Feijóo, sé fuerte

Cuando Pablo Casado apuntó con el dedo electoral a Ayuso y a Almeida, en plena orgía de puñales y dagas dentro del PP, todo el mundo pensó que fueron candidata y candidato por descarte, porque nadie daba un paso adelante en un partido corrupto y en descomposición. Ganaron como los perdedores, recurso retórico acuñado por ellos mismos, sin ser la lista más votada, apoyándose en lo más zafio, C’s, y lo más nocivo, Vox, de la política. En Andalucía ocurrió tres cuartos de lo mismo con Bonilla.

Sentados en tronos prestados, dejaron pasar las legislaturas invirtiendo su parvo capital político en agitar la convivencia y adoptando la violencia verbal y política que tan pingües resultados dan a la extrema derecha en España y el mundo. Pasados unos años, han fagocitado a los naranjas y superado en disparates a los ultraderechistas, dando lugar la estrategia a la amplísima mayoría de Ayuso y la absoluta de Bonilla. El caso de Almeida es diferente: la jefa no cuenta con él y quizás no repita como candidato.

Entre tanto, el Rasputín ebrio que les mueve los hilos decidió borrar del mapa a Casado, padrino de los mencionados y duro competidor de Abascal en postureo neofascista. Rasputín, conocedor del paño, decidió que era Feijóo el personaje ideal para su plan, por el apoyo de los barones del partido al gallego y por su mente y oratoria, exiguas, simples, como las de Ayuso. Cegada por la situación, la baronía popular jaleó a Feijóo y él mismo se postuló para ser el próximo presidente de España.

Aceptó el reto de liderar el partido y exhibirse como nuevo salvapatrias en una proclamación sin primarias para evitar temidos e inesperados sobresaltos democráticos. Siete meses, desde entonces, han bastado para ver que el político de las mayorías absolutas en Galicia supera en malabarismo verbal a Rajoy, una proeza, y en ineptitud a Ayuso, una sorpresa. La españolidad se frota los ojos cada vez que habla y no da crédito a la quincalla política que ha vendido el PP como aleación de oro y platino.

Pero alguien se frota las manos: el muñidor etílico de la Puerta del Sol. Conocedor de las carencias políticas de Ayuso para un proyecto nacional, M. Á. Rodríguez eligió a Feijóo como pelele receptor de todos los palos y así proteger a su marioneta de un desgaste que la invalidaría incluso para ser presidenta de Madrid. El objetivo del murciano es que Ayuso llegue al verano de 2023 sin sufrir lo que está sufriendo Feijóo. El Gran Bebedor mide los tiempos que a su vez le marcan desde la FAES.

En mayo o junio, si no fuera propicio el resultado en las municipales y autonómicas, el pelele será sacrificado y sustituido por la marioneta como presidenta nacional del PP y candidata a la presidencia del gobierno de España, si fuere favorable, ya se verá. Es la estrategia que las derechas mediática, empresarial y financiera vienen diseñando desde el triunfo de la mayoría social progresista y de la moción de censura con tal mayoría, debilitada por la querencia liberal del PSOE que tanto daña al Gobierno de Sánchez.

El publicitado efecto Feijóo ha resultado ser un pufo político que la ciudadanía traga a base de aliño mediático y regüeldos partidistas. Feijóo, en dos días, desnudo de su disfraz moderado, se ha convertido en un extremista más de inverosímil torpeza oratoria y extraordinaria y notoria mansedumbre. A M.Á.R. le da igual porque ya sabe que las próximas elecciones no serán un duelo entre Feijóo y Sánchez, sino entre Sánchez y Ayuso. Con permiso del Ministro Garzón, se admiten apuestas.

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