¿Somos sibaritas?

Según el ‘Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico’ de Joan Corominas y José A. Pascual, en su edición de 1991, el término sibarita está «tomado del latín ‘sybarita’ (y éste a su vez del griego), habitante de Sibaris, ciudad de la Magna Grecia, cuyos habitantes tenían fama de ser dados al lujo y a la molicie».

Síbari es una localidad, de 480 kilómetros de ancho, perteneciente a la comuna de Cassano allo Ionio, en la provincia de Cosenza, región de Calabria (Italia), en el empeine de la bota italiana. Asomada al mar Jónico, esta ciudad fue fundada por colonizadores aqueos procedentes de Hélice (en Acaya) y de Trecén (en la Argólida) en 721 antes de nuestra Era.

Los sibaritas fueron conocidos por su aversión al trabajo y por una vida tan reposada que se llegó a prohibir el establecimiento de herreros, carpinteros o animales escandalosos (como el gallo) en sus calles. Su riqueza y prosperidad fue famosa entre los griegos. Los niños vestían con trajes de color púrpura y sus largos cabellos eran atados con cordones de oro. Un rey de la antigua ciudad de Sybaris se hacía confeccionar cada día un lecho de pétalos de rosa para descansar. La historia cuenta que detectaba cuando alguno de estos labios aterciopelados estaba arrugado y mandaba nuevamente rehacer su colchón. El historiador griego Heródoto (484-425 a.C) comenta de un sibarita llamado Smindirides, hijo de Hipócrates, que había llegado a ser el hombre más sobresaliente de todos en las delicias del lujo. Polibio de Megalópolis (200-118 a.C.) en su ‘Historia universal bajo la República Romana’ dice que los sibaritas «eran célebres por sus vicios». En ‘Las Tristes’, Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) dice que Luciano habla que el poeta Hemiteo de Sibaris, compuso un libro referente a las costumbres escandalosas de la ciudad.

‘Sibarita’ —a tenor de la leyenda—, designa a la persona en extremo refinada, amante de la buena mesa y de la buena vida en general. El Diccionario de la Real Academia apunta: «Persona que se trata con mucho regalo y refinamiento». Así que el gentilicio ‘sibarita’ califica a las personas que se preocupan por llenar de placeres su vida.

Aparte de esto, los sibaritas enseñaban a bailar a sus caballos al son de la música, por lo que sus desfiles eran muy impresionantes. Según algunos relatos legendarios, era costumbre de su caballería al tratar de minar la moral de los enemigos entrando en combate en maravillosa y espectacular conjunción, desplazándose todos los caballos al unísono al ritmo de músicas especialmente compuestas para ello. En el 510 a. C., libraron una batalla contra los habitantes de Crotona (ciudad situada a 112 km al sur de Sibaris), quienes, sabedores de ese hecho, fueron a la batalla con músicos que comenzaron a interpretar con sus flautas sones de baile. Los caballos sibaritas empezaron a danzar y las tropas se desorganizaron, dándoles la victoria a los crotoniatas, que arrasaron Sibaris en su totalidad (incluso desviaron el río Cratis, el cual rodeaba la ciudad, para inundarla y evitar que fuera nuevamente reconstruida). Tanto que en siglos posteriores se discutió dónde había estado exactamente emplazada la ciudad.

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