Los crímenes de la luna (1987)

Al menos fueron dos los crímenes que se cometieron por aquel individuo solitario que durante la vista oral del juicio en que sería condenado a 85 años de cárcel dijo haber actuado bajo la influencia del plenilunio. Dos que se conozcan. Un asesinato consumado y otro en grado de tentativa. Por el resultado inacabado de este último pudo ser descubierto y detenido por la Policía meses después de asesinar vilmente a una niña de 9 años, Aixa Sánchez Hita, después de raptarla y llevarla, no se sabe bien cómo, hasta un lugar solitario, oscuro y tenebroso bajo la silenciosa fortaleza de las Torres Bermejas de la Alhambra.

De no haber errado meses después en su criminal resultado cuando agredió a otra menor, S. R.M, a la que a punto estuvo de causar el mismo mal que a la pequeña Aixa, aquel ser humano abominable con deseos de ser considerado licántropo, habría seguido matando con toda probabilidad. Excarcelado, hoy día vive en una provincia lejana, en Gerona. En alguna ocasión muy reciente se le ha visto por Granada a menos de 200 metros en línea recta del lugar donde causó la muerte y agredió a sus víctimas. Así de cerca vivía el asesino…

La última persona

Aparte de su asesino y posiblemente de un taxista —La sentencia declaró probado como la niña había sido conducida por su asesino hasta tomar un taxi en el Camino de Ronda dejándolos a pie de la cuesta de Gomérez—, la última persona que vio a Aixa con vida fue María del Carmen Herrería, la propietaria de una papelería próxima a la casa de sus padres, donde llegó ya anocheciendo, alrededor de las siete de la tarde, a comprar una cartulina para un trabajo escolar. Después de seleccionar con la ayuda de la dueña la que le serviría, una mediana de color celeste donde colocaría las 5 fotos que tenía pensado, pagó con una moneda de 25 pesetas los 3 duros que costaba y tras recoger la vuelta se marchó. La propietaria del establecimiento no la vio salir, porque justo en ese momento se volvió para tomar un artículo y solo pudo oír como se cerraba la puerta. Que se sepa ya nadie volvió a ver a Aixa. No se sabe si su raptor ya la tenía localizada o lo hizo después de abandonar la papelería camino de su casa o si la abordó incluso dentro del portal de su propio domicilio, dado que días atrás otra niña que vivía en otro inmueble cercano había denunciado que un hombre había intentado llevársela. En aquellos días la zona de Gran Capitán a pesar de ser un lugar céntrico y de clase media no gozaba de buen ambiente, sobre todo al atardecer, debido a la concentración de locales de copas y alterne.

La voz de alarma

Fueron sus hermanos quienes dieron la voz la voz de alarma sobre la ausencia de Aixa. Aun habiéndola echado en falta, estaban convencidos que había ido con la madre a comprar a un cercano centro comercial después de regresar del colegio de la Presentación donde estaba escolarizada. Cuando un rato más tarde la madre regresó y preguntó por la más pequeña, todos constataron su falta. Lidia, de diecisiete años, —la hermana mayor de Aixa y de la prole formada por 6 vástagos en la que Aixa era la penúltima—, contó posteriormente la angustia que vivió la familia desde el momento que comprobaron que la niña no había vuelto a casa aquella tarde de jueves: “al llegar a casa vi la cartera de Aixa en el suelo y pregunté que dónde estaba. Mi madre respondió que había salido a por una cartulina. No nos extrañó que tardara un poco porque solía ir a comprar chicle a la vuelta de la esquina. Después mi madre salió al hipermercado y un rato más tarde un hermano dijo que Aixa se había ido con mamá de compras. Sólo cuando mi madre regresó comenzamos a preocuparnos y a angustiarnos. Mi madre rezaba, llamamos a los hospitales y a la Policía, una tía mía trabaja en la Jefatura Superior de Policía”.

De nada valieron los esfuerzos que todos hicieron por buscarla en casa de amigos, conocidos, familiares, en los establecimientos de la zona y hasta en el propio colegio, para ese momento ya cerrado a cal y canto, por si se hubiese quedado jugando dentro o dormida al no haber podido salir de él. La desesperada búsqueda se prolongó hasta la bien entrada la madrugada. Aixa se había esfumado. Nadie sabía de su paradero. La sospecha de que algo terrible podía haberle sucedido a Aixa comenzó a albergarse en el pensamiento de todos, de sus familiares y de la propia Policía que, al día siguiente, en medio del silencio que toda investigación exige, llamarían a la colaboración ciudadana para localizar a la pequeña.

