Con los jóvenes no se juega

En los últimos días ha irrumpido en la campaña electoral un exacerbado compromiso de los líderes políticos por todo aquello con olor y reminiscencias a pueblo. Los jefes de gabinete se afanan, en estos días, por encontrar la instantánea que resuma gráficamente esa apuesta. Hemos visto a Pablo Casado junto a un ternero de pocos días acariciándolo y susurrándole al oído; a Albert Rivera subido en un flamante tractor, no amarillo, surcando las tierras castellanas; Pedro Sánchez elige una feria ganadera en la Coruña para posar con otro ternero, ¿será el mismo que eligió el Sr. Casado?. Todos coinciden en definir al sector agrario de potente sector generador de empleo y riqueza para nuestro país y de sector prioritario. Incluso algún avezado candidato del PP por la provincia de Granada, se atreve a proporcionar la formula que posibilitará la incorporación de los jóvenes al medio rural y que no es otra que la digitalización del mundo rural. !!Queeeeeeeee¡¡, Sr. Candidato, ojalá fuese tan fácil encontrar las herramientas que ayuden a los jóvenes a incorporarse al sector agrario y con ello dar solución al recambio generacional. En primer lugar decirle que los jóvenes rehuyen de la palabra autónomo, donde no hay seguridad de salario al final de mes, jornadas de trabajo indefinidas, con horarios desmesurados y cuya cuenta de resultados de una explotación en el sector agrario o ganadero se conforma por valores de venta de producto injustos y que en la mayoría de las ocasiones apenas superan los costes de producción, eso justifica que su valor venga marcado con frecuencia en color rojo. En segundo lugar, no todos los jóvenes gozan de las mismas posibilidades, pues no todos tienen la enorme suerte de que la familia les proporcione tierras, ganado y derechos de producción, instalaciones, o las garantías financieras para obtener la financiación ajena que les ayude a iniciarse. Ayudas, claro que las hay, pero su nivel de burocratización, el retraso en su percepción y las innumerables exigencias hacen que sean incompatibles con el desarrollo de la actividad. Así las cosas y ante este panorama desolador, nuestros jóvenes deciden emigrar a las ciudades, abandonar el medio rural y con ello su deseo de convertirse en agricultores y ganaderos. Mientras tanto nuestros candidatos miran para otro lado o lo que es peor formulan pócimas mágicas que no llegaran más allá de la jornada de reflexión.

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