El Crimen del vudú

Cuando la sociedad granadina aún no se había repuesto al terrible suceso criminal conocido como “el exorcismo del Albaicín”, ocurrido un lustro antes en la calle San Luis 37, vino a producirse otro de la misma índole en el viejo barrio morisco, que pasaría a ser conocido como “el crimen del vudú”.

Se consideró que se trataba de una muerte accidental. Sin embargo, poco después, el curso de la investigación tomó un cariz bien en distinto. Tanto que algunos titulares periodísticos del momento llegaron a proclamar que “el Maligno había hecho derramar sangre de nuevo en el Albaicín en otro misterioso ritual”. Alarmante afirmación que solo contribuiría a sembrar el pánico entre el vecindario de Granada.

El suceso tuvo lugar la noche del lunes 13 de noviembre de 1995 en una vivienda de la calle Aljibe de Trillo. La Policía fue avisada del hallazgo del cuerpo sin vida de Juan Jesús Jiménez, de 28 años de edad, que yacía muerto en el cuarto de baño de su casa. Inicialmente nada hizo pensar a la Policía Judicial ni al titular del Juzgado de Instrucción número 6, Miguel Ángel del Arco Torres que se hizo cargo de las diligencias, que se encontraban ante un suceso extraño, por lo que el levantamiento del cadáver fue ordenado seguidamente, entrada ya la madrugada.

Los resultados arrojados por la autopsia que fue practicada al día siguiente y la reconstrucción de los hechos que el juez ordenaría practicar inmediatamente con presencia de la única persona conocida y relacionada con el asunto, Concepción T. Y. la compañera sentimental del fallecido, llevarían a barajar la hipótesis de que la muerte de aquel hombre no era una cuestión accidental, sino un suceso insólito en el que la superstición, el rito y la magia se concitaban con la incultura y la locura, en un nuevo crimen ritual.

El origen dominicano de Concepción T.Y. excitó la sospecha. Ello, unido al hecho de haber sido ella quien encontró a la víctima y los comentarios de realizados por algunos vecinos sobre la posible causa de la muerte, determinaron que el instructor decretase a petición del ministerio fiscal, la prisión incondicional sin fianza de la sospechosa. En todo momento Concepción negó haber tenido relación con la muerte de Juan Jesús, manteniendo que encontró́ al fallecido en el cuarto de baño, desvanecido, de rodillas y con la cabeza apoyada en el borde de la bañera; que trató de reanimarlo con la ayuda de una vecina a la que avisó, pero que viendo que no lograba sacarlo del trance, decidió llamar a la Policía.

La investigación revelaría después que el fallecido había llegado al convencimiento de que estaba poseído por un demonio, el espíritu de un niño árabe que en el transcurso de una visita a la Alhambra y al tiempo de realizar una sesión fotográfica, se le habría subido a la espalda, asiéndose a su cuello de modo permanente, motivo por el que decidiría extraérselo sometiéndose a un extraño ritual durante el cual moriría.

Genéricamente se pensó que la muerte había ocurrido en el transcurso de un ritual de vudú, de ahí el nombre con que diera en conocerse el suceso. Sin embargo, pudo haberse producido con ocasión de otro tipo de ceremonia más específica, propia de alguna de las derivaciones caribeñas de la religión animista, de santería cubana o Regla de Ocha, o de santería dominicana, Candomblé, Macumba o Umbada. Así se recogió en las diligencias que trataron de afinar en la identificación de ritual como medio de descubrir al responsable, aunque no se llegó a ninguna conclusión concreta.

Aunque el cuerpo presentaba otras lesiones de menor importancia, los estudios forenses determinaron que la muerte de Juan Jesús Jiménez, de complexión robusta, se había producido por fractura de las vértebras cervicales a causa de un descoyuntamiento solo posible con el empleo de una fuerza brutal, lo cual llevó a pensar que podrían haber participado en los hechos dos o más personas.

Si bien en las declaraciones de la imputada se apreciaron distintas contradicciones, los investigadores fueron incapaces de aportar pruebas contundentes contra ella, por lo que finalmente el 19 de enero de 1996, tras abonar una fianza de 200 mil pesetas, la sospechosa fue excarcelada atendiendo una nueva petición de la defensa a la que se adhirió el fiscal.

A Concepción T. Y. se le impuso la obligación de comparecer cada 15 días ante el juzgado de guardia de Valencia, localidad a la que marchó tras ser liberada y en la que fijó su residencia.

Finalmente, dos años después se decretó el sobreseimiento provisional y el archivo de la causa. El crimen del vudú quedó sin resolver.

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