Terrible hallazgo

Tuvo que transcurrir un largo día de angustia y desesperación para que se volviera a saber el paradero de Aixa. Casi 24 horas después de que se tuviese noticia de ella por última vez fue hallada de modo fortuito, muerta. Había sido asesinada. Granada aún no había olvidado sucesos semejantes anteriores muy cercanos en el tiempo, como el del asesinato de Marcos Serrano Martín, en 1981, cuyo cadáver apareció en el paraje de la Silla del Moro o el de la niña Anabel Fernández violada y asesinada en Huétor Santillán en mayo de 1985.

Sobre cómo se sucedieron los hechos desde su desaparición hasta que fue encontrada sin vida, la prensa del momento informa con minuciosidad. En ABC, Inmaculada Vilardebó, lo sintetiza especialmente bien. Su relato debemos conectarlo con el momento en que el rastro de Aixa al salir de la papelería, poco más o menos a las 7 de la tarde anterior y se topó con el que sería su asesino. “Se tiene la sospecha que la niña recorrió acompañada de su asesino el centro de la ciudad durante el espacio de una hora, entre las 7 y las 8 de la tarde del jueves, cuando ya estaba anocheciendo. A falta de confirmación por la autopsia se cree que la muerte le sobrevino sobre las ocho de la tarde. El carácter confiado, abierto y algo ingenuo de la pequeña es estimado fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Incluso la misma tarde del jueves el carácter servicial de Aixa le llevó a ofrecerse para quedarse en el colegio con un niño al que habían propinado una pedrada. La propuesta no fue aceptada por la profesora y la niña salió de la escuela en compañía de su amiga Astrid, sobre las seis y media, subió a su casa, dejó la cartera en el suelo de un largo pasillo, besó a su madre y merendó. Le pidió dinero para ir a comprar una cartulina porque debía hacer un trabajo para el colegio sobre la familia. Fue a la tienda, distante una manzana de su casa, y compró una cartulina celeste pequeña, que 24 horas después aparecería junto al cadáver. Ahí se pierde su rastro hasta que aparece su cuerpo, mediada la tarde del viernes, en los bosques de la Alhambra, al pie de Torres Bermejas, semioculto por un ramaje que hubo que cortar para desenterrarla, tras localizarla un trabajador autónomo que trabajaba en canalizaciones de agua potable. Este, en un primer momento, creyó que estaba dormida.

Al descubrir las ramas la vio desnuda, sólo con calcetines en los pies y con el rostro cubierto por las ropas del uniforme de la Presentación, que llevaba en el momento de su desaparición. Cuando apareció el cadáver, el padre se encontraba con la Policía rastreando la zona de Armilla, distante unos tres kilómetros de Granada, con perros… En un primer momento el hombre creyó que la niña estaba dormida, ya que su rostro estaba tapado por unas ropas. Pronto comprobó que la impresión era errónea y que estaba muerta. Pensó que violada. Su cuerpo, con alguna moradura, yacía desnudo, cubierto sólo sus pies con unos calcetines de colegiala y un calzado deportivo. La ropa que debía llevar en el momento de su desaparición, un jersey azul y una falda de cuadros de color granate, correspondiente al uniforme del colegio de la Presentación, de Granada, estaba sobre su cara y tal hubiera servido para asfixiarla. Junto al cuerpo, estaba la cartulina azul que había comprado la pequeña… Todo el horror es poco para describir la impresión de Antonio Guerrero, radioaficionado, que transmitió después del macabro hallazgo a través de su aparato de radio. La noticia saltó a la cadena de radioaficionados de Granada, y de ahí a la Policía, que acordonó la zona. ¿Obra de un maníaco de un desconocido, o de algún rostro familiar?”.

