Malabares a la vuelta

Llegamos a Junio y se va acabando el curso, se acerca el momento en el que los docentes hacen balance de todo aquello que salió bien, para repetirlo, regular para mejorarlo y mal para cambiarlo o no repetirlo nunca más. Este año ese balance se hace más necesario que nunca, porque después de casi tres meses de cuarentena y de haber tenido que reinventar la forma de enseñar y haber sacado su trabajo adelante, a costa de echar el doble de horas o de no haber tenido un día de descanso, vuelven a mirar la prensa y encontramos de nuevo la máxima incertidumbre en los titulares.

Todo indica un más que posible rebrote de COVID el próximo curso. Algunas de las universidades más prestigiosas del mundo, como la de Cambridge, ya han anunciado un próximo curso 100% de enseñanza telemática; desde el ministerio de Educación se recomiendan bajadas de ratio y el uso de todos los espacios de los centros disponibles para remodelarlos como aulas. Sin embargo el consejero andaluz de Educación ya afirma que estas medidas “son inviables”.

Ante la contundencia de esa afirmación la pregunta es, si tanto se reclamaba la finalización del estado de alarma, para recuperar la autonomía en la toma de decisiones, porque el gobierno lo estaba haciendo muy mal y no se anticipaba a los problemas, ¿qué hacemos ahora con la recuperación de esa autonomía? ¿No atender ni si quiera las recomendaciones de otras instituciones académicas, o del ministerio? ¿dejarlo todo como estaba antes de esta crisis? ¿seguir sin invertir más en I+D, Sanidad y Educación?

De momento pasan los meses y las instrucciones de las autoridades académicas andaluzas siguen brillando por su ausencia y dejándolo todo a criterio del centro. Probablemente para lavarse las manos ante cualquier problema que pueda surgir.

La reapertura de colegios e institutos para las matriculaciones se iba a producir adoptando todas las medidas de seguridad y así se ha hecho. Eso sí, los equipos, las desinfecciones y todo el material necesario, han corrido a cargo del ya mermado presupuesto de los centros. Siguen pasando los meses y parece que los únicos que se plantean cómo se pueden garantizar las medidas de seguridad, si en septiembre se reinicia la enseñanza presencial, son los profesores. Ya llevan mucho tiempo pidiendo una bajada del número de alumnos por clase, porque saben que esa medida mejoraría más que ninguna otra la calidad de la educación.

Lamentablemente año tras año se incumplen sistemáticamente los compromisos de reducción de ratios, algo absolutamente imprescindible ante el panorama que se nos plantea en septiembre, porque los profesores saben que con 30 alumnos, de las edades más delicadas la enseñanza a distancia no funciona igual y porque una vez más a los profesores sí les preocupa la seguridad de sus alumnos, sus familias y por qué no decirlo la suya propia.

El señor Imbroda dice que es inviable bajar el número de alumnos por clase. Curioso que sea imposible en la enseñanza pública, pero no lo sea en la educación privada, donde las ratios 1/15 son uno de los principales reclamos del más que rentable Instituto MEDAC, con presencia en Málaga, Sevilla, Jerez de la Frontera y El Ejido, del que el señor consejero fue fundador. Si clases de quince alumnos son rentables en un instituto privado, cómo no lo van a ser en la pública. La palabra mágica es … ¡inversión!.

Los directores de los centros tienen claro que lo ideal sería volver de forma normalizada, con todo el alumnado. Pero no saben cómo podrán cumplir las normas sanitarias que se impondrán a los Centros.

Está claro que si se baja la ratio se necesita contratar más profesorado, pero no solo eso, sino que habrá que habilitar el espacio físico para garantizar el distanciamiento … y no lo hay.

Si se hacen turnos de mañana y tarde, además de los problemas de conciliación para las familias, que en su gran mayoría trabajan por la mañana, también se necesita contratar el doble de profesorado actual, y si no rondaría el 30% o 40% más, por lo que también es complicado presupuestariamente.

Si se opta porque el alumnado asista en días o semanas alternas, darían la mitad de horas de clase y no se acabaría con el problema de conciliación.

Si se plantea educación semipresencial, se seguiría necesitando más profesorado, ya que si el alumnado está en clase sus 30 horas semanales, sería atendido con el profesorado actual y a este no le puede cargar también la atención telemática, además de su docencia presencial.

El reto es enorme y hay serias dudas de que estemos preparados para superarlo. Los centros son pequeños para tanto alumnado, y la memoria es corta, sobre todo en adolescentes que no han sufrido la enfermedad, por lo que es complejo concienciarlos de que el riesgo sigue existiendo.

Parece que la única solución será la de comenzar con todo el alumnado, hacer una inmensa labor de concienciación para cumplir normas de higiene, distanciamiento… y en caso de que se produzca algún caso, estar preparados para una enseñanza telemática, como se está haciendo hasta ahora.

Una labor por parte del profesorado que ha puesto sus ordenadores, tablets, móviles, … al servicio de la administración. En la que se ha volcado en la atención al alumnado mediante la enseñanza no presencial.

Sin embargo, la administración deberá tomar medidas de dotación de recursos para el profesorado, dotación de mascarillas, geles, … y todo lo necesario para los centros, y sobre la formación del profesorado.

Pero además cabría preguntarse que si bien la implantación total de las medidas como se plantean puede que sea inviable, ¿eso significa que ya no se pueda tomar parcialmente algunas? Porque si se quieren bajar las ratios se podrían implantar aulas prefabricadas en función de los espacios disponibles en los patios, plantear los turnos de tarde para los cursos superiores, que no supondría un problema de conciliación con las familias, flexibilizar la jornada reduciendo el tiempo que los alumnos pasan en el centro reduciendo las clases a 45 minutos.

Todas estas medidas hay que explorarlas, discutirlas con los implicados y sobre todo tener voluntad de adoptarlas. Y los profes tienen la sensación que una vez más, les van a dejar abandonados a su suerte, esperando que como a ellos sus alumnos sí les importan, el año que viene vuelvan a sacar las castañas del fuego al consejero Imbroda, a costa de su tiempo, recursos y en muchos casos su salud, porque pasar diez horas diarias frente a una pantalla, a muchos les ha costado pasar por la óptica y unas gafas nuevas muy bonitas, porque las largas jornadas en la mesa del comedor han causado contracturas y vértigos, porque la sensación de no llegar a todo lo que se espera de ellos, les ha causado noches de insomnio y ansiedad, porque la impaciencia de trabajar con equipos propios y conexiones domésticas que ya no dan más de sí, porque su uso cotidiano no estaba preparado para el almacenamiento masivo de archivos, que les ha costado un alto grado de ansiedad…

Seguirán haciendo su trabajo, pero lo que no tienen tan claro es que estén dispuestos a dejarse la salud si el año que viene si se repite esta situación (ya no tan excepcional) y los responsables siguen con este escandaloso dontancredismo. Ellos y ellas ya han trabajado con las condiciones del Covid, saben las dificultades, los riesgos y las problemáticas que existen y estan pidiendo soluciones.

La consejería está perdiendo un tiempo precioso y esto empieza a ser la crónica de una muerte anunciada. Nuestros profesores quieren directrices concretas iguales para todos, medios para llevarlas a cabo y un plan de acción ya … Señor Imbroda ¿A qué están esperando?

PD.Mil gracias José Madero Sillero, director del IES ARJÉ de Chauchina y vicepresidente de ADIAN (Asociación de Directores y Directores de IES de Andalucía) y a Elena Martínez Oliver, profesora de Secundaria, sin cuya ayuda esta columna no habría existido.

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