¡Vete al médico!

Tras la intervención de Íñigo Errejón sobre la salud mental durante esta pandemia, el popular Carmelo Romero, no tuvo otra cosa mejor que gritar que “¡Vete al Médico!”. Y es que poco se está hablado de los trastornos y problemáticas a nivel mental que está provocando nuestra situación socio-económica-sanitaria a razón del COVID. El barómetro del CIS dejó datos espeluznantes: seis de cada diez españoles tienen síntomas de depresión y ansiedad, siete de cada diez jóvenes se sienten desesperanzados, y diez personas se suicidan al día en España. La tasa de suicidios se ha incrementado de tal forma que, si la ponemos en una gráfica, bien parece la de los decesos por coronavirus, pero ese tema, sigue siendo tabú.

Me centraré en el marco que nos ocupa: la educación. Puedo afirmar que la salud mental y el estado emocional de nuestros menores, es alarmante. Los más pequeños, en las escuelas, están perdiendo todo ese universo rico en imaginación que es poder jugar con sus compañeros/as en las aulas, compartiendo juguetes, esa etapa del juego simbólico que ya no volverá… Los medianos, se cohíben lo que pueden en sus juegos de patio, aun siendo realmente imposible que mantengan las distancias recomendadas por Sanidad. Ellos también echan en falta quedar en sus tiempos de ocio con sus amigos. Por su parte, los adolescentes están perdiendo esa etapa tan preciosa y necesaria de las salidas con sus amigos, los primeros enamoramientos… Esta situación está haciendo estragos socioemocionales en nuestras generaciones más jóvenes. Ya recogeremos los frutos amargos.

Me comentaba una compañera que, en un ejercicio de redacción libre, la mayoría de su alumnado, de tan solo nueve años, escribió sobre la prohibición de poder ir a otras provincias durante la Semana Santa: no poder ver a sus familiares, no poder visitar otros lugares y a otras personas a las que hace tiempo que no pueden ver. Nuestros menores han pasado de aprender a convivir con el virus, a que el virus empiece a lastrarles a nivel emocional.

¿A quién de ustedes no se les ha escapado alguna lágrima de frustración o impotencia ante la pandemia? ¿Quién de ustedes no está sufriendo por no ver a sus familiares mayores con tal de evitar contagios innecesarios? ¿Cuánto hace que no pueden disfrutar del ocio y la cultura de una manera controlada y segura? ¿Cuántos de ustedes están pasando situaciones económicas complejas? Podría llenar el artículo de preguntas con respuestas realmente frustrantes. Esas respuestas son las que nos llevan a tener un estado emocional complicado y, si a nosotros como adultos, con el bagaje vital o incluso con recursos farmacológicos de “supervivencia mental” nos cuesta gestionarlo, imagínense a nuestros menores. Ellos aceptan, asumen y se resignan, pero como les dije, el precio aún está por pagar.

Las nuevas restricciones sanitarias en cuanto a movilidad y aperturas de comercios y centros de ocio, aunque necesarias, me parecen arbitrarias. En unos días empezaremos a ver por nuestras calles una buena cantidad de turistas que vienen del extranjero a pasar unos días en busca de sol y fiesta, pero yo no puedo ir a mi pueblo adoptivo, El Bonillo, “nación” de calma, tranquilidad y descanso, a desconectar del infernal trimestre. Tampoco visitar a la familia política a Alicante a la que llevamos un año sin ver, ni a mis amigos de Vera… en este apartado, todos tenemos nuestros motivos, y razones, no nos faltan. Y aunque Carmelo Romero gritase a los cuatro vientos aquello de “¡Vete al médico!”, al médico tampoco podemos ir. Si no, intenten pedir cita de atención primaria.

No les canso más hasta después de las vacaciones. Disfruten lo más y mejor que puedan de la Semana Santa, con salud y responsabilidad individual. Nos vemos a la vuelta.

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