La veleta de Marifrán

Experta en ocultar programas, incumplir promesas, afanar con avidez, distraer hambres y calamidades, marear perdices y retorcer realidades, la derecha tiene tics que la sitúan en la equidistancia entre la esquizofrenia y el cinismo, con un punto de malafollá en Graná. Carazo anda desorientada estos días en que la brújula del Partido Popular ha perdido el norte dislocada por el magnetismo convergente de la Triple A (Aznar, Ayuso, Abascal), el eclipse de Polaris para Feijóo y el delirio embriagado de M. A. Rodríguez.

Gran parte del programa popular se basa en deshacer lo que otros hacen y fomentar el frentismo vehemente entre buenos y malos patriotas. El resto está dedicado a agitar los fantasmas de ETA y del independentismo entre negacionismos y arengas contra los colectivos desfavorecidos. Mucho hay que escarbar para encontrar algo sobre pensiones, economía, sanidad, educación, trabajo, vivienda o dependencia que no sea privatizar y eliminar impuestos a los ricos, pero basta repasar lo hecho en sus gobiernos.

Marifrán, esa señorita de Valladolid, ciudad que era Corte cuando Madrid no existía, tiene solera y raza, ¿más que Kiki, más que Pepe, más que Sebas?, pero parece desnortada. Debe ser complicado acudir a las sesiones de fotos en decorados de segunda mano, unos inicados durante el gobierno de Cuenca y otros pagados por el gobierno de coalición. Debe ser muy frustrante que los destrozos del gobierno de Bonilla en lo más cercano a sus votantes, la Sanidad y la Educación, eclipsen su hidalguía vallisoletana.

Mientras preparan el sepelio de Feijóo en Madrid y Bonilla aprueba la embotelladora de Padul, da a Sevilla las cuentas de Sierra Nevada, sustituye en el Generalife a Lorca por Picasso, instala molinos en Los Guájares quemados y asfalta los restos de la Vega, a Carazo le vienen largas la ciudad y el planeta. Cien días como único elefante en la cacharrería, tras el suicidio de la izquierda y el salto de Cuenca a la Diputación, apenas han dado para algo de postureo por la ciudad con casco o mantilla, le da igual.

Amén de fotos, cuenta con un programa de promesas. Sólo con el plan de limpieza va a dejar barrios, miradores, imbornales, papeleras y contenedores como patenas, además de baldear, regar y desbrozar… Acaba de limpiar los semáforos LGTBI, otra vez al armario, pero aún apestan sus dudosas adjudicaciones como consejera de Fomento y el corrupto tufo del negocio de la familia Saavedra con las paguitas públicas. Por tradición, Marifrán se apropia de la herencia recibida como mérito propio o demérito ajeno.

La patata caliente de la Zona de Bajas Emisiones tiene a la alcaldesa entre la espada del negacionismo de extrema derecha y la pared europea de su implantación. Habla ella de centro despoblado y daño al comercio tradicional, dos viejos problemas agravados por la oposición del PP a regular el mercado del alquiler y el hipotecario a la vez que invita a las multinacionales de la milla de oro y centros comerciales a la barra libre de apertura sin horarios ni festivos. Mejor callada, piensa, hasta que los suyos se aclaren.

No es un caso aislado. El PP está demostrando que son tan extremistas o más que los orcos de Vox, gobiernen con ellos o en solitario. A la vergüenza medieval de la censura a la cultura en territorios PP&Vox, responde Bonilla con el bochorno de Baelo Claudia; al disparate del Mar Menor o de Monfragüe, responde con lo de Doñana; a la complicidad con el terrorismo machista esperemos que Bonilla y Carazo sean la excepción de su partido, aunque lo de los semáforos LGTBI es una señal que da que pensar.

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COMENTARIOS

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    Manuel 8 meses

    En cien días no se conoce la meta final, pero se sabe qué camino ha elgido. No hay nada nuevo que me induzca a pensar que Granada será mejor después de este mandato y por otro lado, se están sentando las bases de la pérdida de valor de la ciudad facilitando el crecimiento de los municipios del entorno.

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