Ser mujer no es un sentimiento

El denominado “Patriarcado” ha sido un hecho real, y en la inmensa mayoría de países no europeos es un hecho actual. Incluso en los países europeos queda todavía mucho por hacer.

En las transformaciones económico-sociales y políticas ocasionadas por la revolución del Neolítico, la mujer debido a sus características físicas (menor fuerza física) y biológicas (la maternidad) quedo relegada a un papel secundario en las relaciones sociales y de poder, quedando su actividad circunscrita fundamentalmente al ámbito doméstico, y supeditada al hombre.

Esta situación de injusticia se ha mantenido de forma constante hasta prácticamente la actualidad, salvo casos excepcionales, como Leonor de Aquitania, Isabel I de Castilla o Catalina II de Rusia.

En este sentido, me resulta sorprendente el desprecio y animadversión a la figura histórica de Isabel la Católica por parte de las feministas de “última generación” del populismo de izquierdas. Teniendo en cuenta el coraje y la capacidad que mostró, sinceramente creo que estas “luchadoras de salón” no le llegan ni a la suela de los zapatos. De igual manera, no estoy de acuerdo con las peticiones de canonización procedentes dela ultraderecha. Tampoco era una Santa.

En Europa, el progresivo cambio de mentalidad de las sociedades, especialmente en el tema de la igualdad, la educación y la familia, la extensión del uso de la maquinaria para realizar las labores más pesadas, o la expansión del sector servicios (turismo, comercio, hostelería,…) que requiere más seso que músculo, ha facilitado la independización de la mujer y su “empoderamiento”. Se ha alcanzado una igualdad formal jurídica, pero aún queda por hacer para conseguir una igualdad efectiva de derechos y deberes entre hombres y mujeres, especialmente en lo concerniente al acoso sexual y a la conciliación de la vida familiar y laboral.

Es decir, la realidad femenina está definida por sus características estructurales que vienen determinadas por su genética (cromosomas XX en las mujeres y cromosomas XY en los hombres). Ser mujer no es un sentimiento, es una realidad física y biológica que ha condicionado y condiciona su papel social.

La execrable violencia de género es una clara consecuencia de esta realidad.

Esto no quita, para que también haya casos de fraude de ley por parte de mujeres, que realizan denuncias falsas para obtener una posición de fuerza en divorcios y/o beneficios económicos o sociales. Reconozco que es difícil para un juez poder discernir entre los casos reales y los falsos. También es imposible colocar un policía para proteger a cada mujer maltratada.

A este respecto, hay que resaltar el fracaso de la Ley de garantía integral de la libertad sexual (ley del solo sí es sí), y la soberbia infantil de sus promotores de no aceptar su urgente corrección. Y mientras tanto, van quedando libres personas que suponen un auténtico peligro para la sociedad en general, y para las mujeres en particular.

Además, hay que denunciar la creación de “chiringuitos” por parte de desalmados, aprovechándose del drama humano asociado a este problema social. Deleznable.

Otro elemento de disputa es la aprobación de la ley trans (Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI), pieza central de la Ideología de Género que quieren imponer los populistas de izquierdas a toda la sociedad española.

En primer lugar, en mi opinión la ley parte de una premisa completamente falsa. Según sus “expertos” habría más de 40 géneros diferentes. La pueril ignorancia de la naturaleza de los mamíferos (los humanos somos mamíferos, por si hay que recordarlo), podría provocar hilaridad pero las implicaciones de esta postura no tienen ninguna gracia.

Como he señalado anteriormente, hay dos géneros determinados por nuestra genética (cromosomas XX y XY), lo cual es diferente de la orientación sexual (heterosexuales, homosexuales, bisexuales).

Respeto el que una persona se crea Napoleón, la Reina de Saba, un dragón de cómodo o un extraterrestre del planeta raticulin. Es algo del ámbito personal y generalmente asociado a problemas de autoestima, problemas en las relaciones sociales y en algunos casos puro postureo para ser los más modernos del grupo. Condeno cualquier tipo de vejación que puedan sufrir por su decisión personal.

El problema surge cuando se les da unos derechos a un reducido grupo de personas, los cuales afectan negativamente al resto de la sociedad, y muy especialmente a las mujeres.

Reducen a las mujeres biológicas a “personas gestantes”, es decir, aplican el arquetipo más machista del patriarcado por el cual la mujer básicamente era una máquina reproductora. Por no ser, las mujeres ya ni son mujeres. Son borradas.

Además, el aprovechamiento por parte del colectivo trans de las leyes, ayudas, programas y planes de lucha contra la discriminación de las mujeres, conlleva una erosión de la posición de la mujer ganada tras cientos de años de lucha por la igualdad (laborales, deportivos, educativos,…). Por ejemplo, una empresa preferirá contratar a una “persona no gestante”, sin los problemas de la menstruación y beneficiaria de las mismas ayudas fiscales y laborales que tienen las “personas gestantes” antes que a una mujer.

Por otro lado, el permitir que los adolescentes con 16 años puedan libremente cambiar de sexo me parece otra aberración. Salvo contadas excepciones, a esa edad las personas no son suficientemente maduras para tomar una decisión que afectará muy gravemente a su futuro.

En este caso, los grandes favorecidos son los médicos desaprensivos y las multinacionales farmacéuticas. Tendrán clientes para toda la vida, puesto que estas personas necesitarán ocultar su realidad biológica con tratamientos farmacológicos y cirugías.

Finalmente me planteo algunas cuestiones:

¿Es ético que el Estado como garante de la salud y el bienestar de las personas pueda actuar de forma proactiva en un claro proceso de automutilación física y mental de las personas trans?

Dado que no se considera una enfermedad, ¿debe el Sistema Nacional de Salud detraer sus escasos recursos destinados al tratamiento de auténticas enfermedades, para la satisfacción de los caprichos de algunas personas?

¿Puede ser feminista quien niega la condición femenina?

Si no existen las mujeres, ¿hay que mantener los programas de discriminación positiva y la protección de violencia de genero para quien no existe?

¿Son feministas aquellas “personas gestantes” que en su infantilismo de Peter Pan solo están preocupadas en llegar solas y borrachas a su casa, y no en promover la igualdad efectiva en el entorno social, laboral y educativo?

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