El agua no se vende, el agua se defiende

Bajo ese lema los vecinos de Padul se echaban a la calle hace dos semanas, en protesta por la decisión de Moreno Bonilla de privatizar buena parte de las aguas del municipio en beneficio de «Aguas Bellavista SL», por no se sabe muy bien que clase de «intereses generales y superiores», cuya comprensión solo está al alcance del intelecto privilegiado de nuestro preclaro prócer, que tanto nos quiere y tanto nos protege.

Los vecinos exigían la paralización del proyecto de planta embotelladora de agua autorizada por la Junta en Villamena, en plena sequía extrema y a escasos metros de las turberas y del humedal de Padul, el más importante de la provincia. Claro está que el tema de los humedales, no parece ser muy del gusto de nuestro nunca bien ponderado presidente, como ya ha quedado acreditado con el desastre de Doñana, lo que ha llevado a la UNESCO a amenazar con incluir las marismas onubenses en la lista de patrimonio mundial en peligro.

La planta embotelladora privada que se proyecta en este entorno pretende extraer más de 250.000 litros de agua diarios, que viene a ser el equivalente a lo que consumirían 6.000 personas, o lo que es lo mismo un tercio de la población de la comarca.

Semejante despropósito ha llevado al Ayuntamiento a interponer un recurso de alzada para intentar paralizar la nueva planta que se sumaría a la ya en funcionamiento, situada en la misma comarca del Valle de Lecrín, más concretamente en el municipio de Dúrcal, que extrae 10 litros por segundo, o lo que es lo mismo otros 250.000 litros de agua al día, algo que como dice la portavoz de la Plataforma Pro Defensa del Agua del Valle de Lecrín, Rosa María Fernández, es “un escándalo desde cualquier punto de vista sensato, sobre todo dada la crisis medioambiental que sufrimos y la sequía tan pronunciada que vivimos”.

Pero es que esto de la sequía sólo le preocupa a nuestro «bienamado» presidente, si le sirve como arma arrojadiza contra el Gobierno de bilduetarra Pedro Sánchez, ya lo ha hecho con Doñana, lo hizo exigiéndole 1000 millones de euros para combatir la sequía a la par que perdonaba 900 millones en impuestos a los andaluces más ricos y lo sigue intentando en estos días en la misma línea.

Pero lo cierto es que lo de Juanma con el agua es de aurora boreal, porque mientras intenta parecer un activista del H2O, no tiene empacho alguno en promover cuanto campo de golf se le ponga a tiro, con barra libre a la hora de consumir unos recursos más que escasos y prioritarios para el consumo humano y así, mientras miles de andaluces sufren restricciones de agua en sus grifos, los «greens» de los campos de golf de su amada Costa de Sol lucen verdes cual esmeraldas.

Tampoco estuvo muy acertado el graduado en protocolo, cuando con Doñana en alerta roja exigió a la confederación hidrográfica del Guadalquivir que procediera a un desembalse extraordinario, no para mitigar las fatigas de la flora y fauna del humedal, sino para algo mucho más «importante» como era que sus coleguitas no se quedaran sin su bautizo rociero en el río Quema. Hasta los rocieros fueron más sensatos y sensibles que el inquilino de San Telmo, renunciando a tamaño disparate.

Claro que hablando de disparate el del pasado domingo, cuando en mitad de una Dana que ha costado vidas y haciendas en Madrid y Castilla-La Mancha, a nuestro «primus inter pares», no se le ocurrió otra cosa que publicar un tuit, quejándose de la alerta que los servicios de emergencia de la comunidad de Madrid, enviaron a todos aquellos móviles que se encontraban en la zona para advertirles del diluvio. No se me ocurre una mejor oportunidad para quedarse callado que esta, en la que hasta su competidora por el trono de Génova y presidenta madrileña, consideró que dicha alerta fue más que oportuna para evitar un desastre mayor que el sufrido.

En fin, que lo de Moreno Bonilla con el agua es para hacérselo mirar, pero volviendo al inicio, lo de la nueva embotelladora de Padul es un auténtico disparate por el contexto de escasez de agua al que nos abocamos y por perpetrar tamaño desatino en una comarca, cuya riqueza ha estado vinculada desde tiempos ancestrales al uso del agua. Prueba de ello es su extensa red de manantiales, fuentes y acequias que se conservan gracias al cuidado de las comunidades de regantes y cooperativas agrícolas.

El agua es una de las señas de identidad del Valle de Lecrín, cuyo valor cultural, patrimonial y medioambiental es de sobra conocido. La forma de vida de las gentes del Valle está directamente relacionada con el agua, con la agricultura y con un paisaje modelado en torno a ésta y esta incomprensible autorización de la Junta de Andalucía, lo es para un proyecto cuya única finalidad es especulativa y carece de cualquier interés público o social, porque la explotación de un bien común como es el agua para el lucro personal, es una falta de solidaridad con la población en un momento crucial de colapso medioambiental.

Y es que, «querido» presidente, deberías prestar atención a quienes desde el Valle de Lecrín dicen, con toda la razón del mundo que no pueden permitir que «intereses particulares o privados y lobbies económicos expolien nuestro recurso más valioso», porque como decía mi madre, «arrieritos somos».

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