La oportunidad perdida

“Dónde fue a parar el tren que nunca cogimos. Dónde fue a bailar el eco de aquel sonido. Ahora quién lo dio, por perdido aquel sonido. El humo nos cegó, el humo nos cegó” (“El tren que nunca cogimos”. José Ignacio Lapido y M-Clan)

Llevo años defendiendo que la bajada de ratio aportaría calidad a la enseñanza. En estos artículos lo habrán podido leer varias veces, tanto con motivo de la pandemia y la distancia social recomendada, como por cualquier otro motivo, pero una vez más, el tren pasa de largo. Los mandamases en educación, con su billete comprado y estando puntuales en la estación, se han dedicado a mirar hacia otro lado, haciéndose los despistados como cuando te cruzas con tu ex (no todos tenemos la suerte de vivir el Madrid de Ayuso)

Creo conveniente ponerles en situación. Nuestra ratio educativa, o lo que es lo mismo, el número “máximo” de alumnado por aula, es de veinticinco en Educación Infantil y Primaria, y de treinta en la E.S.O. Pongo máximo entrecomillado, porque he tenido cursos en los que hemos sido veintinueve en clase, pero eso nunca es problema para la Administración, pero si hay menos, sí. Con la LOMLOE, o lo que es lo mismo, la famosa “Ley Celaá”, el Ministerio de Educación perdió la primera gran oportunidad de bajar la ratio con una Ley Orgánica. Después de haberse llenado la boca diciendo que es una ley que aporta calidad al sistema educativa, haya adolecido de algo tan básico como la modificación de la ratio.

A nuestra Consejería de Educación, una de las grandes batalladoras contra la “Ley Celaá”, se le ha caído el disfraz de Juana de Arco cuando menos se esperaba y se han puesto el de pseudo tecnócratas y, tijera en mano, han recortado unidades de Educación Infantil aludiendo única y exclusivamente, a los números que marca la Ley cuando perfectamente se podía haber tenido manga ancha y adecuarse a una ratio mucho más lógica. Para los de Imbroda, si no tienes esos veinticinco alumnos/as por aula, recorte que te pego.

Con la llegada del trifachito a la Junta de Andalucía, las escuelas concertadas respiraron tranquilas. Su mayor azote, las hordas comunistas, estaban fuera del poder, así que se verían, cuando menos, respetadas en este sentido. Pero tampoco ha sido así. La tijera de la Junta no ha entendido ni de escuela concertada ni de lazos naranjas a los que jaleó y alentó en su momento, y ha recortado por la calle de en medio. Para ellos, ha sido como tener al zorro dentro del gallinero, pero parece que aún no se han dado cuenta.

Hay dos causas principales para que tanto pública como concertada tengan problemas con el número de alumnado en tres años. La bajada de la natalidad es un hecho fehaciente y también, el miedo que tienen las familias de esos niños al COVID. Se ha detectado un grandísimo número de niños y niñas en edad de escolarización en Infantil (les recuerdo que no es obligatoria) que no se han matriculado en ningún centro y, aun así, la Consejería recorta unidades, provocando que, cuando este alumnado decida matricularse lo tenga que hacer o bien en un centro que no es de su elección, o fuera de su entorno domiciliario, familiar o laboral y en aulas ya de por si masificadas.

Y mientras terminaban de leer este artículo, el último vagón, el del aumento de la calidad a través de la bajada de la ratio, descarriló tanto para la pública como para la concertada. El humo nos cegó…

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