Reforma o involución

Pienso, con otros muchos en el mundo, que ha llegado el tiempo de plantear una seria reflexión, sobre el alcance de las necesarias reformas de un sistema, que ya venía haciendo aguas desde mucho tiempo atrás, pero que la pandemia del covid-19 ha situado con toda su crudeza en el orden del día de ciudadanos y gobiernos.

Noticias que hasta ayer pasaban sin pena ni gloria por las páginas de los diarios, hoy nos interpelan de forma imperativa sobre su dramatismo y crudeza: “El 10% de la población mundial posee el 90% de la riqueza del mundo”. Bill Gates dispone de un patrimonio superior al 90% del PIB de la casi totalidad de los países de África”. “Soportamos, sin inmutarnos, la muerte de millones de mujeres y niños cuando disponemos de recursos suficientes para acabar con el hambre, las enfermedades y la miseria en el planeta”. “Destrucción de alimentos, por sobreproducción, en lugar de su distribución, cuando poseemos tecnología suficiente para hacerlos llegar allí donde se necesitan”. “Vemos con indiferencia a millones de personas huyendo de la guerra y el hambre, hacinadas con frio y nieve, a las puertas de nuestras ricas y opulentas sociedades, pero insensibles ante el dolor ajeno”.

Cualquiera de estos enunciados justificaría, ante una sociedad sana, la necesidad de una rebelión intelectual, moral y política que modificase de raíz las bases políticas y económicas en que se asentase tal sociedad.

No hace demasiados días el vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias citaba la constitución española en su artículo 128, para justificar, ante esta crisis, que la riqueza del país está subordinada al interés general.

Pablo Iglesias, que pasó de denostar el régimen del 78, que parió la Constitución que hoy es el soporte jurídico del llamado escudo social para la protección de los débiles, no fue linchado, por poco, en la plaza pública aunque a algunos no les faltaran las ganas.

No obstante, se ha acusado al vicepresidente y por extensión al gobierno de imponer (que ironía) la ideología comunista y de amenazar la propiedad privada.

Bolivariano, Castrista; Comunista etc…son algunos de los epítetos, que sin glosar siquiera su valor y contexto histórico, sin enjuagarse la boca, escupen, con ánimo de insultar, al tiempo que exigen ayuda al gobierno para sus protegidos.

Libertad Digital, Es.Diario, Ok diario, El economista etc… incluso algún insigne profesor que no vertió una sola lágrima durante la crisis de 2008 lloran a moco tendido, advirtiéndonos de los peligros que corre la libertad de empresa, con un gobierno que quiere nacionalizar y eliminar la propiedad privada.

Todo por citar la Constitución Española. No la soviética, ni la cubana o la bolivariana, no. Porque si esto hubiese sido así, entonces si que habría estado justificado “salvar a la patria”.

Son tan virulentos y exagerados estos ataques, son tan hipócritas y crueles, que lo único que muestran de forma palmaria, es que el constitucionalismo de partidos como VOX, PP y Ciudadanos es tan falso y de pacotilla como la falsa moneda. El de ellos y el de sus voceros.

Estos días asistimos, al striptease grotesco de centralistas de pro , enemigos declarados del estado autonómico, mas jacobinos que Robespierre, convertidos en auténticos autonomistas, incluso independentistas, pidiendo en coincidencia con Torra la suspensión del estado de alarma. Todo ello al amparo de la defensa de unas libertades en las que nunca creyeron.

Gobiernos tan “izquierdistas” como los de Francia, Italia o Alemania están yendo mucho más lejos en la intervención de sus empresas de lo que siquiera ha enunciado el gobierno de España. Participaciones, nacionalizaciones, algunas a petición de algún consejo de administración, subvenciones, se han realizado en estos países. Incluso el peligroso bolchevique de Donald Trump ha intervenido en Ford o en General Motors para ponerlas al servicio del interés general. Oh Dios, cómo estos patriotas de mercadillo no están llorando por las esquinas?

