos pagando todos los seres vivos que vivimos en el planeta. Vivimos con la convicción de que los suelos, los ríos, los mares, la atmósfera absorben y purifican lo que los seres humanos extraemos, transformamos, creamos y consumimos para luego desechar, pero la comunidad científica –la seria, no la negacionista- está convencida de que hemos alcanzado el punto de no retorno del calentamiento global: la naturaleza es incapaz de asumir el estrés al que la sometemos. Al tratarse de un proceso de multipolución persistente, acumulativo y que se retroalimenta, es poco susceptible de ser revertido, a lo sumo lo único que podemos conseguir es mitigar sus efectos siempre y cuando actuemos ya mismo de forma radical (en el sentido de atacar en origen las causas). Es difícil poner barreras o fronteras a las corrientes marinas, a los vientos o a la radiación…

Por eso pretender que no nos perturben los efectos del cambio climático es vivir al margen de la realidad, nos alcanzarán allá donde nos escondamos y no los veremos venir. El ideal de progreso y de desarrollo infinito nos ha traído hasta aquí. Y la fe ciega en la capacidad de la tecnología para evitar la catástrofe no hace sino retardar la toma de decisiones que, por drásticas y antipopulares, los poderes públicos van posponiendo, más preocupados de su propia supervivencia que del bienestar de la gente. La procastinación y la desidia no son soluciones a un desafío desconocido; necesitamos respuestas rápidas y contundentes.

El profesor Esteban de Manuel señala que Andalucía es una de las áreas geográficas más afectadas y vulnerables al cambio climático. La más que segura extensión de la desertización supone una amenaza especialmente importante para nuestra soberanía alimentaria. Los expertos pronostican una caída a nivel global de un 30% en la producción de alimentos por lo que en Andalucía se cierne una gran amenaza sobre olivares, dehesas y vides, al tiempo que la agricultura de regadío puede colapsar por la pérdida de precipitaciones y el agotamiento de los acuíferos.

Es una herencia envenenada que tendrán que gestionar nuestros jóvenes. Mucha de esta juventud ha despertado una consciencia y conciencia mundial de la magnitud del problema: Esteban de Manuel habla de la justicia climática como el nuevo reto transversal del siglo XXI. Este reto debería figurar en letras muy grandes en la primera página de las agendas políticas a todos los niveles aunque es el gran olvidado de nuestra vida pública. A partir de febrero de este año, llegó a España la ola verde europea con el movimiento Fridays For Future y sus concentraciones semanales ante las sedes gubernamentales. El impacto de las movilizaciones ha llevado a distintas instituciones a aprobar declaraciones de emergencia climática, pero el seguimiento de esas declaraciones muestra que se han quedado en mera palabrería, en un simple “lavado de cara verde” y en el momento actual no podemos permitírnoslo.

Ese despertar a escala planetaria de las conciencias sobre la emergencia climática que toma aliento y las calles con las movilizaciones mundiales por el clima anunciadas para la semana en la que nos encontramos, es un ejemplo de un nuevo internacionalismo, de una acción conjuntada con liderazgos fluidos con un objetivo compartido: la defensa de la supervivencia del ser humano como especie independientemente del lugar en el que se encuentre.

Ante una emergencia es obligado movilizarse. Ante una emergencia climática con más razón. La causa que nos mueva –económica, moral, religiosa, solidaria, egoísta…- es lo de menos; lo fundamental es asumir el reto como propio y forzar a las instituciones públicas a asumir sus responsabilidades pues son quienes disponen de la capacidad financiera, organizativa, legislativa, imperativa para intervenir ante amenazas para su ciudadanía.

La expresión popular dice que “el venga detrás que arree” y una frase francesa, que encaja a la perfección con lo que nos ocupa, proclama que “después de mí, el diluvio”. Pero somos muchas las personas que entendemos que no debemos dejar una hipoteca descomunal a nuestra descendencia, que no podemos delegar en otros que vienen detrás la solución de los problemas que nosotras mismas hemos participado en causar. Me gustaría que mi hijo y mis hijas recordasen que yo puse todo de mi parte para dejarles un aire respirable.

Por estas razones y por muchas más, yo participaré en la huelga climática el próximo viernes 27 de septiembre.

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