¿Se aleja una Granada resiliente?

¿Se aleja una Granada resiliente?


Hace tiempo que no abro el buzón. La mayoría de cartas nunca nos gustan, publicidad entrometida, deudas y requerimientos…dentera me da solo de escribirlo. Acosados, como hemos estado, por la incompetencia de la generalidad de la clase política, se entiende mi pasotismo con mi buzón: elecciones de todo tipo, repetidas, maltraídas, aburridas, decepcionantes a nada que uno tenga sentido crítico. Hoy por fin lo he abierto, y entre multas y publicidades aún quedaba la de los “grandes” partidos de las municipales. Me ha producido una especie de “tristeza cómica” recibir del PP de Granada un abanico de cartón muy festivalero, con un corazón abanderado y el manido lema “la Gran Granada”. ¿No puede resultar más paradójico, verdad? Nada más y nada menos que un abanico que recibo hoy, fruto de mi despreocupación, a 30 de junio, en plena ola de calor de record, noches ecuatoriales (ahora sabemos lo que son) acentuadas por un clima el granadino que dejó hace décadas de ser privilegiado. Y es que Granada era fruto de la suerte de aguas que en su territorio se citan, bajando por las cuencas de sus ríos a los pies de una sierra, nevada a manta cada año, formando una de las vegas más fértiles de Europa, regada por kilómetros de acequias originadas hace siglos.

Ahora sabemos algunos que “la Gran Granada”, la de verdad, no terminará de llegar. La Granada que de alguna forma se reinventa así misma y toma conciencia de su responsabilidad metropolitana, la preocupada por el bienestar de sus vecinos y vecinas, en cada uno de sus barrios, está hoy más lejos que nunca. Aquí no va a hacer falta desmantelar ninguna “Granada Central” que luche contra la contaminación en su centro histórico, porque no se va a proponer. Lo que el nuevo delfín de Madrid está haciendo, dejando atónitos a los alcaldes de medio mundo, suprimiendo la vigilancia y la sanción del paso de coches por los pocos kilómetros cuadrados conquistados para el peatón y el medio ambiente en el centro de la capital de España, no podrá reproducirse en Granada, porque sencillamente en Granada estaremos “con otras cosas”. Lo mismo nos encontramos reponiendo nombres franquistas a calles o plazas de nuestra ciudad, como está sucediendo en Córdoba (por cierto, otra brillante actuación de la izquierda “del cambio”, que montada a lomos de Podemos volvió a crear cortijos de amiguetes, división y desafección, ayudando y de qué manera, como en Granada, a provocar un gobierno a la derecha de la derecha).

Otras ciudades no lo sé, ¿pero Granada? ¿Podía Granada permitirse estar ajena a la lucha que llevan décadas librando cientos de ciudades en todo el planeta?¿Estábamos en condiciones de asumir cuatro años de involución en cuestiones urbanísticas, relativas a la movilidad sostenible, a la recuperación de las relaciones ecosistémicas y de sostenibilidad social y económica, a la adaptación urbana que fuese contra la emergencia del Cambio Climático? En mi opinión, no. Nos jugábamos demasiado siendo como somos uno de los lugares con mayor contaminación del aire en España (la tercera ciudad en dióxido de nitrógeno, tras Madrid y Barcelona, según el último informe sobre la Calidad de Aire en España, de Ecologistas en Acción), teniendo como tenemos unas condiciones geográficas adversas y una terrible falta de coherencia en la forma urbana y metropolitana (como hemos tratado de denunciar desde la UGR, a través de estudios, informes, tesis doctorales, proyectos de investigación…), que ha localizado de forma nefasta los usos del suelo, segregando vivienda y trabajo, y ubicando grandes polos de atracción de actividades al margen de los canales más amables de acceso, nuestras calles de barrio, provocando en definitiva un índice de motorización terriblemente desproporcionado para su tamaño y población urbana y metropolitana. Pues bien, a pesar de todo esto, resulta que en estas últimas elecciones hemos apostado a voleo, de forma irresponsable y pendientes de todo menos de lo importante y hemos perdido. Todos hemos perdido.

Pero, ¿qué es una ciudad resiliente? El concepto, proveniente de ciencias como la ecología, la psicología o la resistencia de materiales, se aplica con normalidad a casi todos los aspectos de la vida, incluyendo el hábitat humano por excelencia: la ciudad. Según la RAE, la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Trasladado a las urbes, para lograrlo, estas han de prepararse y mucho.

En 2015 tuve la gran suerte de asistir a un taller de capacitación de técnicos municipales en Lisboa, en el marco de un proyecto internacional denominado ClimAdapt, cuyo objetivo era mejorar la capacidad de cerca de 30 municipios en todo Portugal para incorporar la adaptación al cambio climático en sus instrumentos de planificación e intervenciones locales. En 2016, en el marco del 6th Simposio de Desarrollo Sostenible que organizamos mi compañera Belén Bravo y yo, en la ETS de Arquitectura, les invité a dar una conferencia. Invité en ese momento a los políticos de entonces, a la Diputación, al alcalde Paco Cuenca…Estamos, desde el mundo académico e investigador, pero también en ciertos marcos institucionales, tratando de recorrer la enorme distancia que nos llevan de adelanto tantos y tantos lugares de nuestro entorno, para formarnos y afrontar estos grandes retos. Hablamos de prepararnos desde un punto de vista estratégico, produciendo escenarios futuros de desarrollo territorial; concibiendo visiones de desarrollo sostenible a medio y largo plazo; estableciendo nuevos principios de uso y ocupación del suelo; definiendo orientaciones en cuanto a localizaciones de edificaciones e infraestructuras, usos, morfologías y formas de organización territoriales preferentes. Pero también desde un punto de vista reglamentario y operacional (definiendo intervenciones prioritarias, concibiendo los proyectos más adecuados según la perspectiva territorial, definiendo el cuadro de inversiones públicas, valorizando y protegiendo el territorio…). Y discutiendo la gobernanza territorial: movilizando y estimulando la participación de los servicios relevantes de las administraciones local, regional y central, de actores clave económicos y de la sociedad civil, y ciudadanos en general…

Como comprenderéis esto no es nada sencillo. Hay que ponerse a trabajar pero ya, con estos horizontes, pidiendo ayuda a quién ya sabe de otros lugares sobre resiliencia urbana, motivando la participación de entidades públicas y privadas, priorizando recursos e inversión. Sin embargo, ¿qué tenemos a cambio en Granada? Da zozobra realmente asomarse al programa político para las municipales de los responsables de urbanismo, movilidad, medio ambiente, turismo y cultura (por poner algunas bases fundamentales), de los partidos que han resultados tácticamente “ganadores” de los comicios municipales. Yo no sé si alguien se ha parado un segundo a calibrar la soberana estupidez sin fundamento, la tremenda irresponsabilidad que supone colocar en las manos de los protagonistas del caso Serrallo, Mulhacen, o la Operación Nazarí, el urbanismo y la movilidad de Granada, para, con palabras textuales: “construir un gran eje subterráneo para conectar Norte y Sur de la ciudad, una infraestructura que permitirá darle vida al centro de Granada, revitalizar el deteriorado pequeño comercio y ganar fluidez en los desplazamientos”, o para, ni cortos ni perezosos, “acometer el Cierre del Anillo para reducir el tráfico” o para “ampliar los carriles bus por toda la ciudad”. Se anuncia aquí si nadie lo remedia un periodo de nuevo de más obras que vuelven a agujerear nuestro capital económico y humano en visiones totalmente deslegitimadas por la ciencia urbanística, alejando cualquier cosa que se hubiera podido aprender en estos cuatro años de mínima reacción del consistorio, y sin escuchar las miles de voces que están saliendo en defensa de otra forma de afrontar los retos que Granada necesita: Por un Realejo Habitable, Mesa por el Clima, Granada quiere a sus árboles, Por el bienestar de la gente, Ecologistas en acción, Árboles contra el cambio climático, Granada en transición, Agencia Provincial de la Energía, Plataforma Ciudadana en Defensa del Transporte Público en el Área Metropolitana de Granada, Salvemos la Vega, Granada educa, No Más Cemento en Sierra Nevada, etc, etc.

El desmantelamiento que parece querer producirse es el de las opciones de futuro de una Granada resiliente a las alteraciones producidas por el Cambio Climático global, resiliente al empeoramiento terrible de la situación local, fundamentalmente reflejada en la muy mala calidad de nuestro aire y en el aumento de la temperatura de la ciudad y la pérdida de cobertura vegetal (árboles que deberíamos haber conservado, de porte medio, superior a 8 metros de diámetro, hasta alcanzar el 20 ó 30% de la superficie urbanacubierta por árboles de las mejores ciudades del planeta, según el Green View Index, Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y donde ninguna ciudad española ocupa ningún puesto de cabeza, y menos aún Granada). ¿Cómo pretende el nuevo alcalde plantar 35.000 árboles o renaturalizar el Genil si su partido y sus socios de gobierno votaron en contra de una Plan de Zonas Verdes y Mejora del Arbolado Urbano, en la anterior legislatura?

Toca sufrir y esperar que el daño no sea ya irreversible. Las pocas opciones que tiene la ciudad y su territorio urbano circundante de dar un cambio a su inercia autodestructiva en materia ambiental, urbanística, patrimonial, desde un punto de vista integrado, se nos están agotando. Conservaré el abanico, sí, este de la inconsciencia y la cerrazón de los políticos de turno. Necesitaremos empujar y mucho como sociedad civil para que, al margen de grandilocuencias inútiles, la falta de visión formada de los problemas y de los tipos contemporáneos de soluciones, estos cuatro años de ciclo conservador no nos pongan la puntilla.

*Juan Luis Rivas es Arquitecto y profesor de Urbanismo del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la UGR.

 

 

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