Feminazis

Ante vosotros hermanos, me confieso: soy varón, blanco, heterosexual y para más inri (nunca mejor dicho) cristiano. Sin duda ante tal cúmulo de despropósitos y taras, solo puedo ser calificado en terminología de Chiquito de la Calzada como un “Pecador de las praderas”.

Tengo dudas que mi descripción identitaria sea correcta en los cánones actuales de los intelectuales moralmente superiores a mí, a quienes debo absoluta obediencia ante mi clara inferioridad. Soy de genero cuerpo no gestante, con una relativamente baja cantidad de Melanina en mi piel, de orientación sexual atávica y dominado por las primitivas creencias del patriarcado.

La cabeza intelectual y altavoz del sector feminista, Ángela Rodríguez (Pam para los amigos, amigas y amigues), lo ha explicado muy bien:

“Los hombres no necesitan el registro civil para ser violadores. Lo son. Y desgraciadamente en este país lo son bastante”

“Dar dos besos forma parte de la cultura sexual de impunidad y falta de consentimiento con la que hemos crecido”.

“La medicina es una institución que muchas veces representa la idea de un cuerpo correcto y un cuerpo incorrecto, y casi siempre el cuerpo correcto es el de los hombres y el cuerpo incorrecto, el de las mujeres, que van por un camino muy estrechito por el cual la mayor parte de las mujeres no solamente no podemos, sino que no queremos transitar”.

Tengo que dar loas al “Cielo” feminista, ellos/ellas/elles me van a redimir de mi pecado original y me van a liberar de ser esclavo de mis instintos más primitivos y básicos. Realmente soy solo un “cacho” de carne, más cercano biológicamente a los reptiles que a ellos/ellas/elles. Quizás necesite una lobotomía, además de la extirpación de mis atributos sexuales.

Dado que “es escandaloso que el 75% de las chicas prefieran la penetración a la auto estimulación” (Pam), deberíamos retomar las estructuras sociopolíticas económicas de las míticas Amazonas griegas. Una sociedad de solo mujeres, y los hombres a las galeras.

O mejor aún, una relación como la de la Mantis religiosa (devoradora del macho).

Por su parte, la ideóloga Irene Montero, persona de contrastada capacidad intelectual, ha señalado que ser mujer no es una cuestión biológica, sino que las mujeres quedan definidas por sufrir la violencia, la pobreza y la discriminación de los hombres.

Con base en el pensamiento de esta gran “liderese” Irene Montero, quiero pedir perdón en nombre de mi mujer, por no sufrir violencia, ni pobreza, ni discriminación laboral, ¿será realmente una mujer?. Cómo macho-alfa que soy, ¿me habré casado con otro macho-alfa?. Mis hijos ¿serán míos o fueron secuestrados por mi pareja para mantener la farsa?. Puedo dar fe, al menos, de que ella es “cuerpo gestante”.

Conmino a aquellas personas con cromosomas XX que por su capacidad y esfuerzo han alcanzado una posición social sólida y que quieran ser identificadas como mujeres a que abandonen cualquier tipo de actividad profesional y económica, para poder cumplir con los estándares establecidos por nuestra clase dirigente superior. En el caso de aquellas personas de genero fluido, exijo que se establezcan leyes que les protejan, de forma que según el momento del día y el género que hayan asumido en ese momento podrán ir a trabajar o no, y las empresas/administración deberán asumir esta opción manteniendo sus emolumentos salariales intactos.

Ya sin sarcasmos, me pregunto qué clase de padres, hermanos, amigos, conocidos han tenido estas “persones”. Sin duda, su pensamiento es una proyección de su experiencia vital, frustración, resentimiento…

Quiero dejar claro, para que no haya malinterpretaciones, que todo lo escrito por mí en este artículo ha sido en clave sarcástica. Desgraciadamente las palabras de la señorita “Pam” y de Irene Montero son auténticas.

Finalmente quiero mostrar mi apoyo a la lucha por la justicia que ha guiado tradicionalmente al feminismo tradicional, a diferencia de las nuevas corrientes del feminismo populista que solo destilan odio y cretinismo. Aunque se ha avanzado mucho, aún queda mucho para conseguir una igualdad real y plena en los derechos de las mujeres.