Es el estado¡

Omitiré el calificativo que, tras la correspondiente coma, situaría en su debido contexto, la frase que titula estas reflexiones. Un recurrente recurso a la expresión que hizo fortuna durante la campaña electoral presidencial estadounidense de 1992, que enfrentó al demócrata Clinton con el republicano Bush (padre) y que no fue otra que “Es la economía, estúpido”. Y lo hago a la vista de cómo anda el patio de las susceptibilidades y el alarmante aumento de ofendiditas y ofendiditos preventivos en estas semanas. Así que vamos al tema.

Pues sí, es el Estado¡. Al que ahora se dirige la mirada, a quien se le demanda y se le exige, de quien se espera que haga. De pronto, ha dejado de ser el mercado, ahora es el Estado. La tantas veces denostada, por invasiva e intervencionista, forma de organización política y jurídica de una comunidad humana que surgió, entre otras razones, para recaudar fondos con los que atender las necesidades comunes y para redistribuir los mismos con criterios de justicia y equidad. La no siempre entendida, por necesariamente compleja, estructura política-administrativa que acude (nadie más puede hacerlo) en auxilio de la ciudadanía frente a emergencias, catástrofes o calamidades, porque es el que tiene la capacidad de hacerlo. Es el Estado, de nuevo y como siempre, el que ha de utilizar sus mejores recursos para hacer frente al nuevo y mortal enemigo que esta vez nos acecha. El mercado, de nuevo y como siempre, no es capaz de hacerlo, sus costuras se estrechan y se agrietan cuando las circunstancias vienen mal dadas.

Y dado que es así, y así lo considero, conviene precisar algún aspecto sobre el Estado y su funcionamiento en tiempos de crisis, para perfeccionar su irreemplazable labor en el presente y en el futuro. Sea el Estado unitario, compuesto, descentralizado, federal o federalizante, ha de mantener una importante capacidad para asegurar un mínimo común denominador de umbral de recursos a toda su población, pues para eso es Estado. Los inevitables debates sobre recentralización, cesión, recuperación o redistribución competencial se solventan con coordinación, cooperación y diálogo hasta la extenuación, pero el Estado y sus 4 niveles territoriales (central, autonómico, provincial y local) ha de allegar los recursos necesarios, en primer lugar, y procurar, en segundo, ese mínimo común, siempre, y desde luego, en momentos de máxima gravedad, como el actual, se llame Ingreso mínimo vital, Renta mínima de inserción o como sea. Es una vuelta a los principios del estado moderno.

De igual manera, el Estado ha de desarrollar unos estándares de protección, promoción, cuidado y atención tanto a las personas mayores como a la infancia. Condiciones idóneas de desarrollo personal y comunitario, dada la especial vulnerabilidad de ambos sectores de población, así como una especial atención a la dotación humana y material de los equipamientos e infraestructuras dónde transcurren las fases esenciales de su vida, escuelas infantiles y primarias, espacios públicos y privados, comedores colectivos, estancias permanentes o temporales, y atención socio-sanitaria. Para quienes ya han ofrecido casi toda su capacidad laboral y productiva y para quienes se disponen a poder ofrecerla en toda su intensidad, el Estado ha de proveer recursos, bienes, servicios, condiciones y posibilidades en condiciones de garantía e igualdad.

En el mismo sentido, el Estado, además de garantizar la salud pública de calidad, ha de dotarse de una importante cantidad de, en palabras de la Ministra de Industria, Reyes Maroto, “producción nacional” de determinados elementos, que actúe a modo de depósito, incluso de reserva estratégica de los mismos. En este caso, de material sanitario, como se hizo con el acopio de vacunas frente a la Gripe A, aunque, a posteriori, y por suerte, dicha reserva no hubiera de utilizarse.

Funciones del Estado que siempre estarán vigentes. Si la actual situación de calamidad colectiva, que inexorablemente acarrea limitación de libertades individuales, sirve para que no dejemos de poner el punto de mira en ellas, bien. Si además sirve de aprendizaje colectivo para el futuro, mejor. Si nunca más ha de hacerse necesaria la llamada de atención sobre la necesidad del Estado, aún mejor.

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