Sobre la responsabilidad de los sueños

Nunca me han interesado sobremanera los sueños, ese producto del subconsciente alimentado con nuestros más recientes fantasmas, aconteceres y circunstantes. Reconozco sin embargo que estoy en débito con esas ensoñaciones que me han dado argumentos para escribir o para fantasear (sin hablar de las poluciones de adolescencia). También se podría hablar de la inclinación romántica de soñar despierto, pero eso es otra historia. Hay quien da importancia a este mundo onírico e incluso lo concibe como premonitorio. Psicoanalistas, filósofos, poetas y pensadores en general que han escrito sobre el mundo o la interpretación de los sueños. Bécquer decía que «los sueños son el espíritu de la realidad con las formas de la mentira» (¿?).

Silvio Rodríguez cantaba en 1975, en el disco ‘Te doy una canción’ que soñaba con serpientes. Soñar con ciertos reptiles tiene bastantes significados, por una parte es símbolo de mal agüero y por otro está relacionado con la sabiduría, pasando a medio camino por la homosexualidad.

El poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats (1865-1939) aseguraba: «La responsabilidad empieza en los sueños» (‘In dreams begin the responsabilities’). Los vuduistas se consideran responsables de sus sueños. Se supone que son conscientes de las veinticuatro horas que tiene el día. Se da el interesante caso de la comunión de los sueños. Personas que sueñan el mismo sueño (hermanos gemelos, sobre todo), destinos que se encuentran soñando, etcétera.

Pero lo más fuerte quizá sea la creencia en tiempos de Torquemada y compañía de la acusación por ‘delinquir’ en los sueños ajenos. En el siglo XV y siguientes, como material inquisitorial, se usaba el ‘Malleus Maleficarum’, traducido como ‘El Martillo de las Brujas’, un delicioso manual de Heinrich Institor y Jakob Sprenger, publicado en Alemania en 1486, que, además de dar un informe detallado de cómo se podían identificar, acusar, procesar, torturar, declarar culpables y sentenciar a las brujas, nos advertía de que: «¡Sois responsables de lo que hacéis en los sueños de otros!».

Cuenta Marvin Harris, en ‘Vacas, cerdos, guerras y brujas’ (1974), que por esta ‘responsabilidad’ tuvieron que morir 500.000 personas: «Por crímenes cometidos en los sueños de otras personas». Lo que le da pie para arremeter contra los alienados defensores de la contracultura: «Sostengo que es totalmente imposible subvertir el conocimiento objetivo sin subvertir la base de los juicios morales. Si no podemos saber con certeza razonable quién hizo qué cosa, cuándo y dónde, no podemos esperar proporcionar una descripción moral de nosotros mismos. Si no somos capaces de distinguir entre el criminal y la víctima, el rico y el pobre, el explotador y el explotado debemos defender la suspensión total de los juicios morales, o adoptar la posición inquisitorial y considerar responsable a la gente de lo que hace en los sueños de los demás».

El poeta valenciano Vicente Gallego, nacido en 1963, poetizaba, quizá en este sentido (aunque no lo supiera): «Permanezco tendido como si alguien precisara de mí dentro de un sueño». Por otra parte alguien exclamó: «Si te empeñas en seguir entrando en mis sueños ten al menos la decencia de vestirte».

Sea como sea, me quedo con la definición del dramaturgo español Jardiel Poncela (1901-1952): «En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen, la mayoría se roncan».

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