Yolanda y la izquierda ensanchada

Confieso que admiro a la Ministra de Trabajo, a su capacidad y estilo para sacar adelante medidas impensables sin ella al frente del Ministerio y sin la apuesta decidida de Unidas Podemos por arremangarse y trabajar por los de abajo. A pesar de las viles derechas, del taimado PsoE y de las izquierdas exquisitas (¡parece mentira!), hay logros, insuficientes, sí, pero los hay. Basta comparar con cómo afrontó la anterior crisis el Régimen del 78.

Reconozco que no sabía de Yolanda hasta su irrupción en el gobierno de coalición junto a otros rojos más populares. A partir de su ministerial nombramiento, me encandilaron sus medidas y su puesta en escena para ofrecer datos y rendir cuentas. No fui el único que, como Ulises, renunció a tapar con cera sus oídos para oír los cantos comunistas de esta sirena. Aplaudí, defendí y sucumbí a sus irresistibles cantos y encantos.

Desde su ascenso a la Vicepresidencia Segunda del Gobierno, predica un proceso de escucha para promover un proyecto político que «enSanche» (¿algo que ver con Sánchez?) la izquierda. Hasta el fin del proceso, dice, no tomará una decisión, pero ya ha tomado dos: no participar en elecciones no generales y bautizarlo con el petulante nombre de SUMAR+. Mi vaga experiencia en epifanías políticas me aconseja prudencia expectante.

Hace meses que Yolanda no habla de su escucha, tal vez ocupada en la lidia del toro liberal del PsoE, el izquierdista de IU y el progresista de Podemos. Aseguran que en SUMAR no caben las coaliciones y partidos que la auparon al Gobierno, como Podemos, IU y el PCE. Discrepa y litiga con Enrique Santiago, Irene Montero e Ione Belarra, pero consensúa los devaneos liberales de Robles, Calviño o cualquier Judas de Sánchez.

Desde la purga de Teodoro, se prodiga poco dando datos a la lenguaraz Cuca del lavadero público que dice dirigir Feijóo bajo el mando de Ayuso/Miguel Ángel Rodríguez. Yolanda luce un glamur político que evidencia la tosquedad de aciagos personajes como la propia Ayuso, Almeida, Feijóo, Monasterio o Abascal, entre otros paradigmas de la zafiedad nacional. Hay que discernir la parte de su brillo debida a ella misma y la debida a la mediocridad ajena.

Sea por la calor, o por los efluvios de las cloacas que apestan a este Estado, tiendo a teorizar de forma febril y conspiranoica, lo reconozco. Conviene cultivar la cautela ante los acontecimientos y los vértigos de la actualidad para no despeñarse por los acantilados políticos en el afán de tomar un baño soleado en el mar. Admito que me seduce la perspectiva desde las alturas verticales que ponen el mundo bajo mis pies.

Como puedes aventurar si has leído hasta aquí, las propuestas, acciones y datos de la Vicepresidenta me han seducido. Pero me pierde buscar cinco pies al gato y la memoria agita el recuerdo de Rosa Aguilar, Cristina Almeida, Diego López–Garrido, Antonio Gutiérrez, Jorge Semprún, Jordi Solé Turá o Enrique Curiel triscando en IU o el PCE antes de pasar al PSOE. Confío en que Yolanda no se enSanche.

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