Inquietud

Estultoruminfinitusest numerus. Comienzo con un latinajo que algunos sitúan en el Eclesiastés, otros en la propia Biblia, hay quienes en la Biblia vulgata y muchos desmiente todo lo anterior. Yo la leí en El Quijote y mientras redacto tengo en mente lo que aseveraba Cervantes: tan mal están los latines en la boca del erudito como en la del ignorante. Lo que resulta innegable, al menos a mí, es su fondo; ah, ¿que no conocéis su traducción? Pues si tiramos de inquietud, como yo hice en su día, basta tener un móvil a mano para satisfacerla. Y si no, seguid leyendo, que a lo mejor al final lo aclaro.

Hace unos días veía Saber y ganar, donde preguntaban a los concursantes cuáles fueron las últimas voluntades, a punto de ser fusilado, de un tal José María de Torrijos, del cual no había escuchado ni leído nada en mi vida. El buen señor solicitó, ante su inminente final, que no se le vendaran los ojos y mandar él mismo al pelotón de ejecución, ninguna de estas peticiones le sería concedida. Pero a lo que vamos, que me llamó la atención el personaje y para satisfacer mi inquietud me puse a indagar. Militar de profesión, alcanzó el rango de general, participó en un pronunciamiento que pretendía acabar con el régimen “absolutista” del rey Fernando VII y restablecer la Constitución de 1812; loable, sin duda. Y continuando con la vida y obras de Torrijos y para dar cuenta de mi infinita ignorancia, supe que Espronceda lo inmortalizó en un soneto y Antonio Gisbert en un cuadro, y reza en algún lugar: Este trágico desenlace de su vida explica el que haya pasado a la historia, con toda justicia, como un gran símbolo de la lucha contra el despotismo y la tiranía, con los rasgos de nobleza y serenidad épicas.Dicho esto, no sé si se entiende mejor por qué entrecomillo antes la palabra absolutista, por si acaso, voy a añadir una frase de mi propia cosecha:Donde reina la mayoría absoluta, el parlamento es una casa de putas. Sin perdón, que ni lo pido ni lo quiero.

El hijo de un taxista, hasta hace unos meses llamado el moderado, más por su silencio que por sus pronunciamientos, me refiero a Juanma Moreno, fue aupado por la plebe a dueño y señor de los destinos de los andaluces. Y es que, si el silencio otorga incertidumbre y esperanza, la palabra genera desasosiego y cuasi luz, diría yo; véase a Albert Rivera y ya veremos a Santiago Abascal. En fin, que ahora que no tiene necesidad de dialogar con nadie, decreta a martillazos y está vendiendo Andalucía por parcelas, a ver en sí cuatro años no tiene que echar mano de Extremadura o Murcia para rellenar los huecos que van quedando en las estanterías. Aunque no creo, ya con los andaluces, muchos de ellos votantes propios, que va subastando cual tratante de esclavos, se me antoja que le va a llegar hasta el final de la legislatura. Luego vendrá el recogimiento tras una puerta giratoria, la vida monacal y, como decía Aznar: A mí que me dejen en paz. Pues no, Juanma, me estás arruinando la vida a mí y a miles de andaluces y no puedo más que verter hiel sobre tu falsa sonrisa, es lo único que me sale del cuerpo y del alma. Esto también va por ti, Mari Fran, y el que ya podemos llamar Decretazo de la Carazo. Hasta aquí hemos llegado, se acabó mi moderación, me estáis estrangulando, estáis apostando a un juego mortal con el pan de los míos. Nunca me gustó el dicho romano y no voy al circo, no tengo tiempo, trabajo demasiadas horas, hace treinta años que no tengo el concepto de un fin de semana, las vacaciones son días que araño a mi empresa, el descanso es lo que logro cuando consigo dormir. Los necios son legión, son millones a los que vais a seguir engañando y os van a seguir votando, lo sabéis. Lo que vuestra codicia no os permite conocer porque os nubla la razón, es que yo, y no estoy solo, voy a luchar por mí y por los míos hasta la extenuación, hasta la muerte. Porque sabed, que si la guerra se genera por conflictos económicos, la revolución viene dada por el hambre, y en toda revolución, las primeras cabezas en caer son las que más se yerguen, las que más se elevan. El número de los necios es infinito, pero no me busquéis entre ellos. No amenazo, aviso, es tan solo inquietud.  

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