Carazo, a las barricadas

No se me ocurre mejor forma de resumir una de las últimas y pomposas declaraciones de nuestra ínclita alcaldesa, la señora Carazo, la cual, ignoro si motivada por algún elemento extraño o llevada por el frenesí de la, al parecer, frenética actividad municipal que sólo ella y sus muy cercanos, percibe, no ha dudado en calificar de «revolución» lo que no deja de ser, y así ha venido siendo siempre, una mera actualización o revisión de las ordenanzas municipales. Algo que casi cualquier Corporación municipal acomete con la normalidad y cotidianeidad que significa encargar algunas modificaciones legales en algunos textos y aprobar las mismas en el pleno municipal. Vamos, una cosa bastante simple.

Pero así deben de andar las cosas por la Plaza del Carmen, para que semejante demostración de normalidad institucional merezca el pomposo calificativo, rápidamente recogido en llamativos titulares de la prensa, sin duda deseosa de emociones fuertes. O de trasladar una imagen de frenesí municipal, que granadinas y granadinos de a pie, no perciben en sus barrios, ni en sus calles, ni en su vida diaria. Más bien, el devenir municipal transcurre con pesadez, con inercia, con exasperante ausencia de iniciativas políticas de calado y con una preocupante sensación de rutina, incluso de aburrimiento por parte del actual gobierno de la ciudad.

Quizá por eso, el gran éxito de las declaraciones de la alcaldesa. Ahora resulta que modificar la regulación o las características del paso de vehículos a inmuebles, o del paso de vehículos por zonas restringidas, así como las condiciones de la carga y descarga, han dejado de ser habituales cometidos del Ayuntamiento, para pasar a convertirse en asuntos que «revolucionarán» nuestras vidas y nuestros, hasta ahora aburridísimos, usos y costumbres. Ahí es nada.

Y que decir de los cambios anunciados respecto de la ocupación de la vía pública o lo que no son sino adaptaciones de otros aspectos, como las pintadas o la ordenanza del taxi, a la normativa de carácter superior. Otra nueva revolución de la que aún no somos conscientes las ciudadanas y ciudadanos, ingenuos e inocentes nosotras y nosotros, que andamos preocupadas y preocupados por la suciedad indisimulada de nuestras calles y barrios o por la subida del precio del transporte público. Desagradecidas y desagradecidos ante la promesa revolucionaria en ciernes anunciada por nuestra alcaldesa y que, a no mucho tardar, transformará nuestra realidad como por arte de magia.

Aunque si se profundiza medianamente en el contenido de las revolucionarias declaraciones, se atisba la verdadera realidad, pues aparecen los palabros mágicos, «simplificar», «facilitar trámites», y lo que es peor, «que el Ayuntamiento no sea un obstáculo, sino un aliado». Cielos¡. La revolución ya no es tal, sino que es el señuelo de lo de siempre. Poco margen tienen, es cierto, las ordenanzas municipales, para cambiar procedimientos y eliminar garantías, pero parece que el poco que tienen lo va a aprovechar nuestra alcaldesa. Por fin, después de siglos, el Ayuntamiento ya no va a ser un impedimento, ni un obstáculo. No se sabe para quien o quienes, ni parece importarle a la alcaldesa, explicitarlo. Lo importante es que no obstaculice, es decir, que parezca que no existe, que no importune a la honrada clientela con requisitos legales ni trámites administrativos, que todo lo fastidian.

Que la cosa vaya rapidita, que no se note, que todo fluya. No es un asunto exclusivo del Ayuntamiento de Granada, cómo ya he escrito en más de una ocasión, este de la supuesta «simplificación» administrativa que realmente esconde un vaciamiento del lo público y de su función de control, que en realidad, es garantía del común de la ciudadanía.

Lo llamativo del caso de nuestro Ayuntamiento es la ostentosa manera de envolverlo en términos revolucionarios, para que nos quedemos con el titular (para eso están los voceros agradecidos) y no caigamos en el verdadero sentido de las cosas. Bien, intentemos centrar el debate en lo importante, y desechemos los cantos de sirena de la alcaldesa llamándonos a las barricadas. Que de éstas últimas ya nos cuidaremos.

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