Seguramente es porque saben que en momentos de emergencia como los que vivimos lo lógico es que los gobiernos tengan esa previsión y subordinen la riqueza al interés general. Cabría preguntarse ¿con el PP, con Vox etc…en el gobierno, el principio de no dejar a nadie atrás, tendría la misma aplicación que en la crisis anterior con los resultados que todos conocemos? O seria como entonces recortes sociales para la ciudadanía y privilegios para los ricos. No olvidemos que España, con el gobierno del PP, fue el país de la UE en que más crecieron los millonarios en medio de la crisis.
Lo que realmente sorprende es que no sean ellos, tan patriotas, y las clases que representan los que se pongan al lado del gobierno para superar juntos la situación que vivimos.

¿Dónde están los grandes empresarios españoles poniendo su riqueza al lado del país? Donde los Amancio Ortega, los Florentino Pérez, los Botín u otros, más allá de sus donaciones graciables, que recibiríamos eufóricos si fuesen después de haber pagado los impuestos que les correspondan. Ojala que no tengamos que verles, ya comienzan, ni aquí ni en Europa pidiendo ellos mismos ser nacionalizados para salvar sus balances.

Si “nuestros patriotas” tuvieran la vergüenza de abandonar la doble moral que practican, deberían reflexionar sobre lo importante y lo accesorio y extraer las consecuencias directas en la política, así como en los sistemas de producción, de consumo y del tipo de sociedad que necesita la mayoría de la población.

Claro que si mi tita tuviera ruedas sería una bicicleta.

Se está hablando mucho, unas veces con ironía, otras con sarcasmo, de lo que el Presidente Sánchez ha denominado nueva normalidad. En algunos muros del mundo se ha visto una pintada, que dice” No quiero volver a la normalidad, la normalidad ha sido el problema”.

Hay certezas que ya no se podrán obviar. En la nueva normalidad habrá que poner en valor al estado, sobre todo los trabajadores, los débiles. La defensa de lo público de lo común no se debería aceptar su cuestionamiento. La sanidad no podrá quedar al albur de los intereses privados, la educación , la cultura , la investigación , las tecnologías, el conjunto de servicios públicos y su defensa deberán pasar a formar parte del acervo común de los trabajadores , de la ciudadanía y deberán estar en el corazón de los programas de los partidos y organizaciones sociales. Intuyo que es a esta normalidad y a sus consecuencias sociales, jurídicas y fiscales a la que se refiere el Presidente Sánchez.

La pregunta sería, ¿qué futuro nos aguarda? Ojala lo supiera. Sería la bruja Lola, o el Oráculo de Delfos. No lo sé.

Ahora bien es probable que seamos convocados a una gran cita con la solidaridad, con la igualdad, al lado de nuestros iguales, a defender lo común, lo público que estoy convencido casa mejor con el interés de los trabajadores, de las ONGs, de los sindicatos, de los trabajadores autónomos, de los investigadores etc… que ven como sin el estado, sin lo público quedaríamos a merced de las fuerzas oscuras del mercado. Y esto no sería nada si lo comparamos con el futuro que nos espera si no comparecemos como un solo hombre como una sola mujer a la cita con la historia.

Si no vemos el sacrificio y el esfuerzo que está haciendo el gobierno, más allá de errores puntuales absolutamente criticables, imaginemos qué puede significar un reto todavía mayor como será, ya lo es, el calentamiento global y la crisis ecológica que ya cabalga a lomos del caballo neoliberal.

Una medida, que por humanidad, debería ser contemplada, no es solo la renta mínima, de la que su necesidad ya es dramática, sino la de renta máxima, es decir que a partir de unos ingresos o beneficios, exista una tasa que grave el 90% o el 100% . Esto si se podría entender como un ejercicio de solidaridad y compromiso de los fuertes con los débiles, con la sociedad, y no el papanatismo de muchos ante la “generosidad” de unas donaciones que solo sirve para lavar la conciencia de quien las hace.

El compromiso de la ciudadanía con los servicios públicos. La defensa de los sindicatos y su papel mediador y de apoyo ante el gobierno. El respaldo, no acrítico, no servil, señalando errores, al gobierno de las fuerzas de progreso serán condiciones imprescindibles para garantizar una salida en clave de justicia social e igualdad, aquí y en Europa.

Deberemos, con Antonio Gramsci, constituir un bloque social contra la barbarie. Lo haremos con el corazón, el compromiso y los argumentos

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