Hollywood: Óscar, sueños y pesadillas

Los Óscar, como Eurovisión, pueden servir para hacerse una idea sobre qué escuchar y qué ver extremando precauciones. Cuando la publicidad machaca al consumidor, hay que sospechar bajo la premisa de que a un producto de calidad le basta el boca a boca y la certeza de que la publicidad sólo tiene una finalidad: vender. En estos casos, conviene leer la letra pequeña del etiquetado del producto antes de consumirlo, por si contiene alguna sustancia perjudicial para la salud.

La industria del cine americana se desarrolló en sus inicios en Nueva York alrededor de Thomas Edison, dueño de las patentes de la tecnología necesaria para producir y exhibir películas. Estudios y productoras debían pagarle una tasa y él denunciaba a quien no lo hacía, por lo que sus competidores eligieron para establecerse California, donde sus patentes no tenían valor, el sol permitía grabar durante más horas y los terrenos, más baratos, facilitaban la construcción de grandes estudios.

Hollywood es, junto a la religión y cierta prensa, una de las mayores argucias de la historia urdidas para lavar cerebros. Conocida como “la fábrica de sueños”, concentra una industria del entretenimiento que lleva más de un siglo canalizando ideología, desde una perspectiva consumista, capitalista, con sesgo neoliberal, para el mundo que afecta a todos los ámbitos que atañen al ser humano: aventura, sexo, violencia, catástrofes, amor, comedia, musicales, ciencia, fantasía, política, etc.

Los Óscar son los Mandamientos que cada año bajan de un Sinaí de cartón piedra para que el mundo sepa cuál es el último mandamiento del dios americano. Y este año –ya lo anunciaron los falsos profetas de los Globos de Oro y los Bafta– esa Ley habla a la audiencia de guerra, de destrucción masiva, de muerte, uno de los temas fuertes y recurrentes de Hollywood. Oppenheimer trata de eso y el público asumirá el sermón con toda su moralina y rezará responsos por el alma de la Humanidad.

Las piezas encajan. En un escenario vaticinador de otra guerra mundial con Ucrania como excusa, con Macron proponiendo enviar soldados al frente, con la neutralidad nórdica tomando partido, con Von der Leyen llamando a las armas, con la amenaza de la vuelta de Trump, con el fascismo tomando posiciones en Europa y con el genocidio palestino televisado en directo ante la indiferencia mundial, la película ganadora no podía ser otra que Oppenheimer. Siete Óscar para la pesadilla nuclear.

Kai Bird y Martin J. Sherwin, autores de “Prometeo americano”, el libro que da pie al guión de la película, definen a Oppenheimer como “un hombre extraordinario que nos introdujo en la era nuclear y luchó, sin éxito, por encontrar la manera de eliminar el peligro de esa guerra”. Lo de menos es que la audiencia se pronuncie sobre esta versión de Jekyll y Hyde, lo que buscan Hollywood y los Óscar es asentar la idea de la necesidad de armarse como única forma de que, al final, ganen sus “buenos”.

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COMENTARIOS

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    Manuel 2 meses

    NOs están haciendo perder la cordura porque nosotros, los de a pié, seremos los perdedores.

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