Fútbol de mancebía

La corrupción en el fútbol es total y absoluta: el negocio ha barrido la sana competición deportiva con la sucia escoba del dinero. Sucede en otros ámbitos deportivos, pero en el fútbol es sangrante por ser la droga más consumida en el mundo por adictos de toda edad, sexo y condición. Para vencer hoy día no basta el lema olímpico “Citius, altius, fortius” (Más rápido, más alto, más fuerte), hay que ser también “opulentius” (más rico). Los equipos, con raras excepciones, llevan décadas tirando de la cartera en lugar de la cantera.

Aún reciente, la faz machista del expresidente Rubiales ha dejado en segundo plano su habilidad negociadora para prostituir el fútbol patrio vendiéndolo al mejor postor, en este caso el moro Saudí, en línea con lo perpetrado por la FIFA con el mundial de Qatar. Avergüenza que la Supercopa “de España” sirva para blanquear una dictadura misógina, homófoba, genocida y asesina de periodistas por un puñado de dólares mal repartido entre el bipartidismo de la liga y dos convidados de piedra para hacer bulto en un bolo devaluado.

Uno de los privilegiados de la liga, y estrechamente vinculado con el petrodólar, ha puesto al descubierto el verdadero cariz de Arabia Saudí en las recomendaciones que ha dado a los hinchas que se desplacen a esa dictadura para ver a su equipo jugar. Hay que tener presente que el forofo futbolero, poco seso y bastante dinero, no entra en este tipo de análisis y suele simpatizar con posiciones cercanas al autoritarismo y la sociopatía, sea en formaciones de extrema derecha como Vox o en dictaduras como la Saudí.

Advierte el comunicado blaugrana a su “afición” que está prohibida y es ilegal la introducción, venta, compra y consumo de alcohol y de drogas en el país. ¡Menudo contratiempo para un grupo social que suele estar colocado en la grada y fuera de ella! Otra adversidad es tener que renunciar al bocata de lomo, chorizo o jamón serrano, al estar prohibida también la introducción, venta y consumo de cerdo. Tendrán que hacerse el cuerpo para engullir pinchos morunos de pollo, shawarmas, cucuruchos de falafel o fiambreras de cuscús.

Recomienda el Barça tener respeto y prudencia en los comportamientos en público y las demostraciones de afecto, evitando comportamientos indecentes como actos de carácter sexual (¿tocar el culo o los paquetes de la pareja?, ¿morrear?, ¿pegarse el lote en el asiento trasero del coche?). Y mucho ojo con las relaciones entre personas del mismo sexo y las muestras de apoyo al colectivo LGBTI, incluso en redes sociales, ya que pueden ser detenidas ipso facto, lapidadas o colgadas de una grúa públicamente.

El hincha culé debe adoptar una actitud discreta y respetar estrictamente los usos y costumbres del país: donde fuere, haga lo que viere, nada de barretinas y mucho menos sardanas. Deberá evitar las concentraciones de personas, sobre todo los actos públicos o religiosos, y ha de ponerse en contacto con la autoridad local si observa algo “sospechoso». Las leyes de Arabia prohíben concentraciones, manifestaciones, marchas y cualquier actividad que el gobierno considere contraria a la paz social o al orden público.

Como diría cualquiera de los prebostes que han manejado y manejan la caja y el palco del Camp Nou: “Salut i pessetes i el demés a fer punyetes”.

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