Vergüenza

Desde siempre me ha costado expresar a viva voz emociones y sentimientos, ese pudor inherente a mi persona me cohíbe, me torna huraño; tal vez sea esa una de las razones por las que me arranqué un día a escribir, sobre el papel es más sencillo desnudarse, al menos a mí me lo parece.

Meditando mi discurso consigo, o eso creo yo, minimizar el elevado sentido del ridículo, eliminar el miedo al rechazo y lo más importante: lograr que el interlocutor no confunda sensibilidad con debilidad.

Aun así, pienso que si he expuesto lo anterior es porque nunca se disipan del todo mis temores y que estas sensaciones suelen venir unidas a otras como la vergüenza, lo cual puede no ser bueno ni malo. Asumo que los dones nos vienen dados por naturaleza, se tienen, o no se tienen, como opino que las virtudes no son innatas y se pueden cultivar,al igual que los vicios erradicar, cuando menos intentarlo.

Y todas estas cuestiones me planteo abiertamente porque estoy convencido de que puedo ser mejor persona de lo que soy, no por agradar a nadie, que eso a estas alturas de mi vida me la trae al pairo, sino por estar bien conmigo mismo, que todo logro personal reconforta, como la satisfacción del deber cumplido. Dicho lo cual, me atrevo a añadir que lo que para unos es vicio, para otros es virtud, y viceversa. Por eso ocurre que cuando algunos somos cogidos en falta nos ruborizamos, mientras otros permanecen impasibles; creo innecesario enumerar casos del segundo grupo, basta con poner la tele un rato, no con uno de esos reality show de Tele 5, que también, sino con una sesión de control al Gobierno, donde se cruzan acusaciones de todo tipo entre parlamentarios. O una rueda de prensa cualquiera en la que la presidenta de tal comunidada utónoma, el diputado de turno,la ministra del ramo o el portavoz del partido X, responden para enturbiar, a las preguntas que los periodistas les lanzan con el objeto de aclarar, en qué consiste este decreto, aquella moción, esa enmienda o no sé qué proyecto de ley… Bueno, porque todo tiene que tener algo de bueno: al gremio de las verduleras las han puesto por defecto en el honroso lugar que le corresponde.

Por cierto, ¿es a mí solo al que le parece que hay demasiadas leyes para tan poca justicia? Perdón por la retórica, pero es que hace años que observo crecer paralela a mi indignación, la caterva de funcionarios y cargos públicos cuya labor es del todo irreprochable, tanto es así, que decir lo que piensas aun siendo verdad, puede llevarte a acabar con tus huesos en la cárcel.

Es curioso que a los criminales haya que pixelarles el rostro y ponerles delante la palabra presunto, y no digamos ya al que denuncia, que, aun teniendo pruebas fehacientes, por temor a represalias les ocultan la cara y hasta deforman su voz. Si Sócrates levantara la cabeza sería para pedir una copa de cicuta, Cicerón suplicaría a gritos restaurar la pena de muerte para después rapear las verdades del barquero; cuántas leyes se han reformado durante siglos y siglos para que todo siga como siempre.

La vida es injusta, nosotros los hombres, y me refiero al común de la humanidad, porque nos guste o no vivimos en un mundo de hombres, hacemos de él un lugar injusto. Ni todos tenemos lo que merecemos ni a todos nos dota la naturaleza en equilibrio. Por eso hoy para acabar esta reflexión breve, como no profeso religión alguna y por ende no creo en ningún dios y menos en los Reyes Magos, os quiero invitar a todos a vivir en paz, pero a vivir de verdad. A gozar de los placeres que se nos ofrecen y a apurar la vida a sorbos, compartiendo momentos, experiencias… Un viaje o un sencillo paseo, un libro, una canción, unas risas… Un buen vino, una buena mesa y un brindis a la memoria de esas personas que tan pronto y de manera tan injusta nos han dejado para siempre.

Va por ti, amigo Manolo. Y obviemos en la medida de lo posible a esa legión de sanguijuelas que parasitan a nuestro alrededor, cuyo único dios: el dinero, los obceca a pasar por esta vida sin pudor y sin vergüenza.

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