La sociedad granadina se conmocionó profundamente cuando conoció la aparición del cadáver. La reacción de la indignación colectiva determinó que los representantes de las asociaciones de padres de alumnos del colegio de la Presentación y de la Federación Católica de Asociaciones de Padres, convocaran una manifestación de repulsa para la tarde del día 2 de noviembre, a la que asistieron 20 mil personas que transitaron por las calles más céntricas de la ciudad hasta llegar al Gobierno Civil, donde reclamaron “No más violencia, paz y no más agresiones a los niños”. Aquella misma tarde, cuando se celebraba la manifestación llegó el informe definitivo de la autopsia ordenada por el titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Granada. En él los forenses concluyeron que Aixa no había sido violada, aunque sí abusada sexualmente y que había muerto por asfixia al haberle introducido el asesino en la boca su propia ropa interior con el fin ahogar sus gritos.

Sin pistas

La Policía no aventuró nada a pesar de que desde el primer momento sobre los miembros del Grupo de Investigación Criminal pesaba la idea del rapto. De los múltiples comentarios que pudieron recopilar desde el momento en que se denunció la desaparición establecieron como versión más aproximada que, como era su costumbre, Aixa jugó en el colegio a baloncesto hasta las seis y media. Que a esa hora salió para su casa situada en la calle Pintor Velázquez, distante apenas unas tres manzanas, acompañada de una amiga. Que ambas se separaron en la calle Melchor Almagro. Que Aixa subió a su casa donde su madre le dio la merienda y le dijo que iría al hipermercado. Que Aixa no la acompañó para dedicarse a hacer sus deberes y que después de pedirle dinero para la cartulina con la que debía hacer un mural bajó a la calle y fue a la papelería “Póker” a comprarla. El resto ya ha sido expuesto. Para la Policía quedaba el poner en claro cómo y con quién había llegado Aixa hasta el paraje de la Alhambra donde fue asesinada y apareció su cadáver.

Aunque no había apenas indicios o evidencias derivadas del hallazgo del cuerpo, fueron muchas las pistas seguidas. Llegó incluso a propalarse la noticia de que el asesino había sido detenido, pero desgraciadamente todos los rumores resultaron ser falsos. Las numerosas líneas de investigación que se siguieron, tanto en el círculo de los fichados como pederastas como el de los círculos próximos a la niña no arrojaron resultado alguno. Tanto fue así que la Policía reclamó abiertamente la colaboración de la sociedad granadina para poder descubrir al asesino. Poco después la investigación entró en un silencio, por demás necesario, resultado de la falta absoluta de pistas sobre el autor. Empero la Policía continuó arduamente buscando al autor llegando a montar algún dispositivo en el mismo lugar del hallazgo, convencidos de que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.

Otra niña

Por poco la Policía no se topó con el asesino cuando cometió su nueva fechoría, porque pocos días antes miembros del Grupo de Homicidios habían estado pesquisando alrededor de Torres Bermejas. Fue otra nueva agresión sexual a una niña y su fallido asesinato lo que facilitaría la detención del criminal. El 28 de abril de 1988, jueves y día de luna llena acometió a una niña de 14 años, S. R. M., a la que trató de forzar siguiendo el mismo modus operandi que con la pobre Aixa, trató de acallarla introduciéndole en la boca su ropa íntima, pero en este caso la posición de la lengua evitó su asfixia. Cuando el malhechor consumó su agresión y creyó fallecida a su víctima abandonó su cuerpo a pocos metros del mismo lugar en donde había asesinado a Aixa Sánchez Hita.

Por fortuna para ella y para beneficio de toda la sociedad, S.R.M sobrevivió a la intención homicida de su agresor. En un momento dado después de ser abandonada a su suerte, se recuperó y huyó del lugar, llegando al centro de la ciudad donde fue socorrida inmediatamente y dio a la Policía las claves suficientes como para la detención del solitario asesino y violador.

Claves y detención

Por la descripción que pudo aportar S.R.M , la Policía confirmó que tenía que buscar a un individuo de escasa estatura, delgado, moreno y de pelo ondulado. Gracias a ella también se confeccionaron varios retratos robot por parte de expertos del Gabinete Central de Investigación y se montaron dos grandes dispositivos policiales: uno en el barrio donde el individuo había abordado a las dos pequeñas, y otro en el que con posterioridad se demostraría que vivía él, en las inmediaciones de la Alhambra. Las medidas tardarían un mes exacto en dar resultado, porque el 26 de mayo de 1988 en los bosques de la Alhambra fue detenido un vecino del barrio del Mauror, un lobo estepario de 21 años de edad, que respondía a las características fijadas por la investigación.

La detención se produjo cuando ya anochecía, era jueves, el mismo día de la semana y a la misma hora en que sucedieron los crímenes de Aixa y de S.R.M . Era jueves como lo era el día en que había asesinado a Aixa y como el día en que agredió y dejó inconsciente a S.R.M y la abandonó dándola por muerta. Era la misma hora solar, aproximadamente las 8 de la tarde en noviembre, las nueve en abril y las nueve y media en mayo. Era casi el mismo día, 29, 28 y 26 respectivamente. Llevaba la misma navaja con la que intimidó a las niñas. Era fin de mes y había plenilunio. Y un último dato decisivo para la identificación del asesino, fue que S.R.M expuso a la Policía como su agresor tenía cierta retención en el habla, tenía anquiloglosia, cierto frenillo lingual. A ello también respondía el detenido cuando fue sorprendido en el momento en que, cumpliendo el ritual de todo asesino, volvía al lugar donde, supuestamente aún, había cometido sus crímenes.

La luna y el demonio

José Fernández Pareja, de 21 años de edad, residente en Granada y trabajador de un puesto de frutas en el mercado de San Agustín, fue puesto a disposición judicial en la mañana del día 27 de mayo como presunto autor de la muerte de la pequeña Aixa Sánchez Hita y del intento de homicidio de S.R.M a ocurrido el 28 de abril anterior.

Al principio mostró cierta resistencia, pero al final por la contundencia de las pruebas que lo inculpaban y tras una noche entera de interrogatorio, admitió su culpa. Admitió ser el autor de los delitos que se le imputaban y de la realización de otra serie de actos criminales consistentes en asuntos deshonestos sobre niñas menores cometidos en muchos casos en los propios rellanos de las escaleras de sus casas. En su descargo dijo que había cometido tales hechos “por no poder entablar relaciones sexuales con personas adultas, porque desde la infancia había desarrollado una serie de complejos de tipo sexual que le impedían mantener una relación sexual normal”.

Fernández Pareja también manifestaría que se sentía particularmente agitado los fines de mes y las noches de luna llena, cuyo influjo le generaba una desazón que le impulsaba a intentar saciar sus apetitos con niñas menores, a las que “nunca quiso asesinar”, dijo, como también añadió que estaba conmocionado por la muerte de Aixa y como no pensó nunca en asesinarla; tampoco a S.R.M, a la que abandonó creyéndola simplemente desvanecida, como así fue.

Lo cierto es que Fernández Pareja trató de evitar el ser reconocido tras la circulación de los retratos robots que fueron confeccionados. Sin embargo, lo que no se explicaban los investigadores fue porqué regresó al escenario del crimen. Algo que él reconduciría al influjo de la luna que lo llevó a volver al sitio donde de algún modo pudo dar satisfacción a su desasosiego. Dijo actuar ritualmente los jueves, los fines de mes y los días de luna llena, movido por el demonio.

Fuera como fuese la investigación llevada a cabo por el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Oriental había dado resultado.

El juicio y la condena

Antes de ser enjuiciado y condenado José Fernández Pareja siguió siendo noticia. Las informaciones desvelan como se temió que pudiera suicidarse dado su estado de depresión y como fue amenazado de muerte por otros reclusos del centro penitenciario de Granada siguiendo el extraño código de conducta de los internos. Ello unido al hecho de que un familiar de su segunda víctima trabajaba en la prisión granadina, determinó que fuera trasladado en el mes de noviembre de 1988 a la prisión de Jaén.

Fue allí también donde el abogado designado por sorteo por el Colegio de Abogados de Granada debido a que los tres anteriores que habían sido designados renunciaron a su defensa, se entrevistaría con él en varias ocasiones. Eduardo Torres-Bouza, quien sería años más tarde decano de la corporación granadina, no pudo negarse y acometió su tarea sabiendo el carácter confeso de su patrocinado. En más de una ocasión Torres-Bouza ha advertido que Fernández Pareja no estaba loco según los informes forenses psiquiátricos, pero que alguna patología debía tener, dada su tendencia a explicar los crímenes por influencia de la luna y del maligno, así como su inmersión posterior ya en el presidio en la religión.

El 17 de abril de 1990 la opinión pública granadina asiste conmovida al inicio de las sesiones del juicio contra José Fernández Pareja, que se presentó notablemente cambiado en su aspecto ante la Sala de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, acusado de la comisión de 14 delitos por los que se le pedían por el Ministerio Público, representado por uno de los mejores fiscales que se recuerdan en Granada, Arturo Gómez Pardo, una pena de 106 años de privación de libertad, destierro y accesorias, y penas superiores a 160 años que le pedían las acusaciones particulares en la causa.

El juicio comenzó con la petición de protección que había cursado el abogado defensor del encausado debido a las continuas llamadas telefónicas que había recibido amenazándole por defender a un asesino de niñas. Por lo demás, las sesiones del juicio se desarrollaron con normalidad. En él lo más relevante fue el que no fuese necesaria la declaración de la segunda víctima, de S.R.M, dada la admisión plena de los hechos por el acusado y sin duda por la particular postura mantenida por Fernández Pareja que impidió que su abogado pusiera en práctica la estrategia de defensa que había diseñado.

El modus operandi en ambos casos, según se expuso en la vista oral, fue el mismo. Asaltó a punta de navaja a las niñas, en el caso de Aixa al entrar al ascensor, y las condujo bajo amenaza hasta los bosques de la Alhambra, bajo Torres Bermejas. Allí entre la maleza ordenó a Aixa que se desnudara con la idea de violarla, algo que no pudo consumar por la desproporción de los órganos sexuales. Le hizo tocamientos y le obligó a que le practicase una felación. “Cuando terminé, me senté junto a ella mientras intentaba luchar contra los impulsos del demonio. Yo no quería matarla, pero una fuerza irresistible me llevó a lanzarme sobre ella y apretarle el cuello con las manos. Después, la misma fuerza me llevó a meterle en la boca las bragas y asegurar así que la niña había muerto”, declaró con pasmosa frialdad. En el caso de S.R.M sucedió exactamente lo mismo, salvo que las circunstancias quisieron que no acabara con su vida. A S.R.M, estudiante del colegio Regina Mundi, la abordó en el portal de su casa en la calle Martínez de la Rosa y, a punta de navaja, se la llevó andando hasta llegar debajo de Torres Bermejas, justo al mismo lugar donde había acabado con la vida Aixa seis meses atrás.

A pesar de la actitud del acusado su abogado defensor consiguió rebajar para su defendido el número de los delitos por los que se le acusaba, fruto de lo cual fue que la Sala finalmente lo condenase a una pena notoriamente más baja, 85 años de reclusión, seis años de destierro y accesorias, que cumpliría en las cárceles de Granada y Gerona, y no en un penal psiquiátrico como solicitó su abogado.

Tras 16 años de privación de libertad José Fernández Pareja accedió al tercer grado y salió en libertad condicional de la prisión de Gerona hasta su total excarcelación en 2004. Cumplió la pena de destierro que concluyó en 2010 y varios vecinos del lugar donde habitaban sus padres lo vieron cuando vino a visitarlos en distintas ocasiones. Desde la Puerta del Sol apenas hay tres minutos caminando hasta el lugar donde Aixa perdió la vida y a punto estuvo de perderla también, S.R.M .

“Plenilunio”

Asimismo, y dejando al margen la macabra descripción de los crímenes, lo más significativo fue que además de la influencia que sobre él ejercía el plenilunio, fue la apelación constante a como el impulso homicida fue siempre insuflado por el demonio, que fue quién en el último instante y en ambas ocasiones, después de haber satisfecho sus deseos sexuales –en ninguna de las dos ocasiones pudo consumar la violación por la desproporción de órganos con sus víctimas-, le dio orden de acabar con sus vidas.

La sentencia no fue recurrida por expreso deseo de Fernández Pareja que dijo no necesitar el perdón de los hombres porque el único que necesitaba era el de Dios y Éste ya lo había hecho.

Sobre los hechos narrados, los macabros “crímenes de la Luna”, el escritor granadino de origen ubetense y académico de la Lengua, Antonio Muñoz Molina escribió su magistral novela “Plenilunio”, que ojalá, privándonos a sus lectores de leerla, el destino debió deparar que jamás la escribiese.

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