La España Marxista

«Ideología» es el conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona o de un movimiento cultural, religioso o político. «Político» es un epíteto con una amplia gama de connotaciones, la mayoría negativas al estar relacionadas con prácticas poco éticas, y a veces delictivas, llevadas a cabo por sujetos y partidos que son actores de la vida pública del país y administradores de los presupuestos del Estado. Diría Groucho Marx de los políticos que “partiendo de la nada han alcanzado las más altas cotas de la miseria”.

El pueblo se distancia de la política entendida como práctica corrupta y como medio para beneficiar, como siempre, a aquellas élites minoritarias que manejan a esa clase política. Entre tanto, el pueblo tiende a pensar que “se ha esforzado para llegar de la nada a la pobreza extrema”, un contexto aprovechado por las derechas radicales para extender la especie de que cualquier cosa que vaya en contra de los intereses de sus representados es “ideología”, como si su propio pensamiento no fuera sino ejemplo de ideología radical.

Los partidos insisten en explicar al electorado cuáles “son sus principios pero que, si no les gustan, tienen otros”. Cabe pensar, pues, que muchos de esos políticos “nunca aceptarían pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como ellos mismos” y que la ciudadanía considere que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados”. Sólo un cinismo supino permite al político preguntar a sus votantes “¿a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.

Hay casos de políticos a los que se puede aplicar sin margen de error que “pueden parecer idiotas y actuar como idiotas, pero no se deje usted engañar, son realmente idiotas”. En concreto, a Ayuso y Feijóo, una sin chuleta que leer y otro con el verbo tullido, nadie les ha advertido de que “es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”. Son dos ejemplos, aunque abundan por doquier, de estulticia con los que se identifica un pueblo con flaqueza en la economía y en las meninges.

Da ganas de llorar el panorama de víctimas votando a los verdugos: gente mal pagada, autónomos y falsos autónomos, personas en paro, gays, lesbianas, mujeres, emigrantes, pensionistas, dependientes, etc. que votan al Partido Popular y a Vox. Por no llorar, dan ganas de reír, pero cuidado, que “si bien no reírse de nada es de tontos, reírse de todo es de estúpidos”. Aconsejable para toda la población es “no pensar mal de un político de derechas, porque no ocultan que su interés por el pueblo llano es puramente electoral”.

La ideología que amenaza a la Democracia es un conjunto de ideas que hacen desconfiar de la política, incluso la atacan, y que son propagadas por las derechas política, económica y mediática. Para esas derechas, los derechos cívicos son ideología y llevarles la contraria es política. Son antisistema y esa ideología es difundida por los medios de comunicación. Como buen marxista militante, “encuentro la televisión bastante educativa: cuando alguien la enciende, me marcho a otra habitación y leo un buen libro”.

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