Espartano pero menos

La cuenta atrás continúa imparable para Luis Salvador, que cada día que pasa es más alcalde menguante, por más que en plena hecatombe de su proyecto, se definiera como «espartano», muy al estilo de su megalomanía y de la «grandeza» de la misión, para la que creía estar ungido por el destino.

Se veía Salvador como el Rey Leónidas, peleándose a muerte con solo trescientos espartanos, contra el «dios-rey» persa Jerjes I y su ejército de más de cien mil soldados. Poco le ha durado el «ardor guerrero» a nuestro Leónidas particular y menos aún sus tres centenares de incondicionales, quienes han venido a decirle aquello de que, menos inmolación y más hacer las maletas y desalojar el despacho de la Mariana.

Pero es que además el ganador de las pasadas elecciones municipales, Paco Cuenca, puso ayer fecha de caducidad, al yogur en que se ha convertido el protagonista de este estrambote, dándole 72 horas -de las que se ya se han cumplido 24- para que presente su dimisión, o en caso contrario afrontar una moción de censura. En cualquiera de los dos casos, Salvador será historia, una mala historia, en cuestión de días.

«Con cuatro concejales, yo no me siento legitimado para ser alcalde de Granada» ¿Saben de quien es la frase? Pues ni más, ni menos que del mismísimo Luis Salvador, tras las elecciones municipales de 2015. Cuatro años después con los mismos concejales y tras un vergonzoso chalaneo, fue elegido Alcalde y dos años más tarde, ha pretendido seguir siéndolo, con solo el apoyo de uno de ellos, lo cual nos lleva a la siguiente cita, que no es otra que aquella que sentenciaba que, «en política se puede hacer de todo menos el ridículo». La frase es del molt Honorable Tarradellas y define perfectamente el papelón que nuestro prócer municipal está haciendo y que tan caro está costando a la ciudad, en concepto de pérdida de reputación y prestigio.

Dicen quienes saben de esto, que en política lo difícil no es llegar, y aun menos estar, sino saber irse con dignidad. Sin duda, estos días estamos comprobando lo acertado de la reflexión, tanto en el caso de Luis Salvador, como en el de Susana Díaz, vapuleada inmisericordemente por Juan Espadas, en las primarias socialistas, para decidir el próximo candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía.

Ayer leíamos en el diario Ideal, un magnífico artículo escrito por los miembros de GRANADA FUTURO sobre su visión de la crisis que el alcalde de Granada ha abierto en el Ayuntamiento, al negarse a dimitir y cómo podría solucionarse aplicando la lógica de los sistemas parlamentarios. Dicen los firmantes que «cuando un alcalde pierde la confianza del pleno lo que debe hacer, si quiere tener un comportamiento leal con la institución, es dimitir o, subsidiariamente, presentar una cuestión de confianza».

«Por eso mismo -sigue el artículo- resulta tan patética la actitud del alcalde de Granada argumentando que él fue elegido para toda la legislatura y haciendo comparaciones con Madrid y otros gobiernos municipales de coalición PP-Cs, silenciando que en ellos ni se han originado crisis de gobierno, ni se eligió alcalde al candidato de la fuerza menos votada».

«La teoría del sistema parlamentario de gobierno también nos enseña que en situaciones de crisis, primero la responsabilidad principal recae en el líder del partido más votado y, segundo, que le es lícito (por no decir obligado) buscar el apoyo de otras fuerzas políticas que no buscaría en situaciones normales».

Ese fue el paso que ayer dio Paco Cuenca, anunciando que, de no producirse la dimisión de Salvador, abrirán conversaciones con todas las fuerzas políticas que componen el arco plenario a excepción de Vox, para sacar a la ciudad del estado de emergencia en que la ha sumido la ambición de su actual alcalde y el despropósito de quienes le auparon a semejante responsabilidad.

Es cierto que el sainete municipal granadino, tiene un reparto amplio, pero no hay duda, de que la palma del despropósito se la lleva el alcalde menguante, mientras su otrora amigo y ahora verdugo, Sebastián Pérez, acaricia un gato en su regazo, al tiempo que esboza media sonrisa, como Don Vito Corleone, en la célebre escena de El Padrino, cuando administraba su particular «justicia».

«Somos muchos, pero somos diez», dijo ayer Paco Cuenca, al anunciar su ultimátum. Suficientes para hacerle alcalde, como candidato de la lista más votada, en el caso de que Salvador presentara su dimisión y el PP no consiguiera mayoría absoluta para su candidato, cosa que parece cada vez menos probable, ante la descomposición de Ciudadanos y la decisión de Sebas, de no dar su voto a nadie de su partido que no sea Paco Fuentes, pero insuficientes si la vía para destronar al actual alcalde, es la de la moción de censura, para la que la suma de la izquierda necesita un voto más, para alcanzar la cifra mágica de catorce, que es la que quita y pone alcaldes, salvo un poco probable gobierno de concentración, PSOE-PP.

Y mientras, la convocatoria de «Granada Futuro» para manifestarnos el martes en la plaza del Carmen, en protesta por este estado de cosas, apenas si reunió a un centenar de personas, lo que nos demuestra, como dice acertadamente, el profesor Álvaro Martínez, que «el adormecimiento de Granada es consecuencia de una sociedad sin pulso propio, abandonada siempre a los partidos y que no ha sabido protestar por nada propio desde hace muchos años, narcotizada por unas formaciones políticas pendientes del márketing político y la conspiración permanente».

Ante este alarmante panorama todos somos responsables, porque al fin y a la postre, los políticos que hoy malgobiernan esta ciudad, no son más que el reflejo de la sociedad que en ella vive.

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