Periodismo futbolero

Si el fútbol es el deporte más popular en España, tanto en número de seguidores como de practicantes, la sección “deportes” de cualquier medio de comunicación debería priorizar las noticias más relevantes relacionadas con este deporte. Pero no es así. Los medios informan poco de fútbol y mucho del negocio y los chismes que generan 2/3 clubes de la 1ª división.

Nada debiera ser más relevante que los partidos de la selección nacional, durante la fase de clasificación o cuando gana un torneo, y la información que fluye en torno a dichos partidos, desde la convocatoria hasta el pospartido. Pero no es así. Los medios dedican sus portadas a la selección masculina antes, durante y después del partido y sólo dedican, de pasada, los minutos de la basura a las campeonas del mundo y de Europa de fútbol femenino.

A nivel de clubes, nada hay más relevante que participar y ganar la Copa de Europa (¡manda narices la sumisión cultural de la “champions”!) que genera información para cubrir toda una temporada o lo que dure el equipo en las series clasificatorias. Pero no es así. Al equipo campeón de Europa de fútbol femenino apenas se le dedica un escaso minutaje en los informativos a partir de los cuartos de final y raramente es noticia de portada.

La relación de un equipo con la afición del pueblo o la ciudad debiera ser un lazo cómplice forjado entre el vecindario, las amistades y la parentela, que comparten sufrimientos y alegrías en la grada durante el partido, y quienes juegan. Pero no es así. La información en los medios fomenta el seguimiento a 2/3 equipos masculinos de 1ª que, en provincias, son animados por parte de la afición local, ambos equipos con un 75% de guiris en sus filas.

La verdadera afición futbolera debiera disfrutar de la técnica, la táctica y el juego, individual y/o colectivo, desplegado sobre el terreno de juego por veintidós deportistas sin atender a otras circunstancias extradeportivas. Pero no es así. Los medios fomentan que una parte de la “afición” disfrute si gana “su” equipo y pierde el contrario. Esa misma “afición” sufre si pierde “su” equipo y gana el rival. Ni los unos disfrutan de Cristiano ni los otros de Messi.

Cualquier deporte debiera proyectar, en la sociedad en general y en la afición en particular, una serie de valores intachables, identificables y asumibles sin fisuras por el conjunto de la afición y de la ciudadanía, sobre todo por el sector más joven de la misma. Pero no es así. Los clubes miman a grupos de “aficionados”, marginados sociópatas, que airean en la grada su misoginia, su racismo, su homofobia o directamente su fascismo. Jugadores “famosos” promueven el consumismo o la ludopatía en una rentable publicidad. UEFA, FIFA y RFEF prohíben la simbología “política” donde incluyen brazaletes LGTBI o banderas palestinas, pero admiten a Israel en competiciones europeas y simbología nazi y franquista en la grada.

Un gran partido de fútbol es aquél en el que ambos equipos despliegan un juego individual y colectivo al mismo nivel de excelencia. Pero no es así. Los medios sólo informan de los partidos de 2/3 equipos masculinos de 1ª, jueguen como jueguen, excusando siempre las derrotas, cuestionando a jugadores, entrenadores y árbitros y magnificando las victorias.

Las tertulias futboleras, como las políticas, son veneno. Están especializadas en vender odio, guerracivilismo, camisetas, chismorreos y todo lo relacionado con los 2/3 equipos masculinos de la 1ª división y los jugadores de moda que deciden en cada temporada. Cristiano Ronaldo en Arabia y Mbappé en Francia han tenido muchos más minutos en los últimos años que las campeonas del mundo y de Europa. Poco fútbol y mucho negocio.

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