Desigualdad y energía en las ciudades

Que las ciudades, en general, y Granada en particular, ofrece índices preocupantes de contaminación, es algo conocido y sufrido por la ciudadanía. Como lo es que el debate al respecto no debe simplificarse, poniendo el foco únicamente sobre la movilidad del vehículo privado o como hacía un antiguo concejal del PP, sobre la ubicación geográfica de Granada y su atrayente influencia sobre los vientos saharianos. Cierto que ambas cosas pueden influir, básicamente la movilidad, pero entren en juego muchos más aspectos (rehabilitación de vivienda, modos residenciales, infraestructuras eléctricas y comerciales o las desigualdades económicas entre barrios o zonas de la ciudad) que exigen un tratamiento global de las políticas descontaminadoras, ambientales o de calidad del aire.

Sea o no consciente de ello nuestro gobierno municipal, el caso es que nos encontramos en un claro proceso de transición energética, que si bien es responsabilidad principal de las instituciones europeas y nacionales, no excluye una decidida actuación local en los asuntos de su competencia. Ya he hablado más de una vez de la necesaria revisión de las calderas de carbón en todos los edificios públicos de la ciudad, como paradigmático ejemplo para el resto de edificios. Del impulso del comercio de proximidad. O del necesario reequilibrio en equipamientos y servicios de todos nuestros barrios, que puedan paliar las desigualdades económicas y sociales entre ellos. Para este reequilibrio bien podían destinarse importantes cantidades de Fondos europeos que parecen no existir para el bipartito (des)gobernante.

No se me escapa que el reto de la transición energética es complejo y exige una fuerte inversión pública, y también privada, pero es algo que tenemos que hacer irremediablemente por la sencilla razón de que nuestra casa común (el planeta) se nos está agotando. Lisa y llanamente, no estamos muy lejos de cargárnoslo. No cabe admitir bromas ni chistes al respecto. Y en Granada nos toca intentar salvar nuestro trocito de planeta, buscando con ahínco la implicación y colaboración de todos y cada uno de los habitantes de la ciudad. Nos lo jugamos en las pequeñas decisiones individuales, de las comunidades de vecinos, de nuestros barrios y entornos. Es necesaria mucha pedagogía y paciencia para vencer resistencias; ahí tenemos el claro ejemplo del reciclaje de residuos, al que todavía demasiada gente es reticente, y sobre el que subsisten dudas de la inequívoca voluntad, en general, de la totalidad de empresas concesionarias del servicio para llevarlo a cabo.

Pedagogía, paciencia y determinación han de ser la guía de actuación del gobierno municipal, que además debería aprovechar la coyuntura favorable del momento y algunos aún pequeños cambios sociales producidos en los meses pasados como consecuencia de la pandemia, como el auge del comercio de proximidad o la compra de vehículos eléctricos. No parece ser esa la dinámica municipal desgraciadamente, así que habrá que insistir y achuchar desde todos los ámbitos ciudadanos, sociales y políticos.

Y junto a lo anterior, políticas públicas decididas, aunque necesariamente modestas, por la situación social y económica. Rehabilitación de viviendas y renovación de infraestructuras comunitarias; renovación efectiva de la flota del transporte público colectivo; red de puntos de recarga de vehículos eléctricos, alumbrado público, potenciación a todos los niveles de las renovables, etc. Todo forma parte de un proyecto global que constituye una magnífica inversión para el conjunto del país y también para Granada y su Área metropolitana, y da vida a empresas de aquí. Y lo más importante, estas propuestas y otras muchas no perjudican a las rentas más bajas de la sociedad, pues en contra de lo que (interesadamente) se dice, a quien más y mejor favorece la transición energética es a los sectores de población más desfavorecidos, ya que la apuesta por las renovables supone a la larga más autonomía, más autoconsumo y mejor precio.

Un tren, en definitiva, que estamos obligados a no perder. En Granada tampoco. Por ello resulta lamentable que quienes nos gobiernan, con la máxima autoridad al frente, no estén «ni a setas ni a rolex» y no las vean venir.

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