Europa, Europa

El día 9 de mayo se celebró el Día de Europa. Desde 1951 en que se creó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, hasta la actualidad, el camino andado ha sido largo y positivo.

Desde la Edad Media hubo pensadores que promovían la unidad europea (Sacro Imperio), el humanismo renacentista (Erasmo, Vives), la Ilustración (Kant, Thierry, Saint Simon), o el Romanticismo (Comte, Mazzini, Victor Hugo, Proudhon), siendo a principios del siglo XX cuando el movimiento europeísta se empieza a articular (Movimiento Pan Europa). El impulso definitivo viene tras la Segunda Guerra Mundial, como instrumento para evitar volver a caer en un nuevo conflicto bélico.

La “identidad europea” se basa en ser una comunidad política de prácticas democráticas compartidas (“patriotismo constitucional”, Jürgen Habermas), enraizada en una comunidad cultural de valores compartidos, en donde cada nación cultural mantiene su singularidad, pero con un acervo común (“Unidos en la diversidad”). Culturalmente, los europeos formamos un bloque bien diferenciado de nuestros primos del Norte de África, Oriente Medio o Asía (Turquía no forma parte de este acervo), que nos hemos dotado de un modelo político-social (Estado del Bienestar) también bien diferenciado de nuestros parientes occidentales (América, Oceanía). A este respecto, los europeos nos podemos sentir fuertemente orgullosos de haber construido la zona del planeta donde los ciudadanos alcanzan las mayores cotas de libertad, protección y desarrollo personal.

La Unión Europea es asimilable a una “Confederación de naciones”, en donde la soberanía original la mantienen los estados-nación que la integran, pero que en su ejercicio en diferentes ámbitos (político, económico, social, cultural) han cedido en mayor o menor grado para alcanzar un beneficio común.

La “ciudadanía europea” (equivalente al concepto de nacionalidad, Tratado de la Unión Europea), establece los derechos políticos y sociales de todos los europeos, independientemente del estado en el que residan. Compartimos un modelo común de educación, sanidad, protección social que nos cubre en todo el territorio de la Unión. Incluso en el extranjero, las embajadas de cualquier estado de la Unión asisten a cualquier ciudadano de la Unión.

A nivel económico, la existencia de un “mercado único” y una moneda única (Euro) crea una masa crítica suficiente de consumidores y permite una transferencia de capitales y conocimiento entre países, lo cual asegura un abastecimiento de productos asequibles para todos. Más del 65% de lo que producimos, lo consumimos internamente. Así mismo, solo la fortaleza de este bloque económico nos permite a nivel nacional defender nuestros legítimos intereses y modelo de vida frente a las otras grandes potencias mundiales (EEUU, China, Rusia, India) y/o las poderosas multinacionales (Google, Windows, Amazon,…). No obstante, aun no alcanzamos los niveles de integración de los estados que constituyen Estados Unidos (el presupuesto europeo representa poco más del 1% del PIB comunitario, frente al presupuesto del gobierno federal de EE.UU. que alcanza el 14% de su PIB).

Claramente, en la actual situación de tensión de España con Marruecos o de la renegociación del “status” de Gibraltar, no es lo mismo contar con el respaldo de la Unión Europea que hacer frente a la situación de forma individual. Otra cosa, es la incapacidad general que muestra nuestro gobierno “adolescente”, sin prever las consecuencias de sus actos, guiándose solamente por su distorsionada, pueril e irreal visión maniquea del mundo.

Sin duda, los europeos somos más fuertes unidos. Fuera de la Unión “hace mucho frío”.

Respecto al Brexit, pienso que a corto plazo tendrá un impacto negativo, pero a largo plazo será positivo (adiós al “perro del hortelano”).

Aunque, nada es perfecto.

Como en todas las familias, las diferencias entre hermanos suelen ser habituales, y en el caso de la familia europea estas rencillas tienen a veces raíces muy antiguas (guerras, envidias, complejos de superioridad/inferioridad…), con claros ejemplos de egoísmos en sus intereses particulares (presupuestos, normas de homogeneización…), aunque al final siempre se llega a un acuerdo de compromiso, con pequeños pasos que finalmente se transforman en un salto.

Creo que la respuesta que se ha dado desde la Unión a la crisis sanitaria y económica derivada de la pandemia ha sido positivo.

La gestión centralizada de las vacunas, asegurando que todos los ciudadanos europeos estemos cubiertos por el sistema sanitario, o la mutualización del endeudamiento para financiar el Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia de la Unión, son pasos muy positivos.

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