España no sabe votar

Oído en boca de Vargas Llosa, parece el dicterio de un viejo chocho, de un genio mal envejecido y que tal vez nunca fue joven, ni genio. Decir de un país que no sabe votar, si no vota a la derecha, es un delirio oscilante entre la soberbia y el fascismo, algo propio de quien añora dictaduras y odia la libertad. La versión castiza de este gárrulo carca reza otra letanía: gobierno ilegítimo de perdedores, de separatistas, de etarras y dislates por el estilo. El fondo es el mismo: solo la derecha está legitimada para gobernar.

A pesar de todo, si se repasa lo que ha venido sucediendo desde que este país vota, no resulta gratuito ni sectario afirmar que España no sabe votar. Sociólogos y politólogos estudian el caso y no se ponen de acuerdo en el diagnóstico, a pesar de que los síntomas son claros y evidentes. Lleva media España más de 40 años preguntándose quién habrá votado “lo que ha salido” tras el recuento de papeletas, fenómeno parecido al de los documentales de La 2, programas que más gente dice ver y menos audiencia tienen.

En 1977, las primeras elecciones tras la dictadura dieron a la UCD de Adolfo Suárez 6.310.391 votos. Llamó la atención que un político formado en el Movimiento, donde ocupó diversos cargos públicos, fuese el depositario mayoritario de los votos emitidos en un país víctima del Movimiento. Llamó también la atención que 1.504.771 españoles diesen su voto a la Alianza Popular de Fraga, partido franquista por excelencia, germen de las actuales derechas extremas de PP y Vox. Se podría decir que España votó mal.

De 1982 a 1993, los españoles votaron a Felipe González y se encontraron de entrada con la pifia de la OTAN. Durante sus mandatos, abarató el despido, introdujo los contratos basura e inició la privatización de lo público. La corrupción floreció en los casos Juan Guerra, Flick y Filesa. La creación de los GAL, junto al caso Roldán y las escuchas del CESID completaron un ciclo electoral de traiciones al pueblo. Cabría pensar, por los resultados del 86, 89 y 93, que España se equivocó al votar a un falso socialismo.

En 1996, dio la impresión de que España votó bien y dio paso a un José Mª Aznar que creó la burbuja inmobiliaria, privatizó Tabacalera, Telefónica, Argentaria, Repsol, Endesa y otras empresas públicas y congeló el sueldo a funcionarios. En 2000, se volvió a votar otra vez mal, al Aznar que la metió en la guerra de Afganistán, recortó los derechos laborales, disminuyó prestaciones y mintió sobre Irak, el Yak 42 y el 11 M. La Justicia condenó y juzga todavía a ministros, presidentes autonómicos y cientos de cargos del PP por corrupción.

A punto estuvo la ciudadanía de votar mal de nuevo a quienes gobernaron en su contra y sólo la mentira sobre los atentados del 11 M hizo que Zapatero recibiera suficientes votos y apoyos para evitarlo. Aún así, de 2004 a 2015, los españoles volvieron a errar el voto sosteniendo al bipartidismo y avalando así la corrupción y la sumisión a los intereses de los sectores empresarial y financiero en detrimento del pueblo. Desde 2015 hasta hoy, España pareció despertar al fin y votar bien, pero el bipartidismo está superando el bache.

Si es sospecha que España vota mal, lo de muchas comunidades evidencia que maltratar al electorado se traduce en más votos para el maltratador. Si un país que cuenta con la saludable dieta mediterránea ha virado hacia la obesidad, coincidiendo con la llegada y la implantación de la comida basura, se puede afirmar sin margen de error que dicho país no sabe comer. Si ese país aúpa al poder a candidaturas basura que venden su Sanidad y su Educación a negocios privados de amigos, se puede afirmar que no sabe votar.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS

Wordpress (0)
Disqus ( )