Sebas y Putin

Es conocido que Granada no pasó, como Manchester o Hannover, por la revolución industrial. Se saltó esa etapa en la escuela que hace a las ciudades adultas y quizás por eso en esta campaña municipal, Sebastián Pérez, ‘Sebas’ en la tertulia granadina, ha pensado en remediarlo proponiendo una ración triple del caldo mecanizador. Pero déjenme que les cuente con mas detalle.

Primero fue lo del teleférico a Sierra Nevada. Ya lleva tiempo Sebas, erre que erre, con esto. Dice que nos va a desatrancar la carretera de la Sierra, pero no presenta ningún plan, ni un triste número, para ello. Sebas se lanza directamente a por el record, para pasar sobrado por el Guinness y por esta campaña. El teleférico más largo del mundo tiene 13.6 km y está en Suecia, te da un paseo por Laponia aprovechando una antigua instalación minera, eso sí, con cabinas de 4 personas y un máximo de 112 viajeros al día. El que propone Sebas, que iría desde el borde de la ciudad en la ronda Sur hasta Pradollano serían unos 18 km, con cabinas de 50 o 100 pasajeros, que aquí no vamos a escatimar en espacio. Con que lo dicho, el campeón de los teleféricos: el más grande del mundo, aquí, en Granada. Mientras, los posibles inversores han tomado las de Villadiego. La empresa que iba a invertir en el teleférico ha declarado inviable el proyecto y se ha liquidado por pérdidas patrimoniales, así que igual esto del teleférico no es un negocio tan seguro. Cogido muy por los pelos, no tiene mucho sentido el gasto extra en varios kilómetros de postes y cables para recorrer la distancia en llano que media hasta las laderas de Sierra Nevada, ni hay un cálculo que permita saber si se amortizara la instalación al cabo de un siglo, más o menos.

Ahora bien, con todo este tinglado, a mi que me presenten una empresa solvente, con una propuesta inversora y un plan estudiado de ingresos y gastos por explotación, y caeré rendido a los pies de Sebas. Mientras tanto seguiré pensando que nos quieren colar a otro inversor listillo, como esos que hicieron las radiales en Madrid, que después de llevarse los beneficios que han podido de la concesión estatal de una obra que se costeó con fondos públicos, se marcan luego un ‘sinpa’: se declaran en quiebra y que pague, de nuevo el estado, es decir nosotros, otra vez. O eso o nos están contando de nuevo una gran bola electoral.

Luego Sebas se arremangó y nos dejó caer los túneles que atravesarían la ciudad como el fluido cósmico, sin enterarnos. Dice que quiere hacer un túnel de 4 kilómetros y pico que sería como los de pinypon: un túnel que es aparcamiento y carretera a la vez, y que iría desdoblado en dos niveles. Así que como cada túnel lleva dos direcciones estamos hablando de 4 tubos más largos que un día sin pan, para llevarnos a la otra dimensión de la ‘Gran Granada’. Y con eso dice que quita la contaminación de la ciudad, como si meterla en el subsuelo significara eliminarla. No sé si se le habrá ocurrido a Sebas que esa contaminación hipogea hay que sacarla al exterior con potentes equipos de extracción, porque si no corremos el riesgo de convertir el ‘bujero’ en una cámara de gas que vaya exterminando lentamente a personal aborigen y turistas de cualquier procedencia. Si miramos en el referente más cercano, los túneles de la M30 con los que Gallardón dejó endeudada hasta el tuétano a la ciudad de Madrid, veremos que uno de sus puntos críticos son precisamente la acumulación de gases en ellos. Los mas de 900 ventiladores y extractores que tienen no son lo suficientemente potentes para sacar a nivel de calle todo ese humo letal y forman una densa neblina dentro que hace que los madrileños prefieran en muchas ocasiones no pasar por ellos, por si las moscas y la palman en la travesía, o se cogen un hollinamiento de bronquios, que vaya usted a saber como se quita eso. O sea, túneles carísimos, que de nuevo dice que va a financiar la iniciativa privada, que meterán la contaminación en el subsuelo, para luego volver a sacarla a nivel del suelo. Y claro, esa iniciativa privada tendría que poner el peaje del túnel a doblón, y el metro cuadrado de aparcamiento como si fuera de local comercial en Puerta Real y aún así a mi no me salen las cuentas. En lugar de apostar por reducir el tráfico con transporte público como el metro, o fomentando una nueva movilidad personal, nos propone emular el fracaso de los túneles de Madrid, esos que están contaminados y obligan a circular a 70 km/h de máxima por la inseguridad de los mismos en caso de accidente.

Pero la guinda la tenía reservada para el final. Desde que Sebas visitó Moscú, quedó fascinado con las escaleras mecánicas de la estación Parque Povedy, las más altas del mundo con 84 metros de desnivel salvados en un solo tramo de 127 m. Putin las construyó, siguiendo los dictados de la ‘guerra fría’, cuando se construían refugios antiatómicos en las estaciones de metro, por si los americanos tiraban de botón nuclear. Como la altura que media entre Plaza Nueva y lo alto del Albaicín son más de 80 cabales metros, las nuestras se convertirían en las más altas y largas del mundo, porque la pendiente con la que bajan al metro en Moscú es mucho mayor que las cuestas del Albaicín, que además obligaría a encadenar tramos como longanizas, uno detrás de otro, para poder sortear un barrio con tan pocas líneas rectas y calles normales como este. No digo yo que algún tramo de escaleras no sea útil para los vecinos y pueda ayudar en alguna subidilla empiná, pero no es ese el sueño secreto que acaricia nuestro candidato. Si Kiki Díaz Berbel se trajo a Clinton a Granada, y lo paseó por el mirador de San Nicolás para dejar huella indeleble de su presencia, Sebas, que entonces ya asistió a la visita, acaricia un objetivo aún mayor si cabe. Cuando la Granada Mecánica esté lista invitará al mandatario ruso a visitar la ciudad, a que vea y compare. Ya me lo estoy imaginando, subiendo el cortejo presidencial por las mecanizadas cuestas albaicineras, con el monolito preparado para la inauguración en San Nicolás, que tiene nombre de zar ruso, los periodistas sacando micro por los pasamanos de goma y los fotógrafos apostados en las recurvas, mientras Sebas y Putin encabezan la comitiva. Y nuestro candidato, sin poder ya contenerse más, alzará levemente el codo tocando reiteradamente al de su invitado mientras le susurra al oído: “Y ahora, qué me dices, tabarich Vladimir”.

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