Presupuestos fustrantes

El penúltimo mes del año es sinónimo de Halloween, de don Juan Tenorio, del día de todos los Santos, del aniversario de la muerte de Franco … y de los presupuestos generales del estado. Si las primeras cuatro efemérides son inmutables en el tiempo, las cuentas del estado también parecen serlo, al menos para la provincia de Granada que, década tras década y tras contadísimas excepciones, sigue viajando en el furgón de cola de las provincias españolas, con independencia de cual sea el color del Gobierno que los elabore.

Aún estando acostumbrada a decepciones, como lamentablemente lo está nuestra provincia, los PGE 2020 suponen una de las mayores de los últimos años. Granada apenas recibirá 96,6 millones de euros, lo que contrasta brutalmente con los 235 presupuestados para 2017, o incluso con los 135 que se dibujaron para nuestra tierra en los presupuestos frustrados de Pedro Sánchez, cuyo rechazo nos condujo a la convocatoria anticipada de elecciones.

El Gobierno se escuda en la «casi» finalización de las obras del AVE, o de la segunda circunvalación, para justificar semejante desplome en las cuentas públicas para Granada, pero se «olvida» de otras demandas de esta provincia como el soterramiento de la alta velocidad en su entrada a la capital, la variante del AVE a su paso por Loja, o las canalizaciones de Rules, sin las cuales el embalse del mismo nombre, se ha convertido en un monumento a la incompetencia política y en una prueba de la paciencia de los agricultores de la costa, que ven impotentes como el agua, que tanta riqueza podría generar, se pierde lastimosamente en el mar.

Con tan magras cuentas hay que reconocer que quienes no tienen más remedio que defenderlas, como la subdelegada del Gobierno, o la número dos del PSOE, tengan que hacer auténticas filigranas para justificar lo injustificable, o incluso para intentar convencer el personal que el Gobierno que las ha elaborado, está «firmemente comprometido con Granada». Para ello nada más socorrido de aquello de que hay cosas que aunque no aparezcan con su nombre y apellidos, sí que están en el documento presupuestario, pero créanme, la experiencia nos dicta que lo que no aparece negro sobre blanco en los PGE, sencillamente no existe.

Alguien debería recordar a nuestros gobernantes, sean del color político que sean y asienten sus reales en el Palacio de la Moncloa, o en el de San Telmo, que los presupuestos son el arma principal, no solo para la acción de gobierno, sino también para luchar contra la desigualdad entre los territorios, porque en un país moderno y justo, quien menos tiene es quien más debe recibir, precisamente para disminuir esa desigualdad.

En ese contexto no debemos olvidar que Granada es una provincia con algunos de los peores indicadores socioeconómicos de España y Europa. El PIB por habitante de Granada apenas supera el 73% del de España. Por sectores productivos, la agricultura granadina supone 4,6 puntos porcentuales más que la española sobre el total de sectores, mientras que en el caso de la industria, son 9,3 menos. En la capital casi un 30% de sus habitantes obtienen sus ingresos de la administración pública, mientras que para el conjunto del país se sitúa alrededor del 20%.

Nuestra renta per cápita, nivel de desempleo, paro juvenil, etc, siguen presentando unos valores alarmantes que, lejos de converger con la media nacional y europea, cada vez presentan mayores diferencias.

Añadan a todo lo anterior que la pandemia que nos azota desde hace nueve meses, se ha llevado por delante los dos pilares fundamentales de nuestra economía, como son el turismo y los servicios y nos situaremos ante un escenario que difícilmente puede revertirse, sin un apoyo decidido de lo público.

Precisamente por ese panorama tan adverso, es por lo que eran tan necesarios unos presupuestos generales que ayudaran a hacer frente a la emergencia coyuntural, pero sobre todo a empezar a disminuir nuestro diferencial con España y Europa; unos presupuestos que apostaran por sentar las bases de otros modelos productivos, que abrieran la puerta a que esta tierra pueda competir en pie de igualdad con otras ciudades y provincias. En definitiva, unos presupuestos que pudieran devolver la ilusión a una sociedad que como la granadina, lleva demasiado tiempo instalada en la resignación.

Lamentablemente nada de todo lo dicho encontramos en las primeras cuentas públicas de este Gobierno, con lo que ello supone de frustración colectiva porque Ni Granada ni los granadinos se lo merecen.

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