Nuevo Mundo

Hace unos días tuve la ocasión de ver uno de esos videos que muestran y comparten la fingida sorpresa de un usuario cualquiera que espera la llegada de un taxi. El coche se detiene, con la ayuda constante del teléfono móvil, el viajero introduce un código en un teclado que le permite abrir la puerta, sube al vehículo saludando a la nada, pues nadie hay al volante que pueda devolverle un hola, ni siquiera una voz mecanizada y programada que protocolariamente amenice el inicio de un trayecto, que, fijado de antemano, comienza para poner fin a la breve secuencia. Lo sé, no es sorprendente en absoluto, es más, para mí y por mor de mi profesión, me apena todavía más de lo que me indigna, intentaré explicar por qué.

Lo que es bueno para unos es malo para otros; hasta aquí de acuerdo, pero lo interesante, o lo inteligente,(inquietante vocablo,) sería, a mi juicio, saber en qué lado nos encontramos y conocer el alcance de las consecuencias que puedan acarrearnos los hechos en cuestión, es decir, si nos beneficia, nos perjudica y, ojo, desechar cuanto antes la idea de que no nos va a afectar en absoluto. ¿Difícil?,no, ni siquiera complicado; prácticamente imposible, pues gracias al neoliberalismo, remodelada denominación del capitalismo de toda la vida, han logrado hacernos creer que no existe alternativa. Así, lo abrazamos contentos, anhelantes, luego, cuando el daño es ya irreparable, se nos responde con pérfida sonrisa y un encogimiento de hombros, tal como hiciera Rodrigo Rato: “Es el mercado, amigos”. Pero bueno, a lo que iba, ¿que el futuro a corto plazo es que se pierde la profesión de conductor?, solo afectará a unos cuantos millones de trabajadores en todo el mundo, habrá que reciclarse. Lo mismo ocurre con las grandes cadenas de restauración, esas que venden comida basura y en cuyos establecimientos el propio consumidor ejerce de camarero. O como sucede con esta modernidad de la banca “on line”, que suprime sucursales y puestos de trabajo a porrillo, donde además los empleados que van quedando te animan e ilustran de cómo realizar tus operaciones en el cajero, un suicidio laboral asistido. Y qué decir de la nueva modalidad en los supermercados: la caja automática. ¿Seguimos con las grandes multinacionales?, sí, me refiero a esas que igual te sirven a domicilio una lavadora, un juego de neumáticos, una muñeca hinchable, un sillón anatómico… Hombre, esas al menos dan trabajo, habrá quien oponga. Pue sí, a la par que arrasan con las tiendas de toda la vida, contratan, o no, en situación precaria, por supuesto, a chavales de cuarenta y tantos años que se dejan esclavizar porque no tienen ni para comer. Pero que tampoco hay que preocuparse por esta horda de muchachos; nótese la ironía, ya están estudiando la forma, especialmente las plataformas de comida a domicilio, para que hasta la tarea de repartidor recaiga sobre drones teledirigidos.

Aunque haga punto y aparte podría haberlo dejado en puntos suspensivos, esto es un no parar y hemos caído en una espiral sin retorno.Pero la rabia me impide continuar con estos ejemplos, son y serán muchas las profesiones que se han perdido y se van a seguir perdiendo, bien sea porque los tiempos cambian y más aún para que las empresas ahorren salarios y cotizaciones. ¿Y los miles de trabajadores que Amazon, Twiter, Google, Facebook, etcétera, están despidiendo en todo el planeta, es que pierden dinero? No, pero no alcanzan los beneficios astronómicos a los que han acostumbrado a sus accionistas e inversores, y eso es algo inadmisible. Así que entre la voracidad de este capitalismo sin escrúpulos y la escalada meteórica de la inteligencia artificial, nos está quedando un panorama de lo más parecido a la película Matrix, espeluznante.

He comentado en muchas ocasiones lo de este auge imparable de la tecnología, sobre todo en lo tocante al coche autónomo, que amenaza con mandarme al paro. Algún compañero me dijo que estaría muy bien eso de tener un coche que trabaje por ti, me dejó sin palabras, así que no pude responder lo que pensaba: me pareció un iluso. Pero peor fue lo que me respondió un usuario ante el dilema de saber, quién coño va a cotizar cuando no haya nadie a los mandos de un taxi o a cargo de todos los trabajos que he mencionado antes. Bueno, eso tiene arreglo, disertaba el buen señor, se puede obligar a las empresas a pagar unas cantidades estipuladas por cada vehículo, o maquinita, o lo que sea que esté realizando esa ocupación. Una vez más quedé mudo, menos mal que ya estábamos llegando, de otro modo y por zanjar la conversación, le hubiera dicho: Se conoce que usted no asistió a clase el día que daban la Revolución Industrial, la del siglo XVIII digo, ni creo que se haya enterado que ya estamos inmersos en la cuarta, o 4.0, disipe usted la nube de humo que le nubla la razón, hombre, y ponga los pies en la tierra. Bienvenido al mundo real. Bienvenidos al Nuevo Mundo